House of the Witchdoctor (Devon Mikolas, 2013)

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Popularmente se dice que toda película de serie b debe tener al menos alguna estrella pasada del género en decadencia artística. Esta táctica, bien requerida actualmente entre la nueva generación de cineastas del terror que traen para sus productos a aquellos actores que idolatraban cuando eran púberes espectadores, se convierte casi en el principal reclamo de este House of the Witchdoctor. Y es que, como ya adelantábamos en el Coming Soon de hace semanas sobre la película, en este film nos encontramos con nada más y nada menos que Bill Moseley, reactualizado como icono del terror gracias a Rob Zombie; Leslie Easterbrook, la voluptosa y espectacular teniente Callahan de la saga Loca Academia de Policía  (también rescatada por Zombie en Los Renegados del Diablo y Halloween. El Origen; Dyanne Thorne, uno de los mayores iconos de la sexploitation gracias a la saga de Isla, la dominatrix nazi, que aquí además estará acompañada por su marido Howard Mauer (compañero de reparto habitual de la actriz, la misma que vive ahora en un retiro interpretativo cobrando por sus autógrafos en las convenciones de fans).

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Devon Mikolas es un joven realizador norteamericano proveniente del cortometraje, que aquí se estrena en el largo. House of the Witchdoctor viene a engordar esa nutrida producción de cine de terror realizado por y para la industria del videoclub, que ahora muta con el cada vez más recurrido video on demand, formato en el que el film se presentó hace unas pocas semanas. Digamos, para ir adelantando el análisis del film, que House of the Witchdoctor es mucho más buenas intenciones que resultados y tiene en un su reparto la mayor parte de su encanto. La trama engloba al recurrido grupo de jóvenes que van a pasar un fin de semana a la casa de los padres de uno de ellos (Moseley y Easterbrook); estos días de descanso, que deberían ser unas jornadas de relajación disfrutando de los placeres de las drogas y el sexo, se verán truncados cuando una pareja de criminales recientemente puestos en libertad acaben en el domicilio originando en los jóvenes una pesadilla de sexo y sangre.

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House of the Witchdoctor es una clara mezcla de subgéneros, pudiendo notar importantes rasgos del slasher (el prólogo del film se encuadra perfectamente en la tónica), la home invasion (el núcleo principal de la trama es el acoso y derribo que sufrirán los jóvenes dentro del domicilio), las rape and revenge movies (los asesinos son unos psicópatas sexuales) y con un importante halo de satanismo en su último tercio. Lo mejor del film es que a pesar de sus limitados medios logra obtener una atmósfera y calado bastante sórdidos, aunque ese mix de géneros no acabe de funcionar tan bien como se necesitaría. Se encuentran muchos guiños, influencias y referencias a grandes clásicos del género: el acoso externo en el domicilio que parece evocar al John Carpenter de Asalto a la comisaría del distrito 13, donde un a ubicación central es la desembocadura de dos tramas paralelas, la de los criminales y los jóvenes. El cáracter de estos asesinos, despiadados, basa su exageración (este derroche de maldad acabará jugando en contra, ya que resta bastante credibilidad a los antagonistas) parecen recordar a los nerds psicóticos de La Última Casa a la Izquierda, aunque el realismo que gozaban los villanos en la película de Craven era apoyado por un toque tan sucio como naif que aquí no se logra. Precisamente, uno de los criminales guarda bastante parecido con Chop-Top, uno de los villanos más carismáticos del cine de terror de los 80 aparecido en La Matanza de Texas 2  e interpretado por Bill Moseley, un guiño bastante poco sutil a la presencia del intérprete en la película.

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Aunque la película de Nikolas navegue bajo los efluvios del cine de baja estopa, cierto es que varias bazas juegan a su favor: primero, su poca sutileza la hora de mostrar elementos sórdidos como asesinatos, violaciones y desnudos gratuitos. Aunque sea bajo un estilismo poco novedoso y alejado del realismo de otros grandes clásicos de estas lindes como pudieron ser las prohibidísimas en su día nasty movies, es de agradecer que el film pretenda mostrar tintes espeluznantes. Otro aspecto a tener en cuenta es su tercio final: sin desvelar algún que otro secreto de la trama (que el espectador experimentado en este tipo de films adivinará rápidamente), cabe decir que el film torna su trama en satanismo en un desenlace que convierte en víctimas a los malvados (su principal eje de unión con las rape and revenge movies) en una serie de secuencias carentes de la atmósfera distinguida de otros efluvios actuales del cine satanista pero que, al menos, supone una rotura de esquema argumental bastante interesante.

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House of the Witchdoctor no es una gran película, aunque destaca por mostrar cierto oficio dentro del monumental catálogo fílmico de horror que estrena actualmente en su categoría. Se podría hacer mención al trabajo actoral: del joven reparto de desconocidos que dan físico al grupo mononeuronal tan típico de estos acercamientos al slasher, destaca la joven Callie Stephens como Leslie, quien aquí adopta una curiosa acepción del término de final girl con un giro muy suculento hacia el final; la pareja de asesinos, por cierto, a pesar de gozar de una sobreactuación bastante reprochable, muestran un lado esquizoide admirable. Para el aficionado, al menos, quedará la grata experiencia de ver en pantalla al siempre grande Bill Moseley  (ojo a la vuelta de su personaje en la mencionada traca final) y la (breve, pero placentera) presencia de Leslie Easterbrook y Dyanne Thorne, dos pasadas bellezas voluptuosas en una inevitable decadencia física que demuestra aquello de que la edad no perdona. Aún así, en el caso de Thorne, acompañada aquí de su marido Howard Mauer, es un placer doble ya que la famosa Ilsa llevaba en retiro desde el año 1987. Film recomendable, aunque sólo para (muy) amantes de los subgéneros que se referencian sin rubor.

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Dyanne Thorne, en sus tiempos más voluptuosamente exitosos.

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La Sargento Callahan, gran icono erótico para los que fuimos prepúberes en los 80.

Saludos desde el Gabinete, camaradas.

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