Chicks with Guns: «The Dallas Connection» (Drew Sidaris, 1994)

Enemy Gold tuvo una especie de secuela con The Dallas Connection, aglutinando en una dupla de obras las dos aportaciones de Drew Sidaris al universo cinematográfico de su padre. Si bien ya hemos considerado estas dos cintas como una franquicia paralela a la saga L.E.T.H.A.L., la que nos ocupa aborda una trama en la que un grupo de científicos son asesinados misteriosamente en el enclave de una convención. Desde las organizaciones se cree que la oleada de homicidios se esconde la publicación de un satélite capaz de eliminar cualquier arma del mundo, por lo que el científico Antonio Morales solicita protección a la agencia de espías protagonista en Enemy Gold.

La nueva aportación a la Triple B de Sidaris es una reiterativa apuesta argumental formada por  espionaje, mercenarios, voluptuosas presencias femeninas y la ya consabida acción de explosiva conclusión. Si bien no existe ningún atisbo de innovación hacia su desarrollo (que tampoco se esperaba, por otra parte), The Dallas Connection se mantiene en el imaginario del devoto consumidor de los direct to video ya casi exclusivamente por el  elenco interpretativo femenino. Y es que, a partir de aquí se inicia lo que algunos denominan la llamada «etapa asiliconada de Sidaris», donde las intérpretes ya responden a unos cánones físicos de de excelsa cualidad neumática imperante en el momento, con Pamela Anderson ya convertida en todo un icono popular. La protagonista es  Samantha Phillips en el papel de la espía buena Samantha Maxx, actriz que se adhirió a la franquicia Sidaris aquí a raíz de ser la Pet of The Month de la revista Penthouse en junio de 1993, aunque su labor interpretativa ya venía respaldada dentro del panorama underground  con títulos como Phantasma II. El Regreso (1988) de Don Coscarelli o trabajando a las órdenes de Albert Pyun en Deceit (1990) o Dollman (1991). Su personaje, lejos del carisma de las ya añoradas Donna Hamilton, Taryn, o Nicole Justin, formará equipo con la pareja de detectives venida de Enemy Gold: Chris Cannon (Bruce Penhall) y Mark Austin (Mark Barriere), en contra de los malvados planes de quienes persiguen con todo esfuerzo el satélite. Pero tendrán una triada de mercenarias de armas tomar, especialistas en el arte de matar, con sugerentes nombres en clave: por una parte, Black Widow (una Julie Strain cada día más cómoda trabajando con Sidaris), Cobra (Julie K. Smith, otra de las últimas musas del director) y Scorpion (Wendy Hamilton), trío de asesinas a sueldo sobre las que recaerá, y no es para menos, todo el interés del público.

Encontrando algunas de las taras narrativas que ya había en Enemy Gold, en lo relativo a una narración mucho menos dinámica a la que el universo de Andy Sidaris ya nos tenía acostumbrados, la película cumple a la hora de mostrarnos las esperadas secuencias de acción marca de la casa, a lo que hay que sumar una concepción más visceral en lo que a las escenas eróticas se refiere: mucho más ligadas ya al softcore, subgénero en el que en aquellos 90 se alió el erotismo televisivo de pases nocturnos, nos permite disfrutar ya no sólo de un gran opening en el que Black Widow hace honor a su nombre en clave, si no que nos presenta a Julie K. Smith como un auténtico torbellino del erotismo de la década (nombre muy significativo en el star system del thriller erótico a partir de entonces), y ya no sólo en lo que a sus posteriores trabajos con Sidaris se refiere. Con una clara bajada de nivel en lo que a acción, hilaridad, y divertimento, relativo al espectáculo que habíamos visto en las películas de la Triple B, las tres asesinas pasan a ser el único símbolo diferenciador de esta The Dallas Connection, con la factoría Sidaris ya dando una ponderación más evidente a los cuerpos explosivos como elemento principal, y no como un complemento a las historias de acción, lo cual le hace perder bastante frescura.

Con los ya mentados Bruce Penhall y Mark Barriere repitiendo papeles, Rodrigo Obregón vuelve a ser otro de los infatigables colaboradores del clan Sidaris con su papel de Antonio Morales, el aterrorizado científico que pide ayuda a la agencia. Además, Julie Strain se sigue abriendo paso como musa absoluta del cine de explotación de los 90, con otro papel que le viene como anillo al dedo para demostrar la erótica ferocidad de su gran envergadura escénica. Poco más que añadir, salvo que el personaje de Cobra, quien descubriremos que es un agente del gobierno encubierto, es el nexo de unión con la siguiente película, donde Andy Sidaris volverá a la acción recuperando el universo L.E.T.H.A.L. Esto permite que Julie K. Smith y  Julie Strain se conviertan en la dupla estelar en las dos últimas obras del director.

Rodada  prácticamente en su totalidad en Dallas y Louisana, se respeta el aroma tejano impuesto en Enemy Gold, formando una continuidad estilística en las dos entregas dirigidas por Drew. Al igual que su predecesora, The Dallas Connection cuenta en su producción con capital japonés, tal y como podría demostrar la participación del actor oriental Gerald Okamura (secundario de rostro característico como bien demuestra la multitud de piezas de acción en las que participó), y que hace que el estreno mundial de la película se produjese en el país nipón en septiembre de 1994; sin poder constatar el hecho de que esta premiere tuviese o no lugar en salas de cine, de lo que no hay duda es que poco después la obra irrumpió en los videoclubs de todo el mundo.

Saludos desde el Gabinete, camaradas.

Un comentario en “Chicks with Guns: «The Dallas Connection» (Drew Sidaris, 1994)

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