Rostros de culto: Franco Garofalo

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El Reverendo tiene el placer de inaugurar sección en el Gabinete, con la que se pretende dar reivindicación a una serie de intérpretes que, de una u otra manera, suponen hoy en día todo un peso característico para nuestro adorado cinemabis. El objetivo será rendir respeto y admiración a algunos de esos rostros memorables que poblaron las pantallas de los cines de barrio, las dobles sesiones, o las contraportadas de muchas antiguas ediciones en VHS de todo tipo de géneros. Profesionales que han vivido diferentes etapas de la explosión del cine de consumo popular más transgresor de décadas pasadas, y que hoy en día son memoria viva de aquella industria añorada, participando en un cine desvergonzado y visceral que bajo los estamentos del bajo presupuesto originaba mecanismos de producción con apasionantes y oficiosas ínfulas artísticas, siempre dentro de una naturalidad autoral que hacen que hoy muchas de esas propuestas sean disfrutadas con enorme encanto. Por lo tanto, y como primera entrega de la sección, esta semana el Gabinete estará dedicado exclusivamente a uno de esos rostros inolvidables, el actor italiano Franco Garofalo.

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Garofalo (también acreditado con pseudónimos anglosajones como Frank GarfieldFrank Garland o Christopher Oakes) es uno de esos indelebles intérpretes que supuso en la década de los 70 y 80 uno de los rostros más peculiares y característicos de la explotación italiana, con un nutrido grupo de papeles que hicieron de él uno de esos habituales en producciones de todo tipo. Nacido en Nápoles en 1946, Franco se inicia en la interpretación al mismo tiempo que comienza la década de los 70, y tras haber aparecido en pequeños papeles en películas como el Spaghetti Western Lo chiamavano Verità (1972) o la comedia erótica Canterbury proibito (1972), realiza su primer papel de trascendencia de la mano del director Elo Pannaciò con Il sesso della strega (1973), un thriller sobrenatural con ciertos toques del giallo, corriente en eclosión comercial aquel año; con Pannaciò repetirá en Lucifer: El ángel maldito (1975), film que pretendía aprovecharse del satanismo imperante en la época gracias al éxito de El Exorcista (1973), no sin antes aparecer en la co-producción italo-americana The Arena (1974), un producto que Roger Corman produjo en Italia dentro del fenómeno de las women in prison films, donde Franco compartiría reparto con todo un icono como Pam Grier. Si hay algo que se pueda destacar de la carrera de Franco Garofalo es la cantidad de (sub)géneros en los que participó (por extensión, algo aplicable a muchísimos de sus colegas coetáneos), dejándose ver también en el bélico con Valientes en el infierno (1974), junto a toda una eminencia del exploit como Klaus Kinski, o en el poliziesco con Brigada todoterreno (1976) compartiendo cartel con Jack Palance Tomás Millian, la elemental aportación a la corriente de Massimo Dallamano  Colt 38. Escuadra especial (1976) o  La banda Vallanzasca (1976), que bajo la dirección de Mario Bianchi supone uno de los papeles que el propio Franco recuerda con más cariño, pudiendo señalar también Il commisario di ferro (1978) junto al gran Maurizio Merli. Los ojos de las estrellas (1978), una de esos sci-fi locos italianos, es para Garofalo su participación a la ciencia ficción trasanlpina; al año siguiente, en 1979, el científico loco que interpreta en la peculiar y estrambótica Ciao ni! será otro de sus papeles más recordados.

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Con el comienzo de los 80, década en la que la explotación italiana entra en un alienada y loca etapa, Franco Garofalo inicia sus colaboraciones con Bruno Mattei, director trash tan incombustible como  añorado; con él rueda la co-producción hispano-italiana Apocalipsis Caníbal (1980), una zombie movie con un rol casi protagonista altamente recordado, y el díptico nunsploitation formado por La verdadera historia de la monja de Monza (1980) y Terror en el convento (1981), aquí en papeles algo menores. Poco después también rodaría con otros grandes nombres del cinemabis italiano como Sergio Martino en un post-giallo llamado El asesino del cementerio etrusco (1982), Luigi Cozzi en en el peplum de corte fantástico El desafío de Hércules (1983) o un Fernando Di Leo vendido a la moda del actioner con Raza violenta (1984), momento en el que la carrera interpretativa de Franco comenzaba a diluirse al mismo tiempo que se iniciaba la decadencia del cine de géneros en el país con la paralela irrupción de las televisiones, medio en el que  también participaría ya en los 70 con Los orígenes de la mafia (1976).

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Una serie de problemas mentales obligó a nuestro protagonista, a finales de los 80, a retirarse de la interpretación. Pero justo antes de ello, y de manera testamentaria, Franco dirige, escribe, produce y protagoniza un mediometraje llamado Schizofrenia di un attorepieza surrealista, misteriosa e hipnótica que, a pesar de ser hoy en día una obra underground rarísima, Garofalo consiguió que se pudiese estrenar en algunos festivales, teniendo hoy el peso del auto-homenaje a su figura. Además, el actor publica  una autobiografía llamada La vendetta di un attore schizofrenico, que aborda bajo petición expresa de sus fans todas sus experiencias tanto profesionales como personales. El Gabinete rendirá tributo toda esta semana a Franco Garofalo con la reseña de varios de sus films, como su doble colaboración con Angelo Pannaciò en Il sesso della strega y Lucifer: El ángel maldito, dos de sus tres trabajos con Bruno Mattei como Apocalipsis Caníbal y Terror en el convento, además del análisis de Schizofrenia di un attore, toda una pieza meritoria de descubrimiento. La semana culminará con la entrevista que muy gentilmente Franco Garofalo ha concedido al Gabinete, que ha supuesto para quien esto escribe un enorme orgullo y placer. 

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Stay tuned, camaradas, reciban un cordial saludo.

 

4 comentarios en “Rostros de culto: Franco Garofalo

  1. Sí señor, aplaudo la nueva sección. El empleo de los rostros en el bis italiano es digno de mención. Y, junto con la presencia en pantalla que debe tener el actor, su uso como paisaje humano me parece fundamental, a veces incluso más importante que la técnica teatral (que no se corresponde exactamente con la actuación en el cine, desde mi punto de vista).
    Lo seguiremos con atención.

    • Muchísimas gracias, Crítico Abúlico. Sí que es cierto que la «fisicidad» facial de muchos de estos intérpretes resultan esenciales para comprender muchas de las aristas fílmicas de esos (sub)productos en los que solían aparecer. Además de ello, hoy en día me parece una ocasión la posibilidad de, a través de estos rostros, conocer y comprender las vicisitudes y caminos más desconocidos de ese cinemabis que tanto nos apasiona, del que ellos fueron sus principales valedores.

      Enorme abrazo!

  2. Curiosamente éste actor tiene un parecido más que razonable con su tocayo y compatriota Franco Citti, colaborador habitual de Pasolini que aparece también en «El Padrino III»

    Un saludo, Reverendo!

  3. ¡Un parecido mucho más que razonable! Citti (que aún daba por vivo y acabo de comprobar que falleció este mismo año) es otro de esos personajes que merecerían aparecer por aquí más pronto que tarde. Tuvo una carrera muy productiva y, en efecto, yo le recuerdo principalmente por el film que mencionas y «El Decameron» Pasoliniano.

    Abrazo fuerte camarada!

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