Colaboración de Miguel Ángel Muñiz.
Emma Frost y Sean Cassidy son los directores de la escuela Charles Xavier para jóvenes con talento. Jubilation Lee y Angelo Espinosa son dos de sus nuevos alumnos. Junto con otros cuatro adolescentes mutantes, aprenden a convivir con sus poderes y no pueden evitar entrar en conflictos con los chicos de la localidad que les ven como un grupo de deficientes y se burlan de ellos. El científico Russel Tresh, antiguo colaborador de Frost, intenta experimentar con los cerebros de los mutantes para dominar la dimensión de los sueños; lugar desde donde puede controlar la mente de todas las personas. La nueva generación de hombres y mujeres X tratara de impedirlo.
Basada en la serie de comics Marvel del mismo nombre creada por Scott Lobdell y Chris Bachallo, esta producción televisiva de New World Pictures era el episodio piloto para una supuesta serie que nunca se produjo, al igual que un par de años después ocurriría con el telefilm de Nick Furia protagonizado por David Hasselhoff. De hecho estas dos producciones comparten localizaciones de rodaje y algunos de sus técnicos y actores secundarios, si bien es difícil determinar cuál de las dos es peor, en ambos casos se trata de productos respetuosos con el material original. Generation X resulta una realización con buen ritmo y agilidad. El guión de Eric Blakeney es demasiado esquemático y sin sorpresas, aunque deja que al menos algunos de sus personajes principales tengan un mínimo desarrollo. Lo que resulta un tanto chocante es el enfoque interpretativo, en la mayoría de los casos serio y directo, exceptuando el villano incorporado por Matt Frewer, loco y desatado. Descendiente directo del Jim Carrey de Batman Forever (Joel Schumacher, 1995) no solo en sus maneras sino en el propio plan que incluye el control mental de la gente a través de un aparato emisor de ondas cerebrales; su interpretación se asemeja en ocasiones a la de un personaje de los Looney Tunes, ya que el propio Frewer pone diferentes vocecitas cómicas en varios momentos. En el caso del film sobre el hombre murciélago, los intérpretes no se lo tomaban demasiado en serio, pero en este caso unas interpretaciones contrastan con las otras, haciendo que al final resulte un tanto incoherente. En general el tono es dramático, pero los momentos exagerados y los diálogos tontos aparecen con más frecuencia de lo que sería deseable.
La historia se centra en el grupo de jóvenes estudiantes a las órdenes de Emma Frost y Banshee, personajes bien resueltos por la atractiva intérprete británica Finola Hughes y Jeremy Ratchford. Es durante los momentos de aprendizaje e interacción entre alumnos y profesores en la escuela de Charles Xavier donde la película alcanza sus momentos más interesantes, ya que por desgracia las escenas de acción son muy escasas y rápidas en su resolución. Es una historia de origen e iniciación más que de aventuras de estos mutantes, como si lo son en cambio las entregas de X-Men dirigidas por Bryan Singer y posteriores, las cuales por cierto, comparten con Generation X los exteriores e interiores de la mansión para jóvenes con habilidades especiales. La inclusión de conceptos como Cerebro de los comics de X-Men, los uniformes rojos de estos superhéroes o la dimensión de los sueños, que trae a la cabeza a Freddy Krueger, animan la función y arrancan una sonrisa al espectador más conocedor del material de origen. Si bien es cierto que Emma Frost está entre los personajes mejor adaptados, es curioso que no se aluda a su capacidad de transformar su piel en diamante, tal vez por razones presupuestarias. Años más tarde, en plena era CGI, esta poderosa mutante mostraría su potencial en X-Men: Primera Generación (Matthew Vaughn, 2011).
Jack Sholder, solvente director de Serie B, como avala su curriculum anterior y también posterior, dirige con imaginación y pocos medios una entrega televisiva que en lo visual no está nada mal resulta. Los planos de efectos visuales funcionan y no resultan torpes o “cutres” teniendo en cuenta los estándares televisivos, que suelen ser de baja calidad. Cada uno de estos “mutados” tiene diferentes poderes, que resultan más o menos espectaculares, aunque no todos tienen oportunidad de lucirse. El director incluso se homenajea a sí mismo en la parte final, que se desarrolla en pasillos con tuberías de una fábrica, con calderas que escupen fuego; del mismo modo que ocurría en su Pesadilla en Elm Street 2 (1985). La fotografía de Bryan England usa todos los recursos de iluminación efectiva pero barata a su alcance. Focos de luces verdes y rojas. Luz azul metalizado en los fondos de las secuencias nocturnas, planos angulados y contrapicados para conseguir efectos visuales en cámara… Está claro que detrás de esto hay un grupo de expertos en producciones baratas, capaces de sacar algo de donde no hay nada, aunque el ya mencionado guión de Blakeney resulta un lastre especialmente en ciertos diálogos y desarrollo de situaciones, como los sueños de el personaje de Angelo Espinosa (Skin) y la joven rubia de la que está enamorado o los monólogos de Russel Tresh que acaban causando bostezos, por repetitivos.
La historia está vista en parte desde los ojos de los adolescentes mutantes Jubilee y Angelo. Son quienes tienen más peso en la historia y de los que se tiene más información. Los otros cuatro miembros de esta generación de X-Men, tienen algunos momentos que describen sus personalidades y cómo interactúan entre ellos, quizá la que sale peor parada sea Monet St Croix, a la que interpreta la guapa Amarilis, una joven con poderes psíquicos y gran fuerza, pero que apenas tiene algo que hacer en todo el metraje. La secuencia de la feria, donde todos se reúnen para pasar un buen rato, es la parte en la que mejor se describen los distintos rasgos de personalidad de cada uno; con esa pandilla de gamberros que se quedan estupefactos al ver como una atractiva jovencita con ropa provocativa, les deja en ridículo, subvirtiendo de paso el tópico machista, del chico que gana en las pruebas de las casetas y le entrega los premios, casi siempre peluches, a su novia. Aquí la chica gana todo lo que se puede ganar y se lo entrega a unos macarras relegados a comparsas ridículos.
Con todo, Generation X no pasara a la historia de las adaptaciones de cómic de Marvel, pero sigue siendo superior a algunas de ellas, que para resultar más sangrante aun, son multimillonarias. Engendros como El Motorista Fantasma (Mark Steven Johnson, 2007), Blade Trinity (David S. Goyer, 2004) o Iron Man 2 (Jon Favreau, 2010) resultan bastante peores y aburridas propuestas que solo gozan de una pátina superficial de calidad técnica, aunque en su interior hay poca solidez. Quizá con un mayor presupuesto, alguien como Jack Sholder podría haber facturado una muy digna aproximación a este universo mutante, con un libreto más interesante y emocionante eso sí. Su estética a fin de cuentas, recuerda a la de algunas propuestas televisivas de fantasía o ciencia ficción de mediados de los 90 que pasaron sin pena ni gloria igual que esta.