Punto de inflexión importante en la obra de Andy Sidaris. Como añadido a los leves síntomas de decadencia mostrados en las recientes películas, motivados quizá por el cambio de registro que parecía vivir la acción ya entrada en la década de los 90, Fit for Kill se puede considerar como la última gran obra representativa del director. Además, su musa número uno e intérprete principal más recurrente, Dona Speir, abandonaba su carrera como actriz dejando huérfana a la saga de su rostro más simbólico y recordado.
Como en cada opening característico de la franquicia, la película se inicia con una súper escena, aquí el intento de asesinato de las agentes estrella de L.E.T.H.A.L. por parte de un grupo de temibles mercenarios… ¿o quizás no? Pronto nos daremos cuentade que están ejecutando uno de sus entrenamientos a modo de paintball, con «fuego amigo» algo peligroso incluido… Donna y Nicole vuelven al centro de operaciones en Hawai donde se les encomienda un nuevo trabajo: proteger a un empresario asiático llamado Chang y el anhelado diamante que posee, «Alexa», piedra codiciada en las altas esferas y que tiene un origen ruso en la época de la Segunda Guerra Mundial. Al otro lado, en Las Vegas, el némesis de nuestras protagonistas, Kane, aguarda en su base junto a una irresistible compañera de fatigas, la despiadada asesina Blu Steele; por supuesto, Kane pondrá a prueba a Donna, Nicole y al resto del equipo cuando se ponga por objetivo el conseguir la tan preciada piedra. Fit to Kill es el final de lo que podríamos llamar «Trilogía de Kane» en la franquicia L.E.T.H.A.L., donde se vislumbran las querencias de Sidaris por subrayar cierto trasfondo argumental a las recurridas tramas de huidas y tiroteos (una nueva inmersión en un poso oriental, la historia del diamante Alexa, etc.), aunque básicamente la cinta seguirá los derroteros y ejecuciones de las obras anteriores, así como las derivaciones del guion a medida que avanza la trama. Si bien sorprenden los aquí algo excesivos apuntes cómicos (concretamente en un par de escenas), volveremos a tener a Donna y Nicole como heroínas y a la sexy DJ oriental interpretada por Ava Cadell con gratuitas inclusiones en la trama, con algunas premisas que se sienten como interesantes en el hermético mar conceptual que habitualmente suponen las obras de Sidaris. Mayoritariamente, estas aluden al personaje de Kane, al que se le otorga incluso un arco de redención (se explica un origen relativo a su padre) e incluso se potencia (espectacular escena onírica mediante), la tensión sexual con Donna, que funciona estupendamente.
En cuanto el resto, a estas alturas ya saben a lo que se van a enfrentar: un mix de tiroteos, explosiones, mucho de ese erotismo que en aquellos 90 empezaba a florecer a modo de thriller nocturno televisivo y una trama de espionaje carburada a base de acción; respecto a las secuencias de índole sexual, se percibe un recreación mucho más alargada de lo habitual, quizá por influencia de esa tendencia televisiva mentada. En el plantel, volvemos a encontrarnos a los rostros de siempre: Dona Speir, que como ya hemos dicho, abandonó la interpretación con esta película, según he podido averiguar debido a su entonces reciente maternidad; Roberta Vasquez, lamentablemente, optó por la misma decisión, por lo que Sidaris perdió de un plumazo a sus actrices más representativas en ese segmento de su filmografía, que encauzaba ya su recta final; Kane volvería a estar interpretado por Geoffrey Moore, permitiéndose el lujo de homenajear a su padre Roger en una de las escenas más relevantes de la película, a la que se ha hecho mención hace unas pocas líneas. También retornan Bruce Penhall, la ya mentada Ava Cadell, Rodrigo Obregón, Tony Peck, Skip Ward o Cynthia Brimhall (quien vuelve a poner voz a la canción principal), a lo que hay que sumar el fichaje aquí de Aki Aleong como el empresario Chang, actor televisivo con esporádicas apariciones en Hollywood como demuestra su participación ese mismo año en Dragon, la vida de Bruce Lee (1993).
Pero es importante mencionar a parte la gran incorporación al cine de Sidaris, quien se convertirá en una íntima colaboradora del director en el tramo final de su obra: Julie Strain. Modelo que llegó a ser la «Pet of the month» de la revista Penthouse en junio de 1991, pronto inició una carrera como actriz que la paseó por un sinfín de thrillers de corte erótico en la década de los 90, amén de unas incontables participaciones en cine de género directo a vídeo, llegando a ser conocida en Estados Unidos como «The Queen of the Serie B». De espectacular físico y una voluptuosa fisonomía que demuestra en cada película con su 1,85 metros de estatura, es conocida también por sus enormes habilidades para las escenas de acción, haciendo ella misma sus escenas de riesgo; estaba claro que tenía que acabar en el cine de Andy Sidaris, debutando en Fit to Kill como la despiadada Blu Steele. Cito a continuación unas palabras de la actriz en referencia a su condición de musa del director, al que sería fiel en las siguientes obras de la «Marca Sidaris», extraídas de una entrevista concedida en 1997 a la revista Lollipop: «Me encantan las películas de Andy porque son muy campy, no se toman en serio a sí mismas. ¡Te pones el bikini y puedes explotar ese bote! ¡Y aquí está el disco satélite que salvará al mundo! Pechos grandes y dinamita. ¿Qué más necesitas? La única diferencia entre todas ellas es lo que se pueda torcer la parte superior del bikini. Excepto cuando te hacen ir hasta Shreveport, Louisiana, que te hacen la trampa y lo hacen pasar por Hawai. La ventaja de eso es que allí toda la gente está tan emocionada de que se filme una película en su ciudad que te permiten usar para el rodaje cualquier cosa, gratis. Dicen ‘¡Usa mi casa! ¡Mi coche! ¡Meted a mi hijo en la película! De esa manera, podemos hacer películas por una cantidad ridículamente baja de dinero, mientras que si rodases en Beverly Hills, te costaría 10.000 dólares únicamente el alquilar a los policías en moto de cada día. Es ridículo. «
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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