«Entonces, de repente, lo vi. Tras una leve agitación que delataba su ascensión a la superficie, la entidad surgió a la vista sobre las aguas oscuras. Inmenso, repugnante, aquella especie de Polifemo saltó hacia el monolito como un monstruo formidable, de pesadilla, y lo rodeó con sus brazos enormes y escamosos, al tiempo que inclinaba la cabeza y profería ciertos gritos acompasados. Creo que enloquecí entonces.»
Dagon es uno de esos títulos que siempre se recuerdan a la hora de repasar la obra del maestro de Providence, y sería interesante intentar discernir el por qué sobre ello, ya que, dentro de sus obras más consagradas, se trata de una de las más reducidas en cuanto a extensión. Este relato quizá tenga debida su importancia a la manera de exponer de forma abierta y clarificadora muchos de los escenarios y composiciones iconográficas tan distinguidas de su estilo, en una narración directa y ágil que la hacen muy útil como relato representativo de su estilo. Sigue leyendo