Con ¿Quién la ha visto morir? nos encontramos con una de las aportaciones más interesantes y personales del giallo post-Argento y su multi-referenciada «Trilogía animal», venida del siempre interesante Aldo Lado que no oculta aquí una clara influencia de la vertiente más comercial del género auspiciada por el citado tríptico. Paradójicamente, el film se inicia con un prefacio visualmente contrario a las constantes particularidades de los gialli, dentro de un paisaje enteramente nevado que nos inmiscuye en la clave argumental de la cinta, la muerte de una niña pelirroja que, mostrado como un hecho funesto e incomprensible, se repetirá posteriormente en la trama. Ya dentro del propio entramado argumental, y presentado por un imponente opening musical venido de Ennio Morricone, se nos introduce al protagonista interpretado por el británico George Lazenby (famoso por ser el 007 más fugaz de la historia) como Franco Serpieri, un escultor divorciado cuya hija será víctima de un misterioso asesinato. La personalidad del director Aldo Lado destaca al imponer ciertas rúbricas a pesar de lo lineal y previsible de la trama (ese padre que deja a su hija sola por practicar sexo, como algo altamente reprochable para ciertos públicos de la época), como un realizador quizá injustamente colocado por debajo de algunos de sus coetáneos, aunque siempre haya impregnado en sus historias de un sello característico que ha incidido en ir más allá de las corrientes del momento: no sólo lo consigue con esta ¿Quién la ha visto morir?, sino que años después destacaría por impregnar de inesperado empaque a una de las más destacables rape and reveng movies, Violación en el último tren de la noche, que llevó al subgénero un paso más allá a la hora de imbuir un suspense más complejo de lo que la corriente requería.
En ¿Quién la ha visto morir? Lado presenta una Venecia decadente sobre la que se planea un suspense arraigado en la búsqueda inmersa del proto-típico y anónimo protagonista del subgénero, para localizar al culpable del asesinato de su hija. Como sería habitual en las películas coetáneas, el guión se desarrollará con las típicas artimañas de sospechosos y pistas falsas, bajo un arco argumental que se escindirá en pasadas y paralelas historias para desembocar en un final alocado de inesperada conclusión y abrupta resolución argumental. A pesar de lo disparatado de esta marca habitual del subgénero, la historia goza de un buen planteamiento en la estructura de su guión (mucho más directo de lo que el propio film pretende aparentar en su amplitud argumental), aunque el sello de la cinta evidencie un necesario apoyo tanto de ambientación como personajes. Estas características que, insistimos, no están muy lejos de las concepciones proto-típicas de los gialli, no han de tomarse como un elemento peyorativo hacia el film, sino como parte del encanto de la extravagancia formal del género. El film de Lado tiene una serie de valores puramente cinematográficos dignos de mención, que la hacen subir un escalón por encima de la media habitual y bajo los que alcanza una entidad que esboza sus defectos. La ambientación en una sombría, sórdida y gris Venecia hace que el film gane espectacularidad visual, anclada a un oscuro punto de imagen gráfica que enriquece el componente turbio de la historia; quizá en un claro disimulo para disfrazar algunos de los delirios argumentales, Lado se apoya de manera lograda en la arquitectura urbana de la ciudad (algo que se pasaba por alto en muchos de esos gialli que ignoraban el potencial artístico de las ciudades italianas en las que se localizaban), componiendo una puesta en escena que enriquecerá enormemente, añadiendo a la propuesta un envoltorio visual encantador.
Otro punto fuerte será la música, componente indispensable a la hora de degustar la paranoia y delirio de los gialli, presentándose aquí un imponente score de Ennio Morricone que mezcla sin pudor coros eclesiásticos (aludiendo de manera incisiva a la conclusión del film) y cánticos infantiles; la melodía principal servirá para ambientar la psicología del villano, simbolizando todos y cada uno de los momentos de la película en la que el aura maldita del homicidio se cierne sobre alguna de las víctimas. Así, Lado dibuja algunas de las secuencias de peligro con el clásico punto de vista en primera persona (aquí embellecido por el velo negro del asesino) creando tanto las típicas escenas tramposas de susto e impacto hasta algunos instantes con excelente ejecución en la puesta en escena, que se complementarán a la perfección con el retumbante acompañamiento musical; será en este tipo de momentos donde la película escape de un desarrollo aproximado al tedio para acaparar resultados de notable ejecución visual. Obviando la ya mencionada y desmedida resolución final, los tres asesinatos que componen la triada de escenas angulares del film gozarán de una efectividad muy destacable, en lo que se manifiesta a Aldo Lado como un director de meticulosa ejecución cinematográfica. Esto es algo que ya se vería en su predecesor giallo La corta noche de las muñecas de cristal, donde ya se gozaba de ciertos repuntes visuales en sus escenas clave, así como en la posterior La sepultada viva; es en esta, más alejada del subgénero que nos ocupa, donde el autor elaboraría una curiosa densidad dramática, que se heredaría en la posterior y ya citada Violación en el último tren de la noche. Dicho de otra manera, y volviendo al film objeto de esta reseña, ¿Quién la ha visto morir? podría haber sido un giallo de manual y de monótonos convencionalismos, pero la labor del director tanto en ejecución como concepción de la secuencia la elevan a una posición de notable referencia.
La indumentaria del villano, a la que ya hemos hecho una leve alusión, así como sus motivaciones, que serán citadas en la conclusión, es donde ¿Quién la ha visto morir? se emparenta con su influencia más manifiesta, Psicosis. El film de Hitchcock, pieza tótem de referencia para el giallo, es asimilado en Italia como un contundente y retorcido retrato de la locura, que sirve en su papel influyente para dibujar la alocada psique de muchos de los asesinos del subgénero, como ocurre aquí. Lógicamente, esta influencia confluirá con otras adhesiones a los éxitos de entonces, como el protagonista (un George Lazenby del que se asegura que adelgazó 15 kilos para el papel), en el más puro estilo de los personajes de Dario Argento, emprendiendo una inagotable investigación por capturar al asesino de su hija; es curioso como la película obvia (quizá fruto de una limitado desarrollo del personaje) la búsqueda de Serpieri con motivos vengativos, para centrarse más en la comprensión de esa verdad inexplicable que parece imbuir psicológicamente a los protagonistas del subgénero. También cabe mencionar lo delicado y susceptible de su eje argumental, como es la muerte de una serie de niñas con el consecuente inevitable análisis moral que de ello pudiera realizarse, sustituyendo el modelo de víctima de atractiva fémina por inocentes niñas totalmente independientes de la crueldad con la que se rodea a los adultos. Paralelamente se produciría en aquel año 1972 otro giallo de absoluta referencia como fue el Angustia de silencio de Lucio Fulci, partiendo de una idea idéntica, además de compartir una figura eclesiástica como foco del homicidio; premisas, todo sea dicho, totalmente poco habituales y que ofrecen unas lecturas muy interesantes, lo que sitúa a ambos films en dos de las más interesantes piezas del subgénero. Tanto en el film de Fulci como en el de Lado, aunque mostrado de manera más incisiva en el primero, esto se acompaña con una imaginaría de una oscura y retorcida malignidad que se percibe a la hora de describir las motivaciones del asesino, dejando un poso en el espectador mucho más turbio de lo que a simple vista pudiera asimilarse.
En su reparto encontramos al ya mentado George Lazenby, correcto en su papel de padre obsesionado, acompañado de la belleza de una Anita Strindberg como uno de los rostros más habituales del subgénero, habiendo participado en gialli tan significativos como Una lagartija con piel de mujer, La cola del escorpión, Vicios prohibidos o Atormentada. Ciertamente, y aunque suponga un contrapunto dramático relevante para el protagonista masculino, la belleza y presencia de la intérprete se ve algo desaprovechada, y más aún cuando se recuerdan sus otras citadas aportaciones al giallo. Se completa el trío protagonista con la presencia de Adolfo Celi, absoluto icono del cinemabis italiano, cumpliendo con su estoica presencia la siempre aparición estelar que acostumbraba a hacer en la producción italiana de entonces. ¿Quién la ha visto morir? es, en definitiva, un giallo cuidadoso en su compromiso con el subgénero que le lleva a ser bastante conservador en su narrativa, pero que guarda notable perspicacia en su mensaje; este punto conforma el eje del que se separe de otros clásicos de la corriente, presentando a Aldo Lado como un cineasta mucho más calculador en sus formas de lo que parece a simple vista, siendo esta segunda experiencia en el giallo gran prueba de ello.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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