Videoman (Kristian A. Söderström, 2018)

Videoman poster

Coleccionismo de VHS, el terror italiano de las décadas de los 70 y 80 y el J&B; esos tres pilares marcan la vida de Ennio Midena, un hombre ahogado por el alcohol y que encuentra en su obsesión por el cine de culto el sostén para labrar un día a día que también tiene andamiaje en el santuario que alberga en su sótano: una ampulosa colección de cintas VHS con la que pretende incluso fomentar un nuevo videoclub, ese modelo de negocio que urdió auténticos templos para los que nos consideramos amantes del horror underground. Ennio se confabula como una persona a contracorriente en su intento de dar consistencia a su fanatismo por el VHS, como una propia metáfora de la nostalgia, campo conceptual que rodea a esta Videoman.

Nos encontramos ante una película sueca de 2018 dirigida por Kristian A. Söderström, una pieza que soterrada por una discreta vida comercial que quizá, sin pretenderlo, va camino de encontrar el mismo reducto de creciente culto que las películas que conforman su oda retrospectiva a las películas cuya mística viene embalsamada en cintas de vídeo; pasó totalmente desapercibida en su día salvo por su proyección en algunos festivales británicos como el Fright Fest o el FilmFear, como una película de género que ofrece una vena sincera hacia esa mirada melancólica a las aristas escénicas de décadas pasadas.

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Siguiendo con el esquema argumental, Ennio, dentro de sus habituales cacerías de VHS  en el mercado de segunda mano, encuentra una auténtica joya: una edición de Nueva York bajo el terror de los zombies (1979) de Lucio Fulci (titulada en algunos países como Zombie, no confundir con el Dawn of the Dead [1978] de George A. Romero) en una enorme caja de cintas de vídeo que es obligado a comprar para adquirir tan preciado tesoro. Ennio vive por y para su sótano, una man cave repleta de VHS en la que rinde tributo a su colección incluso haciendo de oficio las labores de videoclub entre sus allegados. Un día recibe una oferta irrechazable por su recién adquirida pieza; un personaje anónimo, que responde al nombre de Faceless, relacionado con los más turbios recovecos de Internet, le ofrece 10.000 euros por la cinta. Ennio parece encontrar alivio a sus problemas económicos, y poder así abrir una nueva tienda de vídeo para revivir el fenómeno del VHS, aunque lamentablemente su cinta ha sido robada y emprende una infatigable lucha por encontrar tanto a la película como al causante del hurto. Al mismo tiempo, conoce a una mujer, sumida por una emotiva nostalgia hacia la década de los 80, que vive una delicada situación personal y laboral. Ambos, a los que les une la desesperación de una sociedad que carbura mucho más rápido que sus vidas, vivirán una situación que les pondrá contra las cuerdas. Sus vidas convergerán hacia la unión mientras su situación de desesperanza se vea en aumento.

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Videoman se apropia de los esquemas narrativos del thriller para trazar su discurso en torno al nihilismo, la desolación y el aislamiento, con la mirada de añoranza a los viejos tiempos en una sociedad que impone rendirse a la distensión digital de la era moderna. Su poso argumental es toda un guiño al aficionado: sobre su protagonista, Ennio (Stefan Sauk, visto en Millennium 1: Los hombres que no amaban a las mujeres [2009]) se crea un microcosmos repleto de pasión y añoranza hacia las venas fílmicas más disruptivas del género, con el halo polvoriento de los VHS y el objetivo ampliamente dirigido al terror italiano de los 70 y los 80. Söderström amplía el contexto haciendo que su película también inspire mirada hacia las venas menos condescendientes del cine de género con su carga audiovisual: una atmósfera de tenue cromatismo, hermetismo escénico en los espacios cerrados y una saturación impostada del espacio/tiempo. Ennio tiene al giallo como su género favorito, y se transporta a uno en su propia vida entrando en una espiral de dependencia al alcohol (por supuesto, botellas de J&B), paranoia, y situaciones surrealistas. Esta diatriba pasa por ser uno de los puntos álgidos de Videoman: compartiendo el discurso de su película, traza una mirada directa hacia las narrativas y tropos de las pasadas cinematografías de género en un sentido donde la nostalgia fílmica carbura a favor de una asimilación personal, una intención sincera de retrotraerse a las disruptivas maneras de las cinematografías añejas no cayendo en la auto-consciencia; una visión compartida con otros discursos retrospectivas hacia estos lenguajes (como el consabido «neogiallo»), una mayoría de cintas que parecen quedarse en la superficie de lo estilístico  y siendo demasiado diáfano en unos homenajes donde prima más la pasión desenfrenada que el oficio. Videoman crea su propio lenguaje, sin obviar el punto de mira hacia el giallo y las derivaciones de estilo que surgieron a raíz de él (a colación de esto, dos personajes trazan el debate sobre la supuesta etiqueta de Suspiria [1978] como giallo), implementando una personalidad perturbadora que repesca la radicalidad en la puesta en escena, apoyándose aquí incluso en su BSO retrowave, yendo hacia un discurso propio que ambiciona el innegable tributo.

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Videoman es una película sombría, que parece aprovecharse de la orografía suburbana de Suecia para apropiarse de una gélida concepción del espacio; suspense poco convencional que se enrabieta a la hora de indagar en su historia romántica, más cercana al dramatismo existencial que a los recursos argumentales que ese tipo de historias suelen desarrollar. A pesar de la oscuridad visual que añaden cierta transgresión a sus conceptos contextuales, no esconde, en sus aristas desgarradoras acerca de la obsesión y el destierro, ligeros apuntes hacia el cómico divertimento, que radica en la melancolía de sus personajes. Una pareja que lucha ante su posición fuera de tiempo, una pasional mirada hacia la nostalgia en la que bajo la figura de Ennio meterá al espectador en un thriller abrupto donde el abanico de filias del protagonista dan entereza a las formas de la propia película. Ennio tuvo en su día una de las tiendas de vídeo de referencia; ahora, añora esos ecos pasados dando forma a su sótano con una pasión que se niega a rechazar a pesar de los nuevos tiempos. Su feroz lucha por la supervivencia a la hora de dar caza por toda su ciudad de su más preciado tesoro nos trae una de las películas de género más completas de las últimas temporadas. ¿Razones? Su visión nihilista de la condición humana, su inteligente revisión de las enfervorecidas muestras del suspense italianas y la confección de un férreo universo propio (por extensión, el del propio protagonista) que añora un cine de género arraigado en un culto minoritario, pero con la suficiente fortaleza de la reivindicación del aficionado que permite su estancia dentro de los más acertados tiempos del cinemabis. Söderstrom asimila esto con inteligencia, y recrea una mirada a los viejos tiempos con un film que hasta hora es único en su especie. Cojan su botella de J&B y déjense llevar por los oscuros recovecos del thriller de poderío impenetrable que el cineasta sueco fomenta poniendo el foco en una añoranza sincera a las reversiones propias de la época dorada del cine de género.

Saludos desde el Gabinete, camaradas.

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2 comentarios en “Videoman (Kristian A. Söderström, 2018)

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