Con el año 1984 podemos situar al Slasher dentro del comienzo de su decadencia. Pero el subgénero tenía aún mucha guerra que dar, ya que con una serie de bases ya totalmente establecidas para un público que aún se sentía hechizado por historias desgastadas y muy raídas, pero que aún así se establecían dentro del terror de aquellos años aupadas también por la expansión del mercado de vídeo. El Slasher ya no interesaba a la rama más mainstream del terror, por lo que las principales productoras hollywoodienses abandonaron su producción en una decadencia que iba totalmente paralela al a propia situación del cine fantástico en Estados Unidos; el subgénero comenzaba a desaparecer de las salas de cine para acabar abocado, principalmente, al mercado de los videoclubs, donde aún continuó con una pequeña expansión bajo un insistente y enorme seguimiento del público. Pero todavía quedaban por salir a la palestra iconos inmortales para la (contra)cultura del horror como Freddy Krueger, eterno símbolo para el género de todas las épocas con Pesadilla en Elm Street, film en el que Wes Craven llevaba el subgénero un paso adelante combinando sus naturalidades instauradas con una trama surrealista y onírica, en el que villano sólo sería capaz de aniquilar a los protagonistas a través de lossueños. Aunque se habla en ciertos círculos de un posible plagio de Craven a una obra previa llamada The Slayer (1981) dirigida por J. S. Cardone (que ya hemos visto como narraba las aventuras de un asesino a través de las pesadillas de los personajes), lo cierto es que con la primera Elm Street no solo se comenzó una de las más clásicas y trascendentales cintas que han fomentado el impacto del Slasher tal y como hoy lo conocemos; se crea un personaje robusto, de poderosa iconografía en la figura de un asesino de rostro quemado, que cobrará una pasada venganza sobre los hijos de habitantes de Elm Street, aquellos que una vez le desterraron. Con ínfulas en mitos del folclore como el hombre del saco, Freddy Krueger pasaría en las siguientes entregas a caer rendido a unos ademanes bufones a la suerte de la vis cómica de Robert Englund, aunque es irreprochable que en esta primera parte Wes Craven añadió al Slasher un componente de semi-revolución necesario en aquel 1984 que, como era de esperar, arrasó en taquilla.
Sigamos con ese mismo año. En él comienza otra saga bastante simbólica, como es Noche de paz, noche de muerte, siendo la más exitosa de esa pequeña rama del Slasher con ambientación en tan señalada fecha; daría luz a varias secuelas (con nombres en ella tan antagónicos como Monte Hellman o Brian Yuzna), que ya poco tenían que ver con el subgénero. La película causaría bastante controversia entre la rama más conservadora de Estados Unidos por su campaña promocional en el que un símbolo tan familiar e ingenuo como Santa Claus aparecía con una silueta amenazante hacha en mano; aunque tenía todo para convertirse en un éxito de taquilla, esto, sumado a la competencia con Pesadilla en Elm Street, haría que no recaudase lo esperado. Otros estrenos de aquel año comprendía productos ya mucho más minoritarios como Rocktober Blood (o Rockill por algunos lares) de Beverly Sebastian, que es la reincidencia del Slasher en ese horror teatral dentro del heavy metal de aquella década de los 80; Olimpiada de Muerte, en el que un afamado y talentoso lanzador de jabalina se vuelve totalmente demente y comienza a matar adolescentes en un instituto, para que posteriormente los más prometedores atletas del país comiencen a ser asesinados (sorprende el contexto olímpico aquí, quizá propiciado que en aquel año Los Ángeles organizaba los Juegos Olímpicos); The Prey, que volvía a los terrenos del American Gothic con una ambientación forestal en el que comenzarán a desaparecer personajes misteriosamente; en la titulada en España Universidad Salpicada (traducción literal del fascinante original Splatter University), se repasará un campo de acción tan habitual en estos films como una universidad, aportación al Slasher de la icónica Troma;
Locura Sangrienta, con uno de los más bellos póster que daría el subgénero, estaba protagonizada por la popular Belinda Montgomery y dirigida por Simon Nuchtern, un cineasta venido del underground (aportaría escenas adicionales a esa demente Video Nasty llamada Snuff [1976]) que aquí relatará la historia de un psicópata que atemorizará cuando sea dado de alta por error; La Iniciación, con otros rostros populares como Daphne Zuñiga, Clu Gulager o la mismísima Vera Miles, se estrenaba aquel año convirtiéndose en uno de los clásicos secundarios del Slasher con apuntes oníricos, ambientación universitaria y un grupo de jóvenes chicas perseguidas por un psicópata. Concluyamos 1984 señalando también tanto Jugando con fuego, una cinta más ligado al thriller erótico en favor de la espectacular fisonomía de Sybil Danning, con ciertos apuntes estéticos al homicida perseguidor, además de Viernes 13 4ª parte. Capítulo final, intento de finiquitar por parte de Paramount una saga que ya no creían rentable en aquel momento, pero que de la mano de Joseph Zito se convertiría en la mejor película, con bastante diferencia, de la franquicia de Jason Voorhees.
El año 1985 no sería altamente productivo pero sí dejó alguna que otra pieza muy digna de mención. El Mutilador de Buddy Cooper es recordado hoy como un slasher que tiene dentro de sí muchos de los mecanismos básicos de la tendencia llevados de una manera algo tosca y zafia, pero que sin embargo queda en el recuerdo como uno de esos pequeños clásicos que se antojan como elementales para comprender el estado del subgénero en ese momento; detrás de su mítico póster se encontraba el prototipo del grupo de jóvenes que se reúnen en una casa para pasar unos días de vacaciones, con el padre de uno de ellos que se tornará en pura psicopatía por un hecho acontecido en el pasado. Menos conocida es la cinta que se esconde bajo el maravilloso epíteto de Blood Cult, nuevamente con un campus universitario como epicentro de la oleada homicida de un asesino que decora con una medalla de oro a la ristra de cadáveres que deja a su paso; dirige Christopher Lewis, de cuya escasa filmografía destacó una película de ese mismo año llamada The Ripper y que contaba con Tom Savini de protagonista dramatizando nada más y nada menos que a Jack El Destripador, aunque su trasfondo pseudo-histórico ya la aleja de los slasher. De 1985 también destacar El día de los inocentes (Slaughter High), otra célebre muestra de universitarios masacrados (y también con póster mítico), narrado bajo el estigma de la fecha señalada (el 1 de abril, día de los inocentes en la cultura americana) y que estaba dirigido por un trío de directores formado por George Dugdale, Mark Ezra y Peter Mackenzie Litten. Las dos franquicias más notorias de la corriente estrenarían secuela ese año, como no podía ser de otra manera: Jack Sholder volvía a dirigir para la New Line Cinema, y lo haría con Pesadilla en Elm Street 2: La Venganza de Freddy, un fracaso a nivel de recepción de crítica y público pero que sería un paso más a la hora de construir el peso pop de Freddy Krueger; con cierto distanciamiento formal con la obra de Craven, apuntes homoeróticos incomprensibles y un ímpetu del terror digno del énfasis autoral de Clive Barker, hacen de la secuela de Sholder una pieza muy demente, pero con un encanto fascinante. La saga de Viernes 13 llegaría en este año a su quinta parte con Viernes 13 Parte V: Un nuevo comienzo, que dinamitó todas las buenas sensaciones de la anterior entrega con una de las partes más criticadas por los fans; dirigía Danny Steinmann, un cult director venido del cine más underground, pero que no se arriesgó lo más mínimo en su paso por la saga de Jason Voorhees.
Con 1986 el Slasher entra por aguas pantanosas. La enorme producción de títulos que desgastan sin compasión las ya delimitadas aristas del subgénero entra en una dinámica ahogada por la repetición y lo esquemático, lo que hace que el público empiece a darle la espalda. El género de terror intenta sobrevivir bajo extraños mestizajes con otras vertientes como la ciencia ficción, la acción y especialmente la comedia. De aquel año se podría destacar otro icónico póster como el de Odio en la sangre (Killer Party), del canadiense William Fruet (curioso director en sus inicios del cine de género de su país pero que finalmente acabaría hundido en la televisión), que se remite a las hermandades estudiantiles, casas abandonadas, y adolescentes masacrados sin piedad. También es cierto que otros slasher buscan diferentes campos de ubicación, como es el caso de Entrenamiento Mortal (Killer Workout o Aerobicide), donde las muertes se suceden en gimnasios y salones de solarium. Roberta Findlay, la incombustible cineasta de la Serie B (mujer del fallecido Robert Findlay), destacó en su nutrida aportación al cine de terror con el slasher Blood Sisters, donde un grupo de bellas jóvenes deciden pasar la noche entera en un burdel abandonado, para ser víctimas de las retorcidas bromas de sus dementes novios… Más jóvenes tenemos en Inocentada Sangrienta (April Fool’s Day), uno de los pocos slasher de aquel año que trascendió para el culto, dirigido por un nombre propio del subgénero como Fred Walton (director de una de las obras cuasi seminales, Llama un extraño [1979]), un año después de aquella El día de los inocentes y que supondría otro de esos slasher tremendamente fiel a los principios de la corriente a pesar de estar gestado en una época que ya casi la sitúa fuera de lugar. Pistola de Clavos (abrupta traducción del original The Nail Gun Massacre) también se estrena en aquel año, directamente a vídeo, siendo uno de los títulos más recordados de aquel año (aunque su mayor carrera comercial, en pleno auge del videoclub, la tendría en este 1986, sin ir más lejos en España llegaría a las estanterías de VHS e
n diciembre de 1985), y no va más allá de su directa trama con un asesino vestido de militar (¿ecos aquí de El asesino de Rosemary?) que aniquila a sus víctimas con una pistola de clavos mostrando cierta conexión entre los asesinatos; dirigida por Bill Leslie y Terry Lofton (a los que no se les conoce ningún otro trabajo), la cinta también regaló un póster para el recuerdo. Gritos de agonía (otra libre traducción de Girls School Screamers) es otra de las aportaciones de la Troma al Slasher, dirigida por John P. Finnegan (único trabajo en la dirección) y que a pesar de contar con el hálito trash de la compañía, acabaría por ser una de las piezas menos recordadas de la misma. Mucho más conocida fue en aquel año Sorority House Massacre (nuevamente, con póster mítico), dirigida por Carol Frank en la que una joven universitaria y sus compañeras de hermandad son perseguidas por un loco escapado del psiquiátrico; su tópico argumento no iría más allá salvo que tiene los mecanismos del subgénero muy bien implementados, lo que la ha llevado a tener cierto culto dentro del mismo. Curioso es como a día de hoy se cataloga de slasher una película como Los Zero Boys, del griego Nico Mastorakis (en su haber tiene una de las más dementes Video Nasties, Island of Death [1977]) y con la historia de un grupo de amigos que se van a un terreno rural y serán asediados por una pareja de homicidas; mucho más ligada concienzudamente al survival, su etiqueta de slasher es a día de hoy muy dudosa y discutible. Ambientación similar tendría la muy desconocida El Lago del Terror (Terror at Tenkiller), con dos amigas asediadas por un asesino en las inmediaciones de un lago de Oklahoma, película underground en producción y distribución que tendría cierta vida, como no podía ser de otra forma, en el mercado del alquiler. Evil Laugh de Dominick Brascia, estrenada en España por algún avisado distribuidor como
El retorno de Martin (como si se tratase de una segunda parte de cierta película de George A. Romero), combinaba también comedia y terror en una historia demasiado típica pero que contaba el encanto de estar protagonizada por la futura estrella del porno Ashlyn Gere, quien en aquellos años se fraguaba una pequeña carrera en los subterfugios del terror más underground. Dos secuelas de imprescindible mención en este año: Masacre en Texas 2, twist de ácida comicidad y lisérgico desarrollo en el que Tobe Hooper caía rendido a los ímpetus exploit de la Cannon, ofreció una antagónica pero delirante secuela de su obra magna La Matanza de Texas (1974), con un Dennis Hopper desquiciado en búsqueda de la familia de matarifes tejanos; Viernes 13 6ª parte: Jason vive, otra desgastada y poco original secuela de la saga de Jason Voorhees aquí dirigida por el rocker Tom McLoughlin, que sin embargo aporta a su película cierto encanto (contra)cultural de la época aunque los resultados finales no acaben contentando a nadie.
Llegados a 1987 tenemos Terror en alcatraz, con la historia de unos chicos que harán una fiesta en la célebre prisión no operativa y que recibirán la inesperada visita de un ex-presidiario que hará lo que sea por recuperar un objeto perdido en sus años de penitenciaria; tenía como protagonista al célebre Aldo Ray siendo dirigida por Philip Marcus y un no acreditado Marvin G. Lipschultz que también produciría la cinta, todo con cierto encanto pero mayormente olvidada. Fonda Sangrienta (Blood Dinner) es recordada hoy por ya mostrar abiertamente esas cabalgadas del terror con la comedia (como ya hemos visto, algo bastante célebre de la época) donde un pequeño hospedaje regentado por dos hombres se convertirán en toda una carnicería dejando toda una retahíla de víctimas con un culto a una Diosa en el entramado; dirigida por Jackie Kong (de su filmo destaca El Ser [1983]), la película parece una revisión ¿confesa? del Blood Feast (1963) de Herschell Gordon Lewis. Pánico en Beverly Hills (Open House), sería la película más conocida del director hindú afincado en Estados Unidos Jag Mundhra (un año después dirigiría la desconocida Halloween Night, aunque posteriormente quedaría algo estancado en los films de corte erótico), tiene en su reparto a la espectacular Adrienne Barbeau, el principal aliciente de esta película que en su punto de partida comienzan a aparecer muertos varios agentes de inmobiliaria, con un misterio detrás de esta no casual coincidencia. Un pequeño clásico de este año es Budy, el carnicero, más reconocido por su título original Slaughterhouse, con un matadero y unos chicos que intentan hacer una fiesta en tan impropia localización; el desenlace no sorprenderá, pero el film se guardará un villano tan icónico como sanguinario, dirigiendo la función Rick Roessler. Los campamentos vuelven con La revolución de las mariposas (muy libre traducción del original Summer Camp Nightmare e impropia dentro del terror), una película que tampoco acaba de enlazarse directamente con el Slasher salvo por algunos conceptos ya vistos en él, como su ya mentada ubicación; en ella el director de un campamento es asesinado salvajemente por un grupo de jóvenes que toman el mando del lugar, cansados de sus estrictos métodos; dirige el desconocido Bert L. Dragin, apareciendo en escena Chuck Connors, tras su contoneo previo con Trampa para turistas (1979). Animadoras asesinas (Cheerleader Camp), con su glorioso póster, ofrece, en primera instancia, una idea equivocada de su trama, contando la historia de un grupo de cheerleaders asesinadas en un campamento; dirigida por John Quinn (otro que acabó rendido al telefilm erótico), tiene en su reparto a la joven estrella de la pantalla y la canción, Leif Garrett, y a un habitual secundario de John Carpenter, George ‘Buck’ Flower. Otro póster con una cheerleader cadavérica es el de Terror en el instituto (Return To Horror High), una secuela direc
ta de aquella Horror High de 1973, una película de terror con experimentos fallidos y con ecos del sci-fi de lo 50, protagonizada por Austin Stoker; en esta ocasión, la trama tiene poco que ver en primera instancia, ya que con cierto juego de metaficción aquí encontraremos como el rodaje de una película de terror acabará en una inesperada ola de crímenes, dirigido todo por Bill Froehlich. John Grissmer dirige Rostro del asesino (Blood Rage), un slasher ya situado en la infradimensión de la corriente con unos tintes psicológicos (y más cercanos al thriller que al terror) en la historia dos hermanos gemelos con el asesinato cometido por uno de ellos pero acabando el otro culpabilizado; también fue conocida como Pesadilla en Sherman Woods. Escóndete y grita (Hide and go Shriek) ya rezuma el hálito más decadente del Slasher contando como nuevamente un grupo de jóvenes recién graduados hacen su fiesta de graduación en unos grandes almacenes, donde entre otros acontecimientos jugarán al escondite; dirige Skip Schoolnik, futuro mercenario de la televisión. Nada más y nada menos que tres directores (John Polonia, Mark Polonia y Todd Michael Smith) son los responsables de Splatter Farm, una locura trash indecente hecha directamente para el mercado de vídeo con otros hermanos gemelos que se irán a pasar unos días a la granja de su tía, donde está recluido un asesino en serie; mucho más heredera del Splatter de los 60 que del Slasher, de aquel parece heredar cierto sentido para el gag en sus escenas sangrientas. El Viento es la reincidencia del griego Nico Mastorakis en el subgénero, con la historia de una escritora de novelas de misterio que se va a vivir a una isla meditarránea, siendo asediada por un maníaco loco que parece hacer acto de presencia cuando la protagonista siente extrañas ráfagas de viento; aquí tenemos sin embargo a una estrella del cine ‘B’ como Meg Foster, en aquellos momentos en la cúspide de su carrera, y en la música a un autor de tanta relevancia como Hans Zimmer. Llegado el momento de repasar las secuelas dadas en este año, destaca potencialmente Pesadilla en Elm Street 3. Los guerreros del sueño, que tras la locura desatada en la segunda parte aquí se pretendía bajo la dirección de Chuck Russell el retornar y ampliar el universo gestado por Wes Craven en el inicio de la franquicia; para muchos es la mejor película de la saga protagonizada por Freddy Krueger, quien ve en ella potenciada su huella en la cultura popular. También llegaría aunque con menos éxito que su predecesora Slumber Party Massacre II, película dirigida nuevamente por una mujer, Deborah Brock, aquí con rock band femenina de por medio, como mandaban los cánones musicales del momento. Noche de paz, noche de muerte II sería otra segunda parte de la cinta navideña más característica del Slasher, tremendamente inefectiva, pero que sin embargo sería la más estrictamente relacionada tanto en temática como ideario con la película original; dirige Lee Harry, en una saga que en entregas posteriores se volvería completamente loca. Obligado aquí detenerse en cierta producción europea atribuida en
mayor o menor medida al Slasher; por una parte, el insigne Ruggero Deodato dirige una cinta con claras ínfulas de la saga Viernes 13 con aureola sobrenatural llamada Criatura Diabólica (Camping del terrore), secundada por algunos populares rostros del cinemabis italiano como Mimsy Farmer, David Hess o John Steiner; producto totalmente alimenticio y plagado de clichés y batiburrillo de ideas, resulta ciertamente simpático su disfrute, a pesar de estar anclado en plena decadencia del fantástico italiano. Del mismo país tenemos un pequeño gran clásico imperecedero, el Aquarius de Michele Soavi, erradamente anexada al Giallo, aunque su punto de partida recuerde al momento a los preceptos clásicos del thriller italiano (hasta un giallo de cierta fama como El asesino ha reservado nueve butacas [1974] tenía un punto de partida similar), en un slasher en toda regla, brutal y aguerrido, que confirma lo mucho que se perdió el cine fantástico cuando Soavi decidió anclarse en la televisión.
1988 tuvo una producción mucho más limitada, del que habría que destacar un pequeño clásico como Scarecrows. Zona Restringida , dirigida por William Wesley, un efímero realizador que debutaría en esta película; también con ciertos efluvios sobrenaturales, en una trama de robos y ladrones que se traicionan y que acabará todo con un elemento bastante recurrido en este cine de terror más secundario, la figura de un espantapájaros. Del resto de este año habría que ceñirse mayoritariamente a secuelas: Jason Voorhees llegaba a su séptimo capítulo con Viernes 13. 7ª parte: Sangre nueva dirigida por el especialista en efectos de maquillaje John Carl Buechler, en una alocada entrega cuyos orígenes de producción se anclan en el primer intento de enfrentar a Jason con Freddy Krueger, modificando el guión para que el asesino de la máscara pelee duramente contra una fémina con poderes al más puro estilo Carrie; floja y sin gracia, es aún así una curiosidad en la franquicia. Krueger sin embargo llegaba a una cuarta entrega dirigida por el finlandés y futuro especialista en acción Renny Harlin, con esta Pesadilla en Elm Street 4: El señor de los sueños que a pesar de ser enfurecidamente entretenida, a nivel contextual daba el pistoletazo de salida a la decadencia de la saga, y a erigir al topodoeroso Krueger como un bufón de mercadillo. Más interesante que estas es el pseudo-reboot que sufrió la saga protagonizada por Michael Myers con Halloween 4: El regreso de Michael Myers, dirigida por otro futuro hombre de acción como Dwight H. Little en el que se iniciaba una subtrama paralela con una sobrina de Myers llamada Jamie Lloyd, interpretada por una precoz Scream Queen Danielle Harris, hoy eminente figura del horror ‘B’ directo a videoclub; con mucho más trasfondo hacia el propio Slasher de lo que se cree y con unos juegos de estética e iluminación muy coherentes, esta cuarta parte es una de las secuelas con más oficio de la franquicia Myers. No se podría dejar sin nombrar a Campamento Sangriento 2 , dirigida por Michael A. Simpson y protagonizando por ahí la mismísima hermana de Bruce Springsteen llamada Pamela, coherente segunda parte que conecta con su predecesora en esa manera hábil y desprejuiciada de respetar cada uno de los cánones del subgénero. España, a nivel de co-producción, también ofreció su particular slasher en aquel 1988 con la inolvidable Al filo del hacha de José Ramón Larraz, con una oleada de asesinatos ambientada en Nueva Orleans y con rostros míticos del horror hispano (en aquellos años en total decadencia) oficiando de secundarios como Jack Taylor, Patty Shepard o May Heatherly; esta tardía respuesta de Larraz al subgénero sin embargo desencadena hoy cierto culto, por heredar unas maneras burdas y grotescas respecto a sus modelos aunque parajódicamente estén alejadas de los aires más intelectuales de su director en su inolvidable etapa británica. Antes de finiquitar este 1988 hay que permitirse el lujo de nombrar Maniac Cop de William Lustig, aunque para el que esto escribe su condición de slasher sea totalmente discutible; en los habituales efluvios callejeros y nocturnos de su director, se cuenta la historia de un ex-policía que decide aniquilar a varios de los que fueron sus compañeros de trabajo, trama que Lustig prefiere solventar bajo las naturalidades del policiaco antes que por los manidos clichés del subgénero que aquí nos ocupa.
Llegamos al último año de la década de los 80, con el Slasher ya dando auténticos tumbos decadentes. Como es de prever, aquí el subgénero estaba provisto ya de productos totalmente reiterativos en el intento de alargar una corriente ya herida de muerte, con unas infatigables secuelas con las que algunos productores pretendían recaudar los últimos beneficios posibles de estas sagas exitosas años atrás. Clase Sangrienta (Cutting Class) es principalmente recordada por contar en sus filas con un jovencísimo Brad Pitt en uno de sus primeros papeles secundarios, algo de lo que hoy muchos distribuidores se aprovechan al lanzar la película con su cara bien grande en el póster; entretenido producto pero totalmente carente de interés, con una nueva ambientación universitaria que vive unos inexplicables asesinatos que parecen estar relacionados con la perturbadora personalidad de uno de los protagonistas; dirige el desconocido Rospo Pallenberg. Mucho más interesante es la que podíamos reconocer como una de las últimas piezas de prestigio que regaló el Slasher en aquella década de los 80, Intruso en la noche (Intruder), una obra totalmente autoconsciente con el estado del subgénero y dirigida por un íntimo amigo y colaborador de Sam Raimi, Scott Spiegel, entusiasta realizador que ofició en esta película un admirable slasher que haría de las delicias de su otro amigo Quentin Tarantino; destaca por su mezcla de horror barato con una puesta en escena cómica y caricaturesca, acabando por ser un más que digno producto, con cameo de toda una star de entonces como Bruce Campbell en su conclusión. Y ya llegamos al sub-apartado de las secuelas, lo cual indica cómo la corriente preferiría mayoritariamente nutrirse de continuaciones antes de productos independientes que de una u otra manera pretendieran darse a conocer bajo las estipulaciones del subgénero: Noche de Paz, Noche de Muerte 3 , o como prefirió llamarse en España, Posesión Alucinante, traía consigo la enorme sorpresa de estar dirigida por toda una eminencia dentro del cine independiente norteamericano, Monte Hellman, quien en aquellos años había tenido ciertos coqueteos con el género fantástico; con la participación del icónico Bill Moseley y una secundaria años después rescatada por David Lynch como la espectacular Laura Elena Harring, est
a tercera parte se desvinculaba en concepto casi totalmente con su saga para ofrecer una historia de asesinatos con una atmósfera extrañísima e incomprensibles, aunque fascinantes, ecos del sci-fi. Michael Myers seguía con sus andadas con Halloween 5. La Venganza de Michael Myers del francés Dominique Othenin-Girard que tiraba por tierra la decencia de la anterior entrega con una parte sin ningún sentido y totalmente fría y aburrida, conexiones mentales mediante, a pesar de contar de nuevo con la aparición de Donald Pleasence y Danielle Harris. Freddy Krueger llegaba también a su quinto capítulo con Pesadilla en Elm Street 5 con otro futuro especialista en la acción como Stephen Hopkins; en esta ocasión un Freddy ya totalmente caricaturesco se mete de lleno en una historia de adolescentes con bebés no natos y superhéroes de cómics de por medio, que a pesar de su absurdas ideas pasa por ser una de las más entretenidas de la saga. Lo mismo se podría decir de Viernes 13. Parte VIII: Jason vuelve… para siempre (aunque en su original Friday the 13th, Part VIII: Jason Takes Manhattan guardaba una pista sobre su mayor interés), que cuenta con la genial y nada explotada idea de llevar al villano del Slasher en pleno núcleo urbano, aquí nada más y nada menos que el centro de Nueva York; aún por ser un proyecto totalmente fallido ya desde su concepción, resulta netamente agradable ver como ese precepto del film se cumple en su tercio final, aunque para ello haya que tragarse una soporífera aventura de Jason en un barco. Otras dos sagas llegaban a sus terceras partes: Campamento Sangriento 3, de nuevo con el protagonismo de Pamela Springsteen y la dirección de Michael A. Simpson, repetía una vez más las constantes del subgénero ofreciendo una continuación directa de la anterior entrega; Noche de Gradua
ción 3 (Prom Night III: The Last Kiss) es recordada por su loca naturalidad de mezclar seres venidos del averno con una historia de amor, en clara tonalidad cómica, saltándose totalmente a placer la condición de clásico de la primera cinta de la saga. A destacar dentro de las producciones foráneas a Estados Unidos la sudafricana La Puerta del Miedo (Return of the Family Man), con la historia de un grupo de jóvenes que irán a parar una casa donde residía un asesino ahora huido, y con un embriagador póster con una joven en paños menores mirando a través de una ventana amenazada por un cuchillo. El ultragore alemán que se erigiría en la industria del videoclub en aquellos años aportaría al Slasher uno de sus grandes clásicos: Violent Shit de Andreas Schnass, con un psicópata ataviado con una máscara digna del medievo que aniquila de las maneras más grotescas posibles a algunos habitantes de la Alemania rural.
Concluyen los 80 y con ella la época dorada por excelencia de una de las vertientes más exitosas del cine de terror, aunque como veremos en el próximo cuarto y último volumen de este Dossier, no será la última. Permanezcan atentos.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.