Procreada como una revisión autoconsciente de todo un clásico del género como La Matanza De Texas (19734), llega a la producción hispana del horror esta película de origen mallorquín bajo el título de Verano Rojo, rezumando una historia clásica en esta vertiente: cuatro jóvenes huyen de la gran ciudad para pasar unos días de descanso en la isla de Mallorca, donde las jornadas idílicas que esperan vivir se tornarán en auténtica pesadilla. El film, primera obra de Carles Jofre, propone un recorrido por todos los tropos de lo que se podía llamar slasher rural, del que la ya citada película de Tobe Hooper supone a día de hoy su principal exponente: jóvenes urbanitas que chocarán contra las áridas orografías del terreno campestre y sus extraños y aislados ocupantes, la creación de un hostil ambiente que se ejecuta como campo de acción para la lucha de la supervivencia y el enardecimiento por una escenas de impacto en búsqueda de la sordidez escénica.
Lo mejor que se puede decir de Verano Rojo es que se ejecuta con una más que aparente economía de medios, que hacen de ella un émulo tan simple como efectivo de las mecánicas que de manera fiel recrea; un ejercicio de homenaje que se enriquece de una gran ambientación rural, consecuentemente folclórica hacia el terreno mallorquín (fieles representaciones de desoladas y asfixiantes regiones agrestes), añadido al recurso de la utilización del propio lenguaje de la zona (los miembros de la familia disfuncional, elemento antagonista, se comunican con el dialecto), creando en la obra una naturalidad propia, a pesar de no esconder en ningún momentos sus referentes. Estos, principalmente sugeridos en sus escenas de choque, se realizan a favor de la perturbación escénica, con una clara querencia hacia la incomodidad y exponiendo en todo momento un sentimiento romántico hacia las propias aristas del género. Destacable es también el núcleo del mal, carismático en su cuasi paródica exposición del redneck, con una aparición especialmente sentida por los amantes del cinemabis como un Simón Andreu interpretando a uno de los principales miembros de este pequeño clan de matarifes; su aparición hace que la película gane enteros, gracias a su siempre estimable presencia escénica. Además, como un dramatización de uno de los clichés más personales del slasher, el concepto de la final girl es recurrido con dignidad por la joven actriz Inés Palmer, quien aguanta los momentos de carga dramática que la película hace recaer en ella.
Destilando sinceridad y una espíritu rabioso a la hora de emular a la película de Tobe Hooper, y partiendo en base a una clara revisión de una serie de elementos base comunes, Verano Rojo funciona como una curiosa revisitación a los recovecos más comunes del subgénero, disimulando con cierto descaro algunos errores comunes de la ópera prima y focalizando las ambientaciones tan anexadas al american gothic bajo una curiosa reversión castiza. No engañará a quienes esperen una reincidencia modesta y sin pretensiones de una serie de naturalidades ya vistas en multitud de ocasiones, en la que se rezuma cierto mimo a la propia idiosincrasia de este tipo de terrores. El recorrido comercial de Verano Rojo, financiada por crowdfunding, se ha reducido principalmente a un circuito de festivales por todo el mundo, encontrándose en estos momentos en su estreno en el mercado doméstico.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.