In Memoriam: Wes Craven (1939-2015)

wes craven

De él se llegó a decir que revolucionó el cine de terror hasta en tres ocasiones. Aunque pueda a sonar a la típica afirmación condescendiente sobre una muerte reciente, lo cierto es que en la filmografía de Wes Craven se encuentran bastantes piezas que de una u otra manera, han marcado. Su debut, La última casa  a la izquierda, fue una tropelía que Craven fraguó junto a Sean S. Cunningham bajo los estandartes del cine underground norteamericano, siendo la primera pieza colocada para convertirse en uno de esos directores del nuevo horror, ese que en la década de los 70 presentaba unas intenciones reaccionarias hacia el terror clásico para ofrecer unas ínfulas de realismo incómodas pero verdaderamente efectivas, no aptas para todos los estómagos de una década donde se dice que todo se cambió. Luego seguirían otra obra de culto como Las colinas tienen ojos, consecuente con el estigma de aridez y extremismo patente en su primera película, para posteriormente convertirse en un director adicto al género que poco a poco iba ganando el respeto del público con productos, eso sí, menos legendarios (Bendición Mortal, La cosa del pantano…) pero que serían un preámbulo perfecto para que Craven pegase un puñetazo en la mesa de la (contra)cultura popular: en 1984 llegaba Pesadilla en Elm Street, que desembocaría en una curiosa reversión del slasher, con una de las sagas más célebres que se recuerdan dentro del horror y con la construcción de todo un icono del cine de terror como Freddy Krueger. Tras un periplo irregular en los 80 y en los 90, a Craven le interesa  en 1996 la opción de revisionar y reorganizar de nuevo  la tendencia que tan bien había restituído 12 años antes, con Scream. Vigila quién llama. Film metalingüístico en esencia y paródico tan solo en apariencia, fue la obra que solventaría cualquier duda sobre si Wes Craven es o no una pieza angular del cine de terror moderno. Sería tremendamente hipócrita no mencionar en un día como hoy lo irregular de su filmografía (sus últimas películas distaban bastante de la calidad esperada de un maestro del horror) pero ciertamente nos encontrábamos con uno de esos hombres que cambió el género; en ese aspecto, toda alabanza es poca, cuando este ex profesor de literatura promulgaría con nervio y rabia, allá en aquellos lejanos 70, la creación de un cine de terror incómodo, irritante pero parido con el empuje de quien ama la concepción del horror.

Tan solo queda desearte que descanses en paz, socio. Hasta siempre.

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