El reciente lanzamiento de Knock Knock de Eli Roth ha planteado que se recupere del olvido un film tan atado formal y estéticamente a su época y a la vez tan desconocido en nuestro tiempo como Las Sádicas, dirigido en 1977 por Peter S. Traynor. La película planteaba una premisa tan básica como es la home invasion, consentida y aparentemente inofensiva en primer término, perpretada por dos jovencitas de aspecto inocente y virginal interpretadas por Sondra Locke y Colleen Camp, quienes conquistan a un padre de familia modélico dramatizado por un Seymour Cassell al que acabarán haciéndole sufrir hasta el extremo en el propio domicilio familiar, símbolo este de una ejemplar y envidiada existencia que se ve agitada desde los más hondos cimientos morales del sufrido protagonista. Conviene aprovechar la confesa revisión perpetrada por Eli Roth para recuperar el film original, además de rescatar de los olvidos la copia descarada parida en 1980 por el incombustible Manuel Esteba dentro de la por entonces incipiente cinematografía hispana del destape, Viciosas al desnudo. El film de Roth, de reciente proyección en el festival de Sitges y ya visionado por servidor, también será objeto de análisis en un intento de comparar las tres visiones de una premisa argumental básica pero que parece dar de sí unas ramificaciones identificativas que cada realizador intenta hacer propias.
Las Sádicas (Death Game, Peter S. Traynor, 1977)
Mucho más conocida por su título original que por el poco sutil epíteto con el que sería distribuida en España, en Las Sádicas Seymour Cassel interpreta a George Manning, quien es presentado como un padre familiar de referencia con una vida cómoda y anhelada por cualquier americano medio. Todo cambia cuando su mujer e hijas abandonan por unos días su idílico hogar en la San Francisco de los años 70, justo cuando celebra su 40 cumpleaños. En una noche de tormenta recibe la visita de dos jóvenes aparentemente entrañables, que necesitan un refugio momentáneo en tal desapacible nocturnidad. Comenzará entonces una cruenta pesadilla para nuestro protagonista, cuando se vea primeramente seducido y acaramelado por las dos bellas adolescentes que pronto se descubrirán como unas temibles y alocadas lolitas, bajo los hechizantes cuerpos de Sondra Locke y Colleen Camp. La película guarda hoy en día un sello de culto realmente merecido, apostando por una atmósfera mórbida y enfermiza que se irá enrareciendo progresivamente. Realmente es este el elemento que la categorizará, con un calado visual que juega permanentemente con las sombras y los efectos lumínicos en la penumbra, componiendo un delirio de encantadora sordidez.
Las Sádicas es ante todo una película que se ejecuta con honestidad hacia su época; se realiza bajo las maneras artesanales y feístas de ese horror espontáneo y práctico como el de algunos de los títulos clave del underground de los 70, como pudieron ser La Matanza de Texas de Hooper o La última casa a la izquierda de Craven; con esta se emparenta además en el uso de la música de corte hippie de inapropiada jovialidad, a su modo (y como ocurría en aquella) un chocante modo de dotar personalidad a una película raruna ya en su concepción. Señalemos pues un fuera de tono formal, que incluso llegará a ser desagradable, pero que alcanza unas cotas de increíble realismo en unas maneras de crear terror de manera directa, con nervio, y lejanas a todo tipo de efectismos artificiales. Así, el director se ve capaz de mostrar una escena de sexo entre el trío de interpretes de manera deleitosa, sin caer en la gratuidad y en una secuencia rica en matices, hasta proseguir la trama de la película donde elementos como la perversión, la sumisión o la más pura perfidia se transmiten con garra y una naturalidad temible. Gran parte de culpa del acierto de la película es el enorme trabajo de las femme fatales interpretadas por las ya mentadas Sondra Locke (futura musa de Eastwood) y Colleen Camp , capaces de comerse la película en base de conjugar con frialdad y temible credibilidad esa mezcla tan explotada en la película como es la inocencia plagada de una interior malignidad. Ambas, adorables y escalofriantes al mismo tiempo, ven aprovechado su físico sin caer en lo habitualmente fútil de las sexploitation complementándose además a la hora de crear una dupla icónica y pesadillesca. La película también será fruto de su época por el ataque moral que realiza en base al personaje de George Manning, a su modo retrato del americano medio al que pone en tela de juicio por haber caído a la dulce tentación de aprovecharse de la fragilidad de ambas féminas; también se podrían destacar algunas transposiciones sociales de la América de los 70, dañada aún por los estragos de la Guerra del Vietnam y por la explosión de las libertades del mundo hippie y derivados, en la figura de esas dos liberales y alocadas jovencitas que parecen extraídas del alocado harén de Charles Manson y su «Familia».
En definitiva, Las Sádicas es una película degenerada en esencia, onírica en aspecto, pero que guarda para sí muchas de las encantadoras disonancias que hicieron del horror underground de los 70 tan característico e inmortal. Como aquel, el film de Peter S. Traynor es bullicioso y turbado en exceso, algo que hará olvidar algunas de sus pequeñas taras.
Viciosas al desnudo (íd, Manuel Esteba, 1980)
En plena etapa de la transición y de las clasificaciones «S» en España, el realizador hispano Manuel Esteba estrena justo al inicio de la década de los 80 Viciosas al desnudo, remake inconfeso y descarado de Las Sádicas de Peter S. Traynor. Cineasta todoterreno, inclasificable y pintoresco, capaz de hacer desde un émulo de las rape and revenge movies tan digno como Trampa Sexual o procrear las insensateces hechas a medida de los populares hermanos Calatrava, Esteba no sólo parte del mismo punto de partida de la película de Traynor sino que sigue su esquema argumental casi punto por punto. Jack Taylor es Juan Aznar, un escritor de éxito con una vida tremendamente acomodada ejerciendo de ejemplar marido y excelente padre de familia. Cuando mujer e hijos abandonen por unos días el hogar familiar, Aznar recibirá en la tranquilidad de su morada la visita de dos jovencitas necesitadas de un cobijo momentáneo ante la lluviosa noche que acontece. Esteba sigue de manera concienzuda algunas de las escenas célebres del film usado como modelo pero adaptándolas en un contexto afín a la cinematografía del «destape» de la época, ampliando el potencial erótico y morboso como demuestra la característica escena sexual de la bañera; lo que en el film de Traynor era un delirio camp con un acompañamiento musical que lo acercaba al arty, aquí es una muestra menos sutil de sexploitation patria (dentro de lo explícito que pudiera llegar a ser el llamado cine «S» hispano, donde se da citan, entre otros elementos, una felación y subversivos apuntes lésbicos y voyeuristas) donde las jóvenes (unas acertadas Adriana Vega y Eva Lyberten) no durarán en practicar el noble arte sexual con un grupo de jóvenes en una de sus escapadas por la gran ciudad. Estas escenas eróticas, cabe decir, tienen un estilo mucho mas cuidado y elegante que otras películas nacionales de la época realizadas bajo los mismos propósitos, algo que demuestra la entereza de Esteba por plantear ciertas ínfulas autorales.
Aunque no se logre lo dilatado y turbio de la atmósfera de Las Sádicas, Esteba lleva la simpleza de la trama un poco más allá y plantea también, aunque de manera mucho más débil, una especie de retrato de ataque hacia el protagonista masculino interpretado por Jack Taylor (quien vemos anodino y algo incómodo en su papel), así como un retrato «hippiesco» e inconformista de la juventud (se plantea de paso, una curiosa diatriba que presenta al personaje de Taylor como ultra-defensor de ese tipo de juventud pero que no duda en aprovecharse de la debilidad mental de las jóvenes para su disfrute sexual) mostrado con los escarceos de las jóvenes por la ciudad, donde se podría emparentar al film con los alocados retratos urbanos del por entonces incipiente cine quinqui.
El film comparte sus puntos álgidos con la obra original, sobretodo en un acto final donde la locura y demencia de las jóvenes se vuelca contra el hombre y su impotencia e impasividad. Las dos películas también se emparentan en detalles aparentemente menores como la noche lluviosa como inicio de la trama o la violación infantil sufrida por una de las jóvenes como intento de justificación de su enajenación mental; no se consigue, eso sí, ni la atmósfera ni sensaciones tan subversivas y sugerentes de Las Sádicas pero Esteba sí mantiene un feísmo estético bastante aceptable, aprovechado en ese tercio final que se nos muestra a las dos jóvenes totalmente desequilibradas (no en unos matices tan logradamente espeluznantes como las originales Sondra Locke y Colleen Camp) y adueñándose completamente de la película. Realmente, Viciosas al desnudo no es una gran película, y su índole puramente exploit acaba lastrándola y encaminándola más al erotismo de chichinabo que a otras sugerentes querencias creativas, aunque Esteba se destaque en ciertos momentos entusiastas y poéticos, rotos ante un abrupto descenlace que intenta obtener la sugerencia de la conclusión del film de Traynor. Adriana Vega y Eva Lyberten, que se adueñan de la película y dejarán en un muy segundo plano a un sosaínas Jack Taylor, enriquecen de manera sorprendente sus personajes con matices bastante sugestivos, dentro de un componente erótico que se ve en demasía como algo desmesuradamente expositivo.
Knock Knock (íd, Eli Roth, 2015)
Es curioso ver como Eli Roth, promulgado en la escena indie de género norteamericana con uno de esos enfant terrible dispuestos a traer de vuelta los rincones más oscuros del viejo cine de terror, y que acabaría como instigador del llamado torture porn bajo su estimulante saga Hostel, se pasa en Knock Knock al thriller pseudo-erótico dinamitando la premisa de Las Sádicas. Para que conste en acta que, al contrario que ocurría en la versión inconfesa de Esteba, aquí sí que nos encontramos con un remake totalmente declarado, Roth se permite el curioso guiño de acreditar tanto al director Peter S. Traynor como a las actrices Sondra Locke y Colleen Camp (quien además tiene un breve cameo aquí) como productores ejecutivos, además de señalar a los guionistas de la original como creadores de la idea. Bajo la ayuda y colaboración de su camaradería chilena (Nicolás López y Guillermo Amoedo) Roth reescribe la historia para facturar un film que se olvida de emular la atmósfera tan 70´s y desasosegante de Las Sádicas; de hecho, parece no pretenderlo, ya que Knock Knock tiene una narrativa simple y de fotografía cristalina que desestima alcanzar los logros artísticos del film de Traynor (que como ya vimos, construye su premisa en un halo pesadillesco en base a una saturación máxima de su enfermizo desarrollo y una factura pseudo-onírica apabullante), si no que busca revertir algunos de los puntos base de la trama de aquella injertándoles de cierta mordacidad. Aunque la película funcione, salvándose sobretodo por la siempre mirada cínica de Eli Roth hacia el género (y más aquí concretamente al material base), sí que puede notarse como el director parece moverse en un estilo demasiado convencional en el que no se siente cómodo, aunque haya momentos que gocen de un enorme acierto (como aquel en el que el personaje de Lorenza Izzo susurra la sugerente melodía que se recupera en los créditos finales en uno de los puntos culmen de la trama) y su concepción de impacto para la escena funcione pero en un calado mucho más común y tradicional de lo esperado, cuando Roth siempre ha promulgado unas maneras distinguidas de retratar en escena la incomodidad de las siniestras sensaciones. Quizá sea el recuerdo del propio film de Traynor, y su reivindicable manera de enfundarse una perversión muy efectiva de una premisa tan simple, lo que impida disfrutar a pleno rendimiento de Knock Knock, aunque haya que elogiar a Roth que insufle a su película de una personalidad propia, incluyendo además la mejor y más desvergonzada conclusión de las tres películas aquí a examen.
En este caso, el protagonista masculino está protagonizado por un insípido Keanu Reeves, arquitecto adinerado y padre ejemplar, que sufre la conquista y posteriores iras de las lolitas aquí interpretadas por Lorenza Izzo y Ana de Armas. Hay que decir que, a pesar de una concepción algo más exagerada que las duplas de féminas de Las Sádicas o Viciosas al desnudo, la pareja en esta ocasión logra un perfecto equilibrio entre su componente erótico (aún siendo la más soft de las tres películas, su carnal comportamiento está dibujado en la justa medida que la película necesita) y su posterior actitud enajenada se ve asimilado con corrección y efectividad a medida que avance el metraje, aunque el giro de guión a partir de la esencial escena de ducha sea mucho más pronunciado y abrupto que en el material original, y por ende más forzado. Roth se olvida además de incidir en el discurso moralista tan patente en el film de Traynor, solo para acariciarlo en algunas líneas de guión (el dedo parece indicar ahora más bien a la abierta sexualidad de la juventud estadounidense); el director prefiere centrarse en desarrollar la idea principal en un conjunto de escenas con dosis de truculencia y morbo (donde Ana de Armas se apunta un tanto de más respecto a su compañera de reparto), algo que funcionará únicamente bajo la óptica en la que el espectador conecte con una fina hilaridad más que pretendida y a pesar de no estar presentes los tintes híper-violentos y de catastrófica hemoglobina tan característicos de la obra de Roth.
Lo que parece impedir que Knock Knock sea perfecta en sus pretensiones es la más que probable intención de sus responsables de ahondar en un estilo y personalidad mucho más convencional que los instintos reivindicadores que describían las anteriores películas de Roth; aún así, el director salva el proyecto incidiendo en algo que ya hemos mencionado: los claros propósitos de respeto hacia el film original no intentando en ningún momento alcanzar sus cimas creativas tan deudoras de su época (acercándose, este caso, a una personalidad mucho más costumbrista), el mimo con el que se retrata la desenfrenada locura de la dupla de lolitas (sin ningún tipo de aclaración, esta vez, sobre su más que evidente locura, algo citado en los otros dos films y que se veía innecesario) convirtiéndolas en las perfectas maestras de ceremonias de la función; además, conviene reincidir en su final cargado de cinismo, que desentraña el fino sentido del humor con el que Roth ha planteado su revisión.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
«Knock Knock» es un remake soft/puritano/estilo hollywood y por tanto absolutamente mutilado en lo relativo a los desnudos. Además la crucial escena del trio sexual resulta muy deficiente y cobarde.
«Viciosas al Desnudo» (si, aquellos títulos que adjudicaban a las peliculas en esos años para atraer espectadores…) es una obra bastante digna e interesante, sobre todo si tenemos en cuenta que se trata basicamente de un producto de clara inclinación exploitation. Con un poco más de empeño y un poco menos de conformismo por parte del realizador el resultado final hubiera sido realmente sensacional.
Un saludo.
Completamente de acuerdo. Con el paso del tiempo mi opinión de «Knock Knock» se viene devaluando, encontrando en ella como mayor atractivo el rescatar del olvido estas dos películas. Aún así, sí que le sigo viendo cosas interesantes, pero claramente está delimitada por su target de público.
Divulgativo comentario, camarada. Un saludo.
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