Nos encontramos ante una de las cada vez menos subterráneas muestras del fantaterror patrio dirigida por Francisco Lara Polop, activos cineasta de la dorada década de los 70 en lo que fue su única aportación a esta adorada vertiente dentro su filmografía. De espíritu «giallesco» y con el punto de vista en una concepción del terror bastante cercana a la Hammer, su narrativa recurre al eterno y reiterativo esquema del grupo de personajes anclados en una localización ante una amenaza en el propio espacio interior (herencia del archiconocido argumento de Diez Negritos de Agatha Christie) envuelto con un exquisito gusto por la tradición gótica anglosajona que hacen de la propuesta algo atrevido, exótico y visualmente embriagador.

Aunque argumentalmente débil y con un desarrollo de la historia algo esquelético, su acierto recaba en la construcción de una atmósfera oscura y lúgubre protagonizada por la niebla referida en el título, que regala algunas escenas realmente impactantes como la tenebrosa postal de la secuencia del cementerio (en uno de los momentos estrella de la narración) y en general todo el aprovechamiento del terror rural en el puñado de momentos previos al meollo argumental en la mansión. Terror psicológico y tinte oscuro construido con dignidad, apoyado en unos decorados admirablemente bellos y de un exquisito gusto en la puesta de escena, de aspecto renegrido y ambiente impenetrable.

A pesar de la fragilidad del libreto y cierta insutancialidad en sus personajes (salvados por las notables interpretaciones de una espectacular Ida Galli, aquí acreditada como Evelyn Stewart, o las gratas y carismáticas presencias de Eduardo Fajardo o George Rigaud) la grandeza de La Mansión de la Niebla recaba en su infranqueable espíritu de género, con un conjunto de patrones que la hacen consolidarse como una exquisita y rara avis aportación a nuestro fantaterror con los tremendos ecos del fantástico italiano rezumando en cada uno de sus fotogramas.

Saludos desde el Gabinete, camaradas.