Publicado originalmente en Cine Maldito
Con el inicio de la década de los 2000 una hornada de jóvenes directores pegaron un puñetazo en la mesa del cine fantástico y de terror, ofreciendo una serie de productos que sin abandonar del todo una etiqueta mainstream consiguieron calar hondo en el aficionado y de paso revitalizar un género con una salud precaria. El músico Rob Zombie con su saga dedicada a la familia de psicópatas Firefly, un Eli Roth apadrinado por célebres nombres como los de Quentin Tarantino y David Lynch, el francés Alexandra Aja que ha sabido salir bastante airoso de la moda del remake o un James Wan que sorprendió a más de uno con la truculenta Saw, son sólo unos pocos nombres del denominado Splat Pack, esta generación de cineastas que ha sabido alimentar al fantástico con un amor irrefrenable al terror añejo en base a la posición tremendamente cinéfaga de sus creadores.