Al igual que ocurría con las cinematografías europeas de género por aquel entonces, el fantástico mexicano salpicaba herido de muerte estrambóticos productos anexos al trash pero supurando un encomiable espíritu. Como muestra de ello llega en 1985 este Cementerio del terror, dirigido por Rubén Galindo Jr (cineasta clave del terror mexicano de los 80 con títulos como este o Ladrones de tumbas [1989], entre otros muchos), ambientado en plena noche de Halloween y que hoy es recordado como un pequeño clásico del terror azteca más reciente. El Doctor Cardan (Hugo Stiglitz) vive con el temor de que un peligrosísimo asesino psicópata recién fallecido haya encontrado la forma de volver a la vida y continuar así sus siniestras fechorías; al mismo tiempo, un grupo de jóvenes planean para su noche de Halloween el asistir a una fiesta de la «jet set» (sic) pero acaban visitando una vieja casa abandonada donde encuentran un libro que despertará una temible maldición; además, como broma macabra para festejar la llamada noche de las brujas, robarán un cadáver de la morgue que acarreará grotescas consecuencias….
Un perpetuo tono de grotesco escalofrío, un grupo de intérpretes totalmente sumidos en el espectáculo y un director inspirado por los efluvios más pulp del género; estamos ante una película modesta que además se deja influir claramente por las tendencias del fantastique yankie de la época, desde las películas de muertos vivientes hasta clásicos como Posesión Infernal (1981), de la que usurpará una de las premisas principales. Cementerio del terror se esfuerza en explotar la iconografía de la noche de Halloween construyendo una atmósfera muy creepy, digna del tebeo underground, y respetando los cánones de la Serie B ofreciendo una desgarrada visión de iconos como el grupo de adolescentes apresados contra el terror o el concepto del loco homicida suelto (aquí además, con ínfulas sobrenaturales), explotando con un desenlace donde los muertos vivientes ofrecerán una estampa clásica y de una fisonomía muy potente. El film es modesto en sus intenciones y fielmente comprometido al fantástico en espíritu, no desmereciendo a la hora de mostrar el lado más salvaje de la violencia (amplias dosis de gore, algunas deudoras de la vena italiana más desgarrada) y formando una aureola trash de divertida fascinación, con el hincapié en algo que muchas cintas de su escuela olvidan: la grotesca y tebeística ambientación de la noche de terror, arraigue claro en cultura y folclore del horror como género, aquí confabulando la consabida atmósfera de ingenua pero admirable estampa siniestra.
Cementerio del terror reúne esa concepción del terror tan propia d la década de los 80 con ínfulas pop, exacerbando sus iconos, pero aquí bajo un soplo clasicista tan habitual de la cinematografía mexicana de género. A este respecto el film puede ser comparado en la misma liga que otros mitos cinematográficos de la época, obteniendo una equilibrada fusión entre el pánico y la ingenuidad, lo que le añade toneladas de encanto. Rodada en Texas e influida notoriamente por la cultura norteamericana (su dramatización de Halloween corresponde a esta diatriba, y no bajo la jovialidad anexa al llamado «Día de los muertos» mexicano), está protagonizada por el rostro exploitation azteca por excelencia, Hugo Stiglitz, tomándose en serio su papel en su justa medida, al igual que Leo Villanueva, otro icono para el cine de género del país. Como curiosidad añadir también respecto a su reparto que por ahí anda René Cardona III, de la perpetua saga de realizadores aztecas. Resumiendo: tenemos a Hugo Stiglitz, un psicópata del averno, libros que desatan maldiciones en cementerios y zombies saliendo de de sus tumbas; enclave perfecto para una noche de Halloween.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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