Rostros de Culto: Fabiola Toledo

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Justo cuando a finales de los 70 el cinemabis italiano empezaba a vislumbrar el principio del fin de aquella eclosión vivida en décadas pasadas, una actriz española se inmiscuía sin hacer ruido en algunas de esas producciones que ejercían como último escalafón de toda una industria para el cine de subgéneros europeo. Se trata de Fabiola Toledo, mujer con toda una sólida carrera a sus espaldas que ha abarcado tanto cine como televisión y teatro, campo este último al que se dedica en cuerpo y alma en sus más recientes años de profesión. Su trayectoria, a un simple vistazo de filmografía, responde al de una profesional dedicada con constancia y pleitesía a su oficio, auspiciándose como un eminente rostro de culto que por supuesto merece su hueco en este humilde rincón virtual. 

Fabiola Toledo pertenece a una familia dedicada también a lo audiovisual: sus hermanas son Jose, prestigiosa modelo y presentadora de la televisión española, y la también actriz Cyra. Bajo su impresionante belleza de rasgos latinos y un abrasador exotismo, Fabiola Toledo da sus primeros pasos en Italia, cuna del cine de culto donde daría pistoletazo de salida a su profesión; así llegaría su participación en títulos como Il mammasantissima (1979), un decadente poliziesco dirigido por Alfonso Brescia y donde Fabiola compartió cartel con otra actriz de culto como Malisa Longo. Justo un año después llegaría Augh! Augh!, una desconocida película dirigida por Marco Toniato y en la que Fabiola coincidiría por primera vez con el actor Andrea Occhipinti. En 1982 nuestra protagonista trabajaría a las órdenes de uno de los directores más infatigables y transgresores del cinemabis transalpino como Joe D’Amato; la película era Caligula 3, la historia jamás contada (Caligola: la storia mai raccontata), de la que en breves líneas haremos un análisis y que suponía una falsa secuela de las eróticas aventuras del más famoso emperador romano de la historia del cine. En 1983 trabaja por primera vez con Lamberto Bava en el post-giallo Cuchillos en la oscuridad (La casa con la scala nel buio), con el que repitiría en Demons (Dèmoni, 1985), película inolvidable que convierte a Fabiola en todo un icono absoluto para los amantes del cine de culto europeo. En Demons, de la que luego detallaremos, Fabiola interpreta a uno de los personajes principales (una de las dos mujeres que acompañan a Bobby Rhodes al ya inolvidable cine Metropol); tanto Bava como Argento tenían reservada para ella la transformación más inolvidable y espectacular de la película, lo que haría de nuestra protagonista una imagen inolvidable para  los últimos años del cinemabis italiano.

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En Italia, que en aquellos años era su lugar de residencia, Fabiola rodaría también Occhio nero, occhio biondo e occhio felino (1983) de Muzzi Loffredo, compartiendo cartel con el siempre estoico Luc Merenda, asi como un serial dedicado a la figura de Cristobal Colón llamado Christopher Columbus; co-producción entre Estados Unidos, Francia, Alemania y la propia Italia (rodada en gran parte en España), en ella también aparecían figuras del calibre de Gabriel Byrne, Faye Dunaway, Oliver Reed o Max Von Sydow, compartiendo presencia con otras leyendas de la Serie B europea como Eli Wallach, Raf Vallone o William Berger. La televisión sería un medio muy relevante en la carrera de Fabiola Toledo, trabajando ya en España en Lorca, muerte de un poeta (apareciendo mínimamente en otro serial italiano como La piovra 2) o ya a finales de los 80 en un capítulo de Brigada Central, uno de los policíacos españoles más recordados para la pequeña pantalla. Pero mientras tanto, nuestro rostro de culto había trabajado a las órdenes de Fernando Fernán Gómez en su inolvidable El viaje a ninguna parte (1986), o en una modestísima producción llamada Al Andalus, el camino del sol (1989) con un fascinante reparto conformado por José María Caffarel, Fernando Hillbeck, Charly Bravo, Aldo Sambrell o Jack Taylor.

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Ya en los 90, y establecida al menos profesionalmente en España, Fabiola sigue intercalando cine y televisión; así llegaría su aparición en Disparate Nacional (1990) de Mariano Ozores, de la que saldría esa serie tan ligada al clan Ozores como Taller Mecánico (1991-1992); respecto a este serial,  y haciendo memoria, cabe añadir que llegaron a participar en ella nombres tan ligados al cinemabis nacional como Narciso Ibáñez Menta, José Luis Ayestarán o  Mirta Miller. En 1992, Fabiola vuelve a trabajar en una producción italiana, Belle da morire, dirigida por Riccardo Sesani, un film de corte independiente que algunas miradas analíticas han tildado de post-giallo. En  los ya avanzados 90 llegarían sus presencias en películas como La hermana (1997) de Juan José Porto o El color de las nubes (1997) de toda una figura como Mario Camus, poco después de que apareciese en un serial tan de la época como Truhanes (1993-1994) junto con aquel inolvidable tándem formado por Francisco Rabal y Arturo Fernández.

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A finales de los 90 es ya en la pequeña pantalla el principal medio profesional para Fabiola Toledo, como atestigua un currículum formado por productos como la miniserie Don Juan (1997), protagonizada por José Coronado y Silvia Abascal (y donde nuestra protagonista coincide de nuevo con el italiano Andrea Occhipinti); Calle Nueva (1997-1999), drama coral al más puro estilo telenovela sudamericana tan en boga en aquellos años; Manos a la obra (1997-2001), un éxito de la época; Esencia de poder (2001), drama sobre clanes familiares, Arrayán (2001-2012), serial cómico menos recordado pero con una dilatada continuidad a través de la pasada década o La verdad de Laura (2002), ya de tintes románticos y que supondría una de sus últimas apariciones en televisión.

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Fabiola y sus compañeras de reparto en la obra teatral Sofocos +, Ana Obregón, Elisa Matilla y Teté Delgado.

A partir de entonces, Fabiola Toledo ha vivido por y para el medio al que actualmente se dedica en cuerpo y alma, el teatro, donde no pone coto a su ímpetu creativo siendo ahora su camino donde desarrollar esa oficiosa dedicación a la interpretación como carrera y profesión. Entre otras, participaría en la obra Sofocos +, junto a rostros tan conocidos en nuestro país como Ana Obregón, Elisa Matilla, Teté Delgado o Miriam Díaz Aroca, bajo la dirección de Juan Luis Iborra. Además, se encuentra en estos momentos produciendo una serie de cortos que abordan una temática cercana a la moda, donde no es raro que se guarde algún papel para sí misma; Fashionlins: Ágatha Ruiz de la Prada (Manuel M. Velasco, 2016), es uno de ellos. Con su arrebatadora belleza, una carrera heterogénea y dedicada, y la sobriedad que da participar en medios tan cercanos pero dispares como el cine, el teatro y la televisión, Fabiola Toledo supone un exquisito ejemplo de intérprete solvente y apasionada por lo suyo, como ha demostrado durante todos estos años dedicados a su oficio. Además, en lo que respecta a este rincón virtual, Fabiola es todo un rostro de culto para el cine de género europeo, lo que nos sirve para meternos ahora en tres de esas piezas en las que ha aparecido y que la sitúan como una de esas presencias españolas que se contonearon con emeblemas propios del fantástico europeo.

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Caligula 3, la historia jamás contada (Caligola: La storia mai raccontata, Joe D’Amato, 1982)

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Vendida en España como una supuesta tercera parte del Caligula (1979) de Tinto Brass (las eróticas aventuras del más infame y demente emperador romano que llegaría a alcanzar la calificación ‘x’), esta nueva entrega era en realidad una segunda parte no oficial de aquella (aunque el título internacional, Caligula 2 The Untold Story, sí que la vendía como tal)  y que como es de esperar se centra en el lado más subversivo y extremo del mandamás del Imperio. D’Amato, tenaz constructor del lado más grotesco del euro-trash, se nutre de la sórdida historia de Calígula para ofrecer un festival erótico del que no duda en dar pie a su habitual fusión de géneros al incluir un buen puñado de escenas hardcore (encontrables únicamente en un posterior metraje extendido) con el que hinchar minutaje y de paso aportar aún más visceralidad a sus escenas de sexo. En lo que respecta a la trama, esta circulará sobre una historia de venganza, la de la joven Miriam (la inseparable del director Laura Gemser, cuya exótica fisonomía choca bastante con los rasgos romanos), que planea su venganza cuando en un intento de violación su amiga Livia (Fabiola Toledo) es asesinada.

En la película se encontrarán las típicas particularidades del cine de Joe D’Amato cuando tiraba por la vena erótica (era habitual en aquellos 70 que mezclase todo tipo de subgéneros con el erótico, hasta el hardcore, como este caso, cayendo rendido a la industria del porno años después), aunque el infatigable realizador era perseverante de cuidar las estéticas e imágenes de sus películas como aquí ocurre. Caligula 3, la historia jamás contada tiene enormes dosis de sordidez en la erótica visión del director sobre el emperador romano (el contexto histórico no está cuidado, pero tampoco importa) y logra obtener el lado perverso y cruel de su reinado adornándolo con interminables y sucias escenas de sexo, en el mejor sentido de la palabra. Gran trabajo de fotografía (recordemos que D’Amato comenzó en la industria como director de foto, rol del que se encarga aquí también) y hasta un soundtrack que adorna con estilismo algunas de las escenas (obra de Carlo Maria Cordio), aunque en las predilecciones por estirar hasta el extremo las secuencias eróticas hacen que la película alcance una infumable duración de más de 120 minutos.

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Agradecida es la presencia de Laura Gemser como estrella femenina de la función (de los contoneos con el cine erótico de D’Amato la actriz se postula como una imprescindible) y un correcto David Brandon haciendo de Calígula (habitual de la factoría D’Amato), Fabiola Toledo tiene una relevante presencia en el inicio de la película como Livia, cuya muerte desencadenará la historia de perversión y venganza posterior. La película se rodó principalmente en un estudio de Roma, aunque la escena inicial se localizaría en la romana playa de Anzio. Se estrena un 2 de febrero de 1982 en Italia, llegando a España el 22 de noviembre del mismo año como un pequeño tótem de los cines reducto del erótico más desenfrenado; en nuestro país tendría 231.236 que dejarían una recaudación de poco más de 44 millones de pesetas. Según la web del Ministerio de Cultura, fue calificada para mayores de 18 años, por lo que se deduce que el montaje exhibido en los cines de la época no incluía las numerosas escenas hardcore que hoy sí podemos ver en la película.

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Cuchillos en la oscuridad (La casa con la scala nel buio, Lamberto Bava, 1983)

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En una complicada etapa para el cine de terror europeo como fueron los principios de los años 80, el hijo del imprescindible Mario Bava daba sus primeros pasos en la dirección; primero llegaba Macabro (1980), a la que seguiría esta Cuchillos en la oscuridad. Ambas compartían el rebufo y las influencias del giallo, algo mucho más patente en una historia de asesinatos con un villano por identificar como la que encontramos aquí. El punto de partida, desde luego, podría ser el de cualquier thriller italiano con cierta emulación de Dario Argento o Alfred Hitchcock, dos nombres imprescindibles (por diferentes razones) para entender el giallo; Andrea Occhipinti (venido directamente de El Destripador de Nueva York [1982] de Lucio Fulci) es un compositor de películas de suspense (hasta se referencia a los gialli en una línea de diálogo) que alquila una ampulosa mansión para dar rienda suelta a su creatividad. Pronto una oleada de asesinatos asolará el lugar y sus inmediaciones, a lo que nuestro protagonista tendrá un inquietante razonamiento: la película en la que está trabajando parece ser la clave de todo.

Cuchillos en la oscuridad hereda, como hemos dicho, algunos de los mecanismos del suspense tanto del giallo como de sus más añejos referentes, ya bien con ese punto de partida del protagonista yéndose a un viaje psicológico hacia la resolución del misterio, la clásica fórmula del whodunit, el misterio creciente a medida que el héroe se inmiscuye más en un pérfido oscurantismo… Aunque de ritmo desigual (en origen, el proyecto iba iba a ser una mini serie de televisión que sobre la marcha se tornó a película para cines, lo cual seguramente haya tenido que ver), algo que acaba lastrando el producto (y que nos obsequiará con una excesiva duración) Bava da en el clavo con el tono de algunas de las escenas (excelente opening, donde encontramos al niño más famoso del fantástico italiano, Giovanni Frezza), el erotismo escénico de los asesinatos (aunque la crueldad expuesta en pantalla para mostrar las habilidades del asesino hacen rozar a la película con el entonces emergente slasher) o hasta ese giro final que irremediablemente nos recordará a Hitchcock de nuevo (y que no funciona nada mal) hacen del film un post-giallo decente, quizá ahogado en ciertas irregularidades narrativas salvadas por un suspense que a pesar de ello funciona.

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En el reparto el ya mentado Andrea Occhipinti (poco metido en su papel, lo cual acaba siendo un lastre), Michele Soavi en un agradecido rol secundario, alguna que otra ampulosa belleza italiana como Lara Lamberti o un rostro  tan reivindicable como el croata Stanko Molnar, aquí oficiando de sórdido y peculiar jardinero, quien Bava se trajo directamente de Macabro y que se convertirá en uno de los aspectos más peculiares de la película. Por supuesto, a destacar la aparición en un elemental papel de Fabiola Toledo como la joven Angela, quien probablemente protagoniza la muerte más simbólica y bellamente rodada de esta Cuchillos en la oscuridad. El film se rueda enteramente en Roma, en una pequeña villa en las inmediaciones a la Ciudad Eterna en la que no se varió ninguna localización, a petición expresa de Lamberto quien quedó maravillado con el lugar. Se estrena en Italia el 6 de agosto de 1983; aunque se desconocen datos de su estreno en cines en España, lo cierto es que sí llegaría al menos el mercado de vídeo, bajo el ya mentado título de Cuchillos en la oscuridad, en una edición que respetaba su póster original y que se encuentra muy cotizada hoy en día. Su título de ventas internacionales fue A Blade in the Dark, un epíteto que según contó Lamberto Bava en algunas entrevistas le gustaba mucho más que el original italiano (cuya traducción sería «La casa con las escaleras oscuras»), por captar mejor el espíritu del film.

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Demons (Dèmoni, Lamberto Bava, 1985)

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Dos años después Lamberto Bava lograría encauzar la película más significativa de su carrera. Demons venía apoyada por varios nombres importantes del fantástico italiano de entonces (Dario Argento a la producción, Dardano Sacchetti escribiendo el guión, Claudio Simonetti en la música…) y supone una de las piezas más importantes del ocaso del cinemabis europeo. Heredando algunas influencias de clásicos del cine de terror norteamericano de la época  (la huella de Posesión Infernal [1981] es evidente…) Bava propone aquí un exacerbado juego de metalenguaje focalizado en un cine de Berlín llamado Metropol. Allí, llegarán varios personajes para visualizar en sesión golfa una extraña y misteriosa película con demonios y posesiones. Todo tornará en realidad cuando las criaturas del film traspasen la pantalla y siembren el terror entre los asistentes de la proyección…

Narrada a ritmo de heavy metal y con una banda sonora plagada de éxitos de la época (desde hard rock al pop melódico de aquellos años…), Demons es un maremágnum narrativo donde tiene cabida la habitual ingenuidad italiana hacia el más allá (aquí unos demonios que poseen y usurpan el cuerpo de los personajes), con un sentido de la diversión apabullante y esa mirada tan lacónica como devota por el fantástico, cogiendo preceptos ya discernidos en otros clásicos del género (las ya mentadas posesiones, el espacio cerrado como cubículo en la lucha contra el mal) y un clímax final icónico e inolvidable que nos presenta a Urbano Barberini con hálito «súperheroico», katana y motosierra mediante. No ajena a una predisposición clara a la espectacularidad, y utilizando además un gótico tratado de interiores y una oscura representación del Berlín de los 80 para los exteriores, Demons ha pasado a ser un pequeño gran clásico del fantástico europeo, con ese metalenguaje que intentará captar la empatía del espectador, algo que consigue por mezclar la aquí más grotesca sensibilidad artística italiana con un hálito camp que hacen de ella un divertimento de primera.

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Protagonizada por el ya mentado Urbano Barberini (requerido después para el Opera [1987] de Argento), un inolvidable Bobby Rhodes (siempre recordado por este papel), Geretta Geretta (Año 225, después del Holocausto [1984] la aquí crecida niña del cinemabis de los 70 Nicoletta Elmi (¿Quién la ha visto morir? [1972], Rojo Oscuro [1975]) y por supuesto Fabiola Toledo, que como ya hemos dicho sufrirá aquí la transformación demoníaca más destacable de la película gracias al buen hacer de Sergio Stivaletti en los efectos especiales de maquillaje. Rodada a medio camino entre Roma (estudios Incir de Paolis) y la propia Berlín, la película se estrena en Italia el 4 de octubre de 1985, llegando a pantallas españolas el 24 de agosto de dos años después. En nuestro país la verían 203.346 personas que dejaron una taquilla de poco más de 56 millones de pesetas. Demons se convertiría en un auténtico clásico de culto de la cinematografía europea, con legiones de fans por todo el mundo.  

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Tras este repaso a la carrera de Fabiola Toledo, en próximos días se publicará una entrevista que la actriz ha tenido el detalle de conceder al Gabinete. ¡Saludos, camaradas!

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