Una joven llega a Los Angeles para probar suerte en el mundo de la moda. Se adentra en el mundillo haciendo sórdidas amistades, al mismo tiempo que la naturalidad de su belleza asombra a algunos de los responsables de la agencia para la que ha hecho diversos castings. Nicolas Winding Refn vuelve a ejecutar un esplendoroso ejercicio visual demostrando un estilismo exacerbado, a la vez que justificado, lo que le sirve para confeccionar una narrativa en la que reincide en su sobre-exposición del color y el sonido, en perfecta concordancia, como principal mecanismo descriptivo. Como una constante en su obra, el danés estiliza la imagen componiendo planos que exhiben una impresionante riqueza de la imagen, con la construcción de una atmósfera de pérfida luminosidad, arraigada esta en una conjunción visual que propone al espectador un compromiso extra de exprimir un discurso arropado, que no ocultado, por un virtuosismo que acaba por convertir la estridencia en toda una declaración de intenciones; algo, que recordando las anteriores películas de Winding Refn, no debería llevar a la sorpresa, aunque aquí reconduce sus pretensiones en una perfección en su puesta en escena digna tanto del éxtasis como del desconcierto. Sigue leyendo