Superman III (Richard Lester, 1983)

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(Colaboración de Miguel Ángel Muñiz)

Superman III es, o pretende ser, varias cosas a la vez. Por un lado continúa las aventuras del personaje creado por Siegel y Shuster en los años 30, además de funcionar como vehículo de exhibición para el cómico norteamericano Richard Pryor. Sin embargo, funciona mejor como comedia surrealista con el sello personal de su director. No en vano, la secuencia de apertura es un auténtico despliegue de situaciones cómicas al más puro estilo slapstick realizadas con un dominio genérico apabullante. Desde luego, los fans del personaje de DC Comics se sentirán estupefactos y quizá algo contrariados. A Lester no le interesa demasiado lo superheroico y lo reduce siempre que puede, llevando la historia a terrenos cotidianos o directamente paródicos. En ese sentido es reseñable el papel de Robert Vaughn como “copia barata” de Lex Luthor, que tiene, al igual que Gene Hackman, dos ayudantes que al estar directamente enfocados a la comedia absurda, no son (o no resultan) tan tontorrones e inocentes como Otis y Miss Teschmacher. 

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Desde luego, hay momentos que se encuentran entre lo mejor de la saga protagonizada por Reeve, como la lucha en el desguace de coches entre Clark Kent y el Superman malvado. Estas escenas demuestran una reflexión bastante más inteligente de lo que muchos podrían pensar sobre el personaje así como una interesante visión de hasta que punto es importante la herencia terrestre del personaje sobre la kryptoniana; a esto no es ajeno que sea la única película de loa serie que no incluye ninguna escena en la Fortaleza de la soledad. Otras situaciones parecen directamente sacadas de las viñetas de un cómic de Superman de los años 60, como la lucha con el superordenador gigante, la aparición de una especie de androide que lanza rayos azules (en realidad se trata de la hermana de Webster, Vera, quien ha sido robotizada o transformada electrónicamente) o el incendio en la fábrica de productos químicos, especialmente por la inesperada pero a la vez lógica solución al problema del fuego. Sin embargo, la mayor parte del metraje está sazonada con gags en su mayor parte divertidos: el despropósito que crea Gus Gorman borracho con los ordenadores, los diálogos entre los tres villanos principales (Webster, su hermana y Lorelei), las tropelías que hace el Superman oscuro (Las olimpiadas, la torre de Pisa, la subtrama con la rubia explosiva interpretada por Pamela Stephenson). El factor absurdo está presente en varias partes de la historia pero se puede ver claramente en el uso que hace Gorman de los ordenadores; pues resulta harto increíble que con un arcaico computador uno pueda acceder a los sistemas de control de satélites, barcos, cajeros automáticos o pozos petrolíferos. Pero en ningún momento se intenta buscar una verosimilitud, sino generar el humor a través de tan extrañas situaciones.

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Lester, en cualquier caso, intenta que el público no se tome demasiado en serio su film. Es divertido, entretenido y espectacular, pero rechaza contundentemente la épica y el tono verosímil que Richard Donner aplicó en la mayor parte de su trabajo con el personaje en entregas anteriores. También tenía humor, por supuesto, pero no llegaba a la parodia ni dejaba que los momentos cómicos traspasasen un punto. Sin embargo, aquí el chiste y el humor absurdo le ganan la partida a todo lo demás. Esto tampoco es algo negativo en sí mismo, ni mucho menos; el problema es que rompe de alguna manera un cierta continuidad establecida en las dos películas anteriores sobre el personaje y para los amantes del personaje más que del director, lo que es sin duda un chasco, salpicado por algunos momentos que indudablemente trascienden gustos u opiniones por la eficacia con la que están resueltos. Otro factor importante para el disfrute de una obra de estas características es la entrega con que Chris Reeve vuelve a encarnar al personaje que le dio la fama. Da igual en que atropello pongan los guionistas a Superman. Reeve tiene tal presencia y dignidad que sale airoso de prácticamente todo.

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Es bien conocido el problema que los Salkind, padre e hijo y productores de este título así como de los anteriores Superman (Richard Donner, 1978) y Superman II (Richard Lester y Richard Donner, 1980) tuvieron con la actriz Margot Kidder, lo que llevó a que aquellos redujesen a un papel minúsculo el personaje de Lois Lane, sustituyéndolo por el de Lana Lang, que ya había hecho una breve aparición en la película original. Annette O´Toole que es quien la interpreta, y consigue sacar adelante lo que se podría considerar como un lastre, esto es, comenzar otra subtrama amorosa prácticamente desde cero. No solo eso, sino que consigue que sea más interesante en cierto modo, que la que había entre Clark y Lois. Lana es más simpática y divertida, más afable y probablemente más atractiva que Kidder. El hecho de ser madre separada y que su novio sea un borracho estúpido consigue hacernos empatizar rápidamente siempre que no prestemos mucha atención al pequeño Ricky, hijo de ambos y que no aporta demasiado al conjunto, salvo quizás servir de identificador del público más joven. De todas maneras no es tampoco un producto infantil, sino más bien dirigido a todos los públicos, puesto que algunos personajes y tramas no serían entendibles para los niños, en especial algunos de los chistes más políticamente incorrectos de Lester (la nicotina hace que el protagonista se vuelva malo, Superman borracho destrozando un bar o manteniendo relaciones sexuales con Lorelei, el tenso y turbio momento entre Lana y la versión negativa del superhéroe en el salón…).

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Lester de nuevo vuelve a contar con Bob Paynter como cinematógrafo lo cual hace que el trabajo sea mucho más fluido, más libre. El estilo visual y fotográfico es diferente del visto en las anteriores aventuras del cruzado de la capa roja. Aquí se abandonan en su mayor parte los filtros difusores y otros trucos de cámara para dar una imagen más nítida y cristalina. Siguen usándose la proyección frontal, los cables y la pantalla azul pero con el transcurso de los años los efectos visuales se han refinado por lo que no es necesario disimular ciertos aspectos. Esto también es más acorde con las maneras de Lester, alguien afín al estilo documental y el tratamiento realista de las imágenes (siempre con excepciones como los virados de colores que usó en 1967 para Como gané la guerra). Nada de filtros de colores u otras alteraciones ópticas de la imagen que no tengan que ver con planos de efectos especiales. Este tipo de opción estética se hace muy reconocible en muchos momentos del film, como en las escenas de la lucha en el desguace, la comida en el campo con Lana y su hijo o la despedida de Gorman en los depósitos de carbón. En definitiva, es indudable que el director lleva el producto a su terreno. Lo hace suyo a pesar de no ser un género especialmente de su agrado. Se ve que las partes con Pryor son donde más se siente a gusto, dejándole improvisar y llevándose la acción a sus dominios, donde puede provocar la carcajada sin demasiado esfuerzo. En este sentido es significativa la primera escena en la que Gorman está en la cola del paro y se queja de que le quiten el subsidio por desempleo. Sin duda esta no es la típica película de Superman que uno se podría esperar.

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Otro de los temas que Richard Lester ha abordado en anteriores films y que aquí también toca, es la nostalgia. Al igual que en las anteriores Cuba (1979) y Robin y Marian (1976), algunos de los personajes de Superman III como son Clark Kent o Lana Lang rememoran los tiempos pasados. Lo que pudo ser y no fue. A este respecto tanto la secuencia de la fiesta de antiguos alumnos de Smallville como muchos de los diálogos entre ellos dos, dejan esto patente. Un aire romántico envuelve la subtrama protagonizada por Reeve y O’Toole, reforzado además por la música compuesta por Ken Thorne. En otros momentos se recicla lógicamente, la gran composición de John Williams para la primera entrega. De igual manera existe una añoranza de los habitantes de Estados Unidos por recuperar a su héroe, en los momentos en que este se convierte en un ser huraño, malvado y violento. Quieren que todo vuelva a ser como antes. Un retorno al normal estado de las cosas. A lo que no es ajeno el deseo de Lana de recuperar la amistad con su antiguo amigo. Amistad y algo más. Incluso Lois Lane se lleva una sorpresa cuando descubre que Clark le ha regalado una sortija a su compañera de colegio; en ese detalle además de en otros, reside una de las mejores apuestas de esta película. Aquí la chica se enamora de la “identidad humana” del superhéroe en lugar de hacerlo de su alter ego. Por su parte el protagonista deja a un lado al torpe y despistado reportero de la primera entrega para ofrecer una visión más cercana a su manera de ser real; sin esconder su personalidad todo el tiempo. Para su sorpresa surge un conato de relación sentimental ( un tanto pervertida cuando anteriormente el Superman oscuro intenta intimar con la propia Lana) en la que previsiblemente es Superman el que sobra. Otro paso más de director y guionista de llevar el relato por donde les interesa.

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