Se había creado mucha expectación con el último trabajo de David Fincher. Esta tenía una clara extra motivación al encontrarse el director con su género predilecto, aquel que le lanzó a la fama de cabeza con Seven (1995) conformando el enclave narrativo donde ha sabido sacar mucho mejor su potencial, no desdeñando sus otros importantes trabajos para todos sabidos. La trama, aunque dentro de unos elementos quizá demasiado recurridos, se antoja muy interesante: una pareja está a punto de cumplir su quinto aniversario de boda y la mujer desaparece súbitamente de su casa dentro de un escenario que podría dar que pensar hacia a una desaparición en contra de su voluntad. El marido, interpretado por un Ben Affleck quien ya ha circulado con temática similar en su debut como director en Adiós pequeña, adiós (2007), asume rápidamente el protagonismo de una trama que permitirá a Fincher desarrollar unos inquietantes juegos con su peculiar forma de ver, sentir y vestir el género. Gillian Flynn guioniza su propia novela, logrando un libreto sólido y con sus aristas bien cimentadas, dando carta abierta al director a una manipulación interesantísima. Sigue leyendo