Dossier Giallo: «La muchacha que sabía demasiado» (Mario Bava, 1963)

Como incuestionable pieza germinal del giallo, La ragazza che sapeva troppo de Mario Bava nos relata la historia de un joven turista llamada Nora Davis quien, tras ser testigo de un crimen, se involucra en la investigación de una serie de asesinatos que están atemorizando a Roma; un serial killer no sólo pone en jaque a la capital italiana, sino que escoge a sus víctimas por estricto orden alfabético de apellido.

Atribuida por muchos analistas como el primer giallo canónico de la historia, Mario Bava se insufla en unas claras inspiraciones venidas del cine de Alfred Hitchcock (probadas ya no sólo con su título, sino también con esa escena de apertura y el suspense hacia unos cigarrillos), para estandarizar una serie de tropos hacia lo que en aquellos primeros años 60 se podía entender como la tradición italiana del suspense, que a medida de una serie de títulos, todos ellos con herencia hacia las filias británicas del thriller, tendrían su punto de inflexión con el estreno de El pájaro de las plumas de cristal (Dario Argento, 1970); este film provocaría una enorme emulsión industrial, no siendo casualidad que en ella sea vea una depuración estética, propia de los estigmas visuales y temáticos de Argento, a algunos de los elementos ya vistos en esta obra de Bava. Uno de estos fundamentos es la inmersión psicológica de la aquí protagonista Nora Davis, aficionada a la literatura de los gialli y que deberá hacer una introspección psicológica para discernir entre lo que es veraz o sólo está en su imaginación; en cuanto a sus aficiones literarias, esas obras de crimen y misterio de la editorial Mondadori con lomo amarillo y que dieron nombre popular al suspense italiano, hay no pocas referencias en el film de Bava: una voz en off que nos describe a Nora Davis como una mujer de «imaginación desbordante», haciendo acto de presencia en diferentes lugares de la narración, proponiendo una anexión de la obra cinematográfica con sus innegables referentes literarios.

Además de esas filias hacia el thriller británico de consideraciones psicológicas (Nora como investigadora espontánea, que ante todo debe de encontrar la verdad al misterio), Bava propone una escenografía magnífica, desde la Roma potencialmente turística de sus escenas diurnas (que aprovecha a enseñarnos al mismo tiempo que Nora la conoce en compañía de su partenaire, el Doctor Marcello Bassi), que contrapone en su paralela recreación del crimen y misterio, tanto en la muestra del reverso tenebroso de la ciudad italiana (Roma como escenario del crimen, envuelta de oscuridad), como en su recreación de interiores, donde el director saca a relucir el mismo pulso tonal visto en sus obras de corte gótico. Estos aciertos estilísticos crean una curiosa confrontación formal en su tono, ya que el avance de la investigación se produce bajo una remisión infantil hacia su protagonista que expande una especie de costumbrismo cómico en la relación romántica entre Nora Davis y Marcello Bassi; un choque de modulación que nada tendrá que ver con los posteriores gialli de Bava, mucho más abruptos y áridos.

Pero la película se engrandece en su esparcimiento del elemento del misterio en interiores, expandido bajo los efluvios barrocos del horror gótico del director; aquí se aguarda ese reverso de oscura creatividad artística hacia el suspense, no faltando muchos de los componentes ligados para siempre en los gialli: sospechosos, falsos culpables o la imponente oscuridad en sus retazos escénicos más crueles, con las tinieblas siempre rodeando al elemento del asesinato. La simbiosis previamente citada carbura entre el propio viaje turístico a Roma (en clave de comedia), el turbio revés de la protagonista al enfrentarse ante toda una ola de asesinatos, la distorsiones de realidad derivadas de ello, la importancia de la labor del testigo y su viaje interior psicoanalítico, o el suspense aderezado con un elemento del crimen aupado por una escenografía perturbadora… Sin olvidar otro importante punto de partida como es el del investigador espontáneo y casual, que ha de enfrentarse al misterio bajo un feedback personal por parte del villano, con una paralela investigación policial que no siempre es tan efectiva como se la espera.

La muchacha que sabía demasiado parte de una historia de Ennio de Concini (guionista de Divorcio a la italiana [Pietro Germi, 1961]), Eliana de Sabata (especialista en cine romántico y melodramático) y una eminencia como el director Sergio Corbucci, que posteriormente desarrollarían Mino Guerrini, Francesco Prosperi y el propio Mario Bava. Leticia Román interpreta a la protagonista Nora Davis, encantadora en su personaje; bellísima actriz que venía de rodar El lacero negro (Giacomo Gentilomo, 1962) con Mel Ferrer y posteriormente la versión que Russ Meyer hizo de Fanny Hill (1964) en Europa, con el público norteamericano descubriendo su belleza cuando interpreta al personaje de Pia Monteri en un par de episodios de El hombre de CIPOL (The Man From U.N.C.L.E.), el inolvidable serial protagonizado por Robert Vaugh. Su compañero interpretativo, formando una pareja inolvidable como respuesta romántica, es el doctor Marcello Bassi interpretado por John Saxon, actor neoyorquino de ascendencia italiana que desarrolló una gran parte de trabajo en Italia, como su aparición en Tenebre (Dario Argento, 1982), un evidente homenaje a su aparición en esta película. Milo Quesada (encomiable rostro reiterativo en multitud de subgénero), o una de las grandes damas de la cinematografía italiana, Valentina Cortese (a la que Truffaut puso en el panorama con La noche americana [1973]), completan el reparto.

Un saludo desde el Gabinete, camaradas.

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