Andy Sidaris entra en la década de los 90 sin ningún miramiento hacia el cambio de dígito, ya que se mantendrá más fiel a su estilo que nunca. Eso sí, hay un cambio importante dentro de la idisioncrasia del universo de la organización L.E.T.H.A.L. Donna Hamilton ya no tiene a Taryn como inseparable acompañante de misiones, por lo que su compañera de fatigas a partir de hora será la Nicole Justin interpretada por Roberta Vasquez (recuerden, la incombustible Pantera de Picasso Trigger), quien vuelve al cine de Sidaris para quedarse y ya con un personaje propio.
En Guns se nos presenta a un antagonista llamado Juan Degas (apodado como Jack of Diamonds), un traficante de armas que pretende transportar un arma de destrucción masiva a los Estados Unidos a través de Hawai. Por ello, debe eliminar del mapa a las principales agentes del comando L.E.T.H.A.L., a quienes ve como el impedimento número uno al dar por seguro que intentarán desbaratar sus planes; y, de hecho, así será. Donna y Nicole se verán inmersas en una serie de persecuciones y episodios de acción con los mercenarios del narcotraficante, que incluso llevándolas a la ciudad del juego, Las Vegas. Pero el peligroso Degas tiene una estrategia oculta que finalmente llevará a cabo: secuestrar a la madre de Donna. La principal agente de L.E.T.H.A.L. se tomará ahora las labores de su trabajo como algo personal, y clamará venganza demostrando a Degas cuan errada ha sido la decisión de inmiscuirse en su familia. Con las constantes de Sidaris nuevamente entrando en juego (aunque se vislumbre cierto enfoque dramático al inmiscuirse en el núcleo familiar de Donna), la película repite fórmula con los aciertos y excesos habituales, quizá con un énfasis en la acción mucho más presuntuoso que lo limitado de su presupuesto permite, pero con cierto peso en la filmografía de Sidaris debido al simbólico cambio en su pareja de protagonistas: Dona Speir, ya más acomodada que nunca en su rol estrella (y que aquí, por exigencias de la trama, le permite jugar más con cierto dramatismo), está acompañada por Roberta Vasquez, su primera película como pareja de letales espías; si bien el aficionado ya estaba acomodado en el tándem Speir – Carlton, Vasquez añade un exotismo a la pareja de acción que supone un aire fresco para la franquicia, aunque esta ya empiece a sentir ciertos síntomas de agotamiento.
A pesar de esa falta de evolución de estilo, Guns guarda algunos momentos tan inexplicables como extravagantes, uno incluso en relación a un agente travestido y armado hasta los dientes. Sin el cariz visual habitual de la franquicia (está ambienta en su mayoría en Las Vegas), la repetición de clichés se compensa con la presencia de dos intérpretes cuyo nombre ya vende de por sí solo cualquier título de explotación: Erik Estrada, rostro de culto debido a su errática carrera en todo tipo de subproductos (como el Light Blast [1985] de Enzo G. Castellari, entre otros muchos) es aquí el excesivo villano de la función; Estrada se lo pasó tan bien rodando con Sidaris que este le volverá a dar otro papel en la posterior Do or Die (1991). Por si fuera poco, hace acto de presencia un joven Danny Trejo, que años antes de ser la mega estrella de la exploitation moderna gracias a Robert Rodriguez se encontraba aquí en esa época donde poco después de abandonar el presidio comenzaba una carrera como intérprete de estoicos secundarios en películas de acción; aquí, por supuesto, dará piel a uno de los villanos principales.
Además de los ya imprescindibles Bruce Penhall, Michael Shane, Rodrigo Obregón, Lisa London o Cynthia Brimhall, entre otros fetiches de Sidaris, una de las Playmates que debutan aquí es Devin DeVasquez, famosa por sus idilios en los años 80 con celebridades del calibre de Prince o Sylvester Stallone; aunque, a modo de curiosidad, acabaría casándose con Ronn Moss, el Rowdy Abilene de Hard ticket to Hawaii. Guns se rodó tanto en Hawaii como en Las Vegas en marzo de 1990, estrenándose limitadamente en salas estadounidenses en noviembre de ese mismo año para a continuación seguir la estrategia de mercado habitual en este tipo de cintas: hacerse su hueco en los videoclubs de todo el planeta. En España recibió el título de Ráfaga Infernal.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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