Al escribir sobre Wolf Creek 2 es bastante difícil abstenerse de plantear las escasas necesidades de la secuela, cuando la película de Greg McLean estrenada en el 2005 ya gozaba de un status propio que, aún amparándose en viejas aunque eternamente recurridas fórmulas, ya había alcanzando un culto casi instantáneo. Wolf Creek se lanzaría casi al momento como un clásico moderno del nuevo cine extremo arraigado en los estandartes más coléricos del horror de los años 70, convirtiendo a su antagonista, un redneck primigenio interpretado por un John Jarratt extraordinariamente desalmado, en toda una efigie primitiva de la maldad. Es precisamente con esta predisposición como se desarrolla Wolf Creek 2, que dando un ya desmesurado protagonismo a su villano aprovecha de una manera mucho más lumínica los pasajes desiertos de la Australia más profunda: si en la primera parte se exponía la aridez y asfixia de las llanuras aquí estas gozan de un componente mucho más fulguroso, que hace de esta atmósfera de un elemento algo más secundario pero que continúa imprescindible para la potencia visual de la película. Sigue leyendo
Greg Mclean
Wolf Creek (Greg McLean, 2005)
Urbanitas perdidos y sometidos al desconocido e infravalorado poder del espacio rural, siendo cruelmente ajusticiados por subestimar al lugareño ante una supuesta posición privilegiada del habitante de ciudad. Esta atractiva premisa alimentó buena parte del terror de los años 60 y 70, desde los inicios del splatter de la mano de Herschell Gordon Lewis en su 2000 Maniacos (1964), pasando por el Tobe Hooper que fomentara toda una oleada de terror que abrasaba con su calurosa y asfixiante ambientación del territorio rural con La Matanza de Texas (1974), surgiendo a raíz de ella toda una retahíla de émulos. Greg McLean parte en Wolf Creek de una premisa idéntica a la ideada por Hooper, heredando dos principios básicos: el abrumador y desasosiego provocado por la amplitud del terreno campestre (la sofocante Texas es sustituida aquí por la aridez del estéril campo australiano) y un intento de fomentar una violencia realista, dura y muy directa, que en el caso de La Matanza de Texas, en un ejercicio de ponderación de la sutileza, trabajó en base a una siniestra insinuación en detrimento de una tendencia expositiva. Supuestamente basada o inspirada en hechos reales, el poso que Wolf Creek deja en el espectador es el de un trabajado revival de aquel horror, aunque aquí se abogue por un exhibicionismo, controlado y comedido, de lo explícito de la violencia, no enturbiando la mejor de las intenciones de este tipo de propuestas: el dibujo de un terror primitivo y natural, basado en la recreación realista. Sigue leyendo