A mediados de los 80 la situación de la cinematografía italiana de géneros nadaba ya a contracorriente y sumergida, en su mayoría, entre las corrosivas y excesivas maneras del exploit. Así llegaba esta muestra del cine de caníbales aún de moda en aquella década, que se iniciaba con la mediática entrada en escena de la polémica Holocausto Caníbal (1980) de Ruggero Deodato. En 1985 el incombustible e infatigable realizador Michele Massimo Tarantini (aquí acreditado como Michael E. Lemick), que curtió a la Serie B italiana de una multitud de títulos que iban principalmente desde la comedia erótica italiana (La profesora enseña en casa [1978], La maestra va al mar con toda la clase [1980]) hasta la espada y brujería de baratillo (La espada salvaje de Krotar [1984]), dirige una de los últimos vestigios del subgénero antropófago en esta historia en el que un grupo de personas, de distinta índole, alquilan un avión para emprender un viaje al llamado valle de los dinosaurios, región con bastantes impresiones de dicha especie extinguida pero que en ese momento parece estar ubicada por ciertas tribus caníbales. Entre el grupo de personajes encontramos a un profesor universitario y su explosiva hija, a un paleontólogo testosterónico interpretado por el fugaz actor americano afincado en Italia Michael Sopkiw (protagonista, entre otras, de las delirantes Blastfighter: la furia de la venganza [1984] de Lamberto Bava o el 2019 tras la caída de Nueva York [1983] de Sergio Martino donde hacía de una pobre copia del Serpiente Plissken carpenteriano), además de un veterano del Vietnam o de un fotógrafo y dos de sus espectaculares modelos… Como es de esperar el avión sufrirá un accidente lo que dejará al grupo de supervivientes en medio de una enorme selva donde sufrirán ataques por las inclemencias del lugar como arenas movedizas, apariciones de serpientes y pirañas, sus propios conflictos personales y, por supuesto, la aparición de una tribu caníbal sanguinaria.
Tarantini imprime en la película su peculiar y picante sello personal en la inclusión de manera totalmente gratuita de numerosas connotaciones eróticas entre varios de los personajes, aunque el film claramente se trate de una narración de las aventuras selváticas de un grupo de supervivientes; como en el trash italiano de la época, primará un punto de vista bastante ingenuo sobre su género. De hecho, aunque claramente la película se venda como una pieza más subgénero caníbal, lo cierto es que la tribu indígena solo copará de protagonismo un acto intermedio de la narración, cuando utilicen a dos de las mujeres supervivientes como sacrificio para su Dios, un antiguo dinosaurio. Este tramo, realmente el más interesante para quien se acerque a la película seducido por su posible índole de terror, no defraudará en la concepción de algunas imágenes crueles, aunque el aspecto estético de los caníbales no sea del todo apropiado. Aún así, se imprime ese dibujo fangoso y sucio del aspecto selvático antropófago, algo que la asemeja en parte a las grandes obras del subgénero. Poco después, los indígenas desaparecerán para que los miembros aún con vida del grupo protagonista se encuentren con un clan de bandidos que ocupan una parte de la selva, mostrándose (ignoro si aquí el director haya querido imprimir algún tipo de reflexión moral) aún más crueles que los caníbales. De la película habría que destacar que, aunque no tenga los grados de crueldad de las altas cotas del subgénero, Tarantini no se corta a la hora de mostrar sucia y grotesca violencia, que combinado con sus continuos escarceos con el erotismo (y sus consiguientes juegos de cámara donde se resaltan las anatomías del potente reparto femenino de la propuesta, donde por supuesto tampoco falla el inevitable lesbianismo) logran un curioso combo de sangre y tetas, quizá fuera de su tiempo (recordemos que la película nace a mitad de los 80) pero con una gratuidad totalmente debida a su condición de cinta de explotación. Como tal, el film se disfruta gracias a su genuino sentido por la diversión, lo que nos lleva a analizar su ya mentada predilección por la aventura: a este respecto , su protagonista, Michael Sopkiw, funciona como émulo de baratillo del prototipo de antihéroe pulp, engrandeciendo el encanto de la propuesta.
La película está rodada en Brasil, en una localización selvática muy bien aprovechada (el colorido del que aquí también denominan «el infierno verde», guiño en uno de sus diálogos al subgénero, resulta fabuloso), a pesar de que la tonalidad de la película mezcle momentos totalmente ridículos (el acto de apertura, tan absurdo como delirante, no se olvida) con otros totalmente violentos y de cierta crueldad, mezclado todo ello con unos constantes números sexuales que aunque puedan parecer innecesarios, se nota en ellos la mano de Tarantini con la vertiente al jugar con algunos elementos del soft como la lujuria, el voyeurismo o la picantería, que en un escenario de terror como este confabulan el toque extravagante de la película. El director tiene una fina mano para la erótica de la imagen y la explosiva feminidad del reparto de mujeres de la que se aprovechará en todo momento. Es en esta extraña mezcla entre terror y erotismo donde radicará su encanto, así como la desfachatez con la que se asimilan algunos de los tópicos del cine de aventuras (casi todos personificados en el personaje interpretado por Sopkiw, tan mal actor cuya inefable carisma resultará encantadora) aunque nos encontremos con una película de género con muy poca o nula trascendencia para el mismo. Aún así, quien disfrute con el toque descerebrado de este tipo de propuestas, y asimile la locura intrínseca de la explotación italiana de los 80, disfrutará de un film que carece de ninguna pretensión y es una prueba clara de la intrascendencia interna que alcanzaría gran parte del cine de consumo popular italiano durante aquella década.
Perdidos en el valle de los dinosaurios nace como una co-producción entre Italia y Brasil, rodada en plena selva de las Amazonas brasileña. Su reparto, exceptuando Sopkiw, está formado prácticamente en su totalidad por intérpretes de aquel país como Milton Rodríguez o Leonidas Bayer, destacando un auténtico bellezón como la actriz Suzanne Carvalho, quien ya había participado en la anterior película de Tarantini también rodada en Brasil, una women in prison llamada Femmine in fuga (1984), de la que lamentablemente aún no tengo referencias. Cuenta la leyenda que Dardano Sacchetti, uno de los guionistas más reputados del fantástico italiano, participó en el guión, aunque esto ha sido algo que no quedado nunca claro. Lo que sí parece cierto es que la tribu caníbal, mucho más refinados en aspecto que los de otras películas de la vertiente, fueron interpretados por miembros del ejército brasileño que en ese momento se encontraban de permiso. El título original de la película, Nudo e selvaggio, sería traducido en su título internacional como Massacre in Dinosaur Valley; la película gozaría de cierto prestigio entre los aficionados al género al haber sido distribuida en el Reino Unido como Cannibal Ferox 2, en el caótico cachondeo de títulos tan propio del cine de género italiano, aunque no tenga absolutamente nada que ver en su ficción con la película de Umberto Lenzi. También cabe mencionar que parte de la música de sintetizador machacón está extraída de la ya mencionada Blasfighter, la furia de la venganza, donde como ya hemos dicho también aparecía Michael Sopkiw.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.