A comienzos del mes de Julio saltaba la noticia: Ti West abandona el cine de terror. El que había sido uno de los abanderados del sector Indie del actual terror norteamericano abandona su género predilecto por el western, como así parecen anunciar algunos medios norteamericanos haciendo referencia a una reciente entrevista a coalición del estreno de The Sacrament, su último film hasta la fecha y aún inédito de estreno comercial en España. Si bien la afirmación del abandono no parece en realidad tan tajante (como veremos al final de este modesto texto hablando de su próximo proyecto) al Reverendo le parece esto una ocasión especial para hacer un pequeño repaso a la carrera de West.
Ti West es una de esas eternas jóvenes promesas del género que, aún a falta de esa gran obra redonda que lo acabe de encumbrar, su huella en el mismo se antoja muy importante. En breves líneas entraremos a hablar de prácticamente toda su filmografía, pero primero centrémonos en su peso en los terrores modernos. West siempre se queda fuera a la hora de hablar del llamado “Splat Pack”. El término, acuñado por el crítico Alan Jones en la prestigiosa Total Film, engloba a esa serie de jóvenes cineastas de prometedoras y (por entonces) emergentes carreras dentro del cine de terror que han dejado para la posteridad auténticos clásicos modernos. ¿Nombres? Pues algunos tan importantes como Rob Zombie, James Wan, Eli Roth, Alexandre Aja o Neil Marshall, entre otros. Aún guardando una gran amistad con alguno de ellos, West no acaba de ser encuadrado en esta nueva generación de cineastas, quizá por la falta de ese gran hit comercial que le haga conocedor para el gran público. Esta cantera de realizadores que amparados en los bajos presupuestos han ofrecido en sus films un sentido y ampuloso nervio para/con el cine de terror con una cuidada potencialización gráfica de la violencia, una conexión con los más primitivos mecanismos del género y un amor por lo exacerbado y grotesco del mismo que conseguía ganar la batalla a la asquerosa PG-13 (la descafeinada calificación por edades que tanto daño hace al metraje de los films) a favor de la adorada Rated-R. Curiosamente, podemos señalar dos apuntes interesantes de este grupo de realizadores. Su emulsión a principios de la década de los 2000 (tanto en territorios americanos como en europeos, como lo demuestra la mención de la figura de Aja, uno de los pocos de la llamada “brutalidad francesa” que saltó el océano) parece respirar las mas ínfulas desgarbadas de otra generación de directores nacida en aquella década que lo cambio todo, los años 70: las intenciones artísticas de Tobe Hooper, George A. Romero, Bob Clark, Wes Craven, y cía. son compartidas por los Zombie, Roth o Aja, aunque los primeros aprovecharon la coyuntura social de la época para ofrecer ciertos discursos socio-políticos aunque siempre al servicio de la etiqueta “horror”. El otro apunte digno de mención del “Splat Pack”, es que cada uno de sus cineastas parece anteponer su posición de fan a la de realizador: en sus películas se nota ese compromiso y fidelidad al género mucho más proveniente del amor voyeurista del espectador antes que la obligación de la respuesta profesional con el género, aunque sobra decir que en ambas facetas se cumplen sobradamente los requisitos mínimos.
Y en este último apartado es donde el Reverendo reivindica la presencia de West en esta afamada generación de cineastas. Este joven demuestra ante todo una asimilación del género muy bien cimentada, que apartando a un lado algunos irregulares resultados dentro de su filmografía, dejan ver a un tío con mucha mano y estilo manejando unos arquetipos que mayoritariamente se ven manidos si nos enfrentamos a los caminos más convencionales del género. Es el tipo de figura íntimamente ligado al fantástico que nunca sabes por donde va a salir, con una desvirtuación del lenguaje que por momentos resulta hasta insospechada y, por lo que más destaca su talento, el fiel espíritu reivindicativo por los sectores más salvajes del viejo cine de terror donde los modales narrativos brillaban por su ausencia a favor de rabia, tesón, extremismo y mala baba.
Tras varios cortos de los cuales no puedo hablar porque no he visto, como Prey y The Wicked, West compone en 2005 su ópera prima, The Roost. Titulada en España como “El Cobertizo” o “El Gallinero” (no tengo muy claro por cual de los dos títulos es más conocida), es popularmente conocida por su título original. Entremos en situación: cuatro amigos van en su coche directos a una boda, en plena noche de Halloween. En el típico paraje inhóspito acontece el típico problema con el vehículo y quedan, como es de esperar, perdidos en pleno terror rural. Aunque The Roost es en global una película más bien floja, funciona como preámbulo de la posterior y cansina nueva eclosión del found footage, que West volvería a retomar varias veces en su carrera, como veremos. Si bien es cierto que nos encontramos con una tensión ciertamente trabajada y un tempo de la narración bastante majo, echa para atrás la poca habilidad para disimular su “amateurismo”. Aún así, tiene momentos bastante cafres, murciélagos, alguna que otra dosis de mala hostia y la aparición estelar de Tom Noonan. Sí, el cabronazo del Manhunter de Michael Mann, que acostumbra a pasear su acojonante y peculiar presencia por todo tipo de producciones, protagoniza aquí una historia paralela en la que se nos presenta como un maestro de ceremonias de la película como si el Tío Creepy o Elvira se tratase, dentro de un decorado que parece salido de los seriales de terror de los años 30. The Roost no es para nada una grandísima obra del género como pudiera esperar quien conozca la posterior filmografía de West, pero se ven en ella ciertas raíces que ya presentan esa unión del director con el terror parido de los 70: noche de Halloween, carreteras secundarias, grupo de urbanitas que las pasarán putas… lo grotesco presente con la sensación de cualquier cosa puede pasar.
En 2007 llegaría Trigger Man, que no he visto. Me dicen que es un thriller con bastantes toques de acción sobre un francotirador ultra-cabronazo, con más cámara al hombro, atmósfera maja y una cuidada identificación hacia el suspense. Ni idea, aunque ardo en deseos de verla en breve.
2008, año de la que para el que esto escribe es la obra tótem de nuestro hombre. La Casa del Diablo es un discurso arriesgado de potente filia hacia el terror psicológico. Para ello, West apuesta primero por trasladar la acción a los años 80 en ambientación, y a los 70 en su metalenguaje. Y es que como ya hicieron Quentin Tarantino y Robert Rodriguez en su Grindhouse, West adopta las tipografías, diseños y arquitecturas del lenguaje cinematográfico de entonces, al más puro estilo “drive in”, desde la óptica del homenaje, no quedándose solo en lo contemplativo sino vistiendo la película como si un producto nacido en aquella época se tratase. La joven Samantha Hughes (colosal una deliciosa y encantadora Jocelin Donahue) necesita dinero rápido para nutrir su economía y acepta un encargo como canguro. Aunque contrario a lo que ella creería, no tendrá que cuidar a ningún tierno infante, sino custodiar una enorme mansión cuyo propietario es un ser inquietante con la presencia de… Tom Noonan. Nuevamente, se aprovecha el perverso físico del actor para ofrecer un rol de un tinte realmente aterrador, lo cual sirve para insuflar aún más de misterio esa atmósfera que West irá cargando paulatinamente. Ahí está la clave, apoyo y fuerza de La Casa del Diablo: la atmósfera. El director la convierte en el principal eje de la historia insuflándola de inquietud, misterio y desasosiego, pudiendo mencionar también la cierta claustrofobia que ofrecen los juegos de cámara para/con la arquitectura del inmueble. Una puesta en escena y sentido del ritmo que pueden remitir perfectamente a La Semilla Del Diablo de Polanski (compartiendo también su trasfondo satanista), además de sentir como cada detalle está cuidado al milímetro: desde la construcción narrativa, los juegos de iluminación hasta las sutiles pistas que West da sobre la resolución final que, aunque pueda adivinarse rápidamente, no disminuye la intensidad de un clímax final de apabullante explosión visual. Esta, la mejor película del director que nos ocupa, parece que quiso iniciar una espontánea nueva oleada de reivindicación y “revisitación” del cine satánico de los años 70, a lo que se sumaría pocos años después la inconmensurable The Lords Of Salem, con la que guarda ciertos puntos en común, aunque siendo justos cabe decir que la película de Rob Zombie ya juega en una liga superior. Ojito al cameo de un mito para el fantástico que, precisamente, aparece en ambas películas, la siempre dulce Dee Wallace.
Un año después West dirige otra producción de videoclub como es la secuela de Cabin Fever de Eli Roth. Cabin Fever 2: Spring Fever . Las secuelas directas al mercado doméstico de éxitos recientes del terror parecen un género en sí mismo, dejando alguna que otra película digna de mención (muchos disfrutamos bastante con las continuaciones de Km. 666, que ya lleva cinco secuelas, todas ellas para el videoclub y conocidas en España como la saga de Camino Sangriento). El primer film de Eli Roth, todo un collage de homenajes al género del terror rural de jóvenes urbanitas perdidos a su suerte en la América Profunda, también tendría su secuela directa al DVD, dirigida por West. En esta ocasión, la extraña fiebre que literalmente arranca la piel de los personajes del lugar llega a las inmediaciones de un instituto, lo que le sirve al director mostrar las prototípicas situaciones de los centros educativos americanos pero en un enclave puramente de “horror-comedy” (los institutos son muy recurridos en el género, especialmente en el slasher de los 70-80´s, época que sirve como principal influencia de las maneras del cineasta). En esta Cabin Fever 2 lo que encontramos no es una continuación normativa de los hechos, ya que funciona más bien como historia paralela o colateral. West usurpa de la original los apuntes mordaces con los que Roth insuflaba comedia a su relato de terror, pero aquí los eleva al cubo para llegar casi a la parodia. Se amoldan además las tópicas escenas propias del llamado “cine de institutos” de los 80 pero revistiéndolas de un tono satírico bastante exagerado, con un derroche de violencia extremo y un aura de cachondeo y mala baba que empieza ya desde el minuto uno de la película (los créditos animados, una joya en sí mismos, ya van dejando pistas del tono que tendrá el film). Quizá lo que se le pueda achacar al film es una falta de unidad argumental (da la sensación, por momentos, que el guión se hubiese concebido como una concatenación de escenas sin ningún tipo de coordinación argumental) pero quizá esto se explique con que, según tengo entendido, West se ha mostrado contrario al montaje que finalmente se realizó del film señalando además que se ha sentido muy puteado con los productores por ese aspecto. Aún así, la película conectará con aquellos que hayan entrado en los toques de mala leche que Roth mostró en la primera parte, aunque aquí las tornas caminen hacia el gore desenfrenado, el cachondeo gratuito y la parodia de algunos arquetipos del fantástico pasado en clave erótico-festiva.
The Innkeepers (estrenada tardíamente en España como Los Huéspedes), año 2011, es otra muestra de terror que sigue por derroteros muy afines a los ya expuestos en La Casa del Diablo, aunque aquí West apueste por la prototípica historia de fantasmas. Su historia se centra en dos de los empleados del Hotel Yankee Pedlar, que está a punto de cerrar sus puertas para siempre. Ambos, Claire y Luke, están convencidos de que el sitio está maldito, con una truculenta historia detrás que tiene como epicentro la misteriosa habitación 353.En un tono mucho más complaciente se repite la idea del aprovechamiento de la arquitectura de la atmósfera del inmueble para generar terror, aunque se distancia de la anterior película de West en los apuntes sobrenaturales de la trama y esa forma mucho más agradable, apoyada en el carisma de la pareja protagonista, de afrontar el relato del horror. Nuevamente la construcción del suspense es verdaderamente efectiva (aunque no con las formas tan crudas de La Casa del Diablo, sino incluso coqueteando con el humor para “edulcorar” una historia que quizá no lo necesitase) y la puesta en escena sirve en bandeja una ambientación muy fría y poderosa. Aunque juegue en su contra que se siguen uno a uno los esquemas argumentales de su subgénero, cabe señalar lo bien que resuelve el director la consecución de los momentos de terror en un campo no muy experimentado por él como el terror sobrenatural. Además, se pueden casar muchos de los elementos utilizados con las maneras estilísticas del añejo cine de terror, lo que no hace más que ensalzar la figura del director no como un mero reivindicador de ello, sino con las labores intencionadas de asimilar en los arquetipos actuales la recuperación de aquellos recursos del cine de los 70 y 80. Ojo al desenlace, que defraudó a muchos y al Reverendo le parece bastante curioso.
Un año después West colabora en dos películas episódicas que, casualidades de la vida, fueron lanzadas casi al mismo tiempo. Primeramente se dio a conocer V/H/S, que tiene como principal arma el “falso documental” o found footage, con su consiguiente y mareante cámara en mano. Como vimos, no es la primera vez que West echa mano de un recurso que en los últimos años parece vivir una eclosión abismal. Así lo atestiguan éxitos como la saga Paranormal Activity o El Último Exorcismo dentro del terror (podríamos incluir la interesante aportación patria de la franquicia [REC] de Balagueró y Paco Plaza), o el Cloverfield de Matt Reeves si hacemos referencia a la influencia de la vertiente en el mainstream. Lo cierto que, como en todas las modas, un recurso que en el pasado fue utilizado de manera tan espontánea como acertada (Holocausto Caníbal, apoyo mediático aparte, triunfa en su mero intento de ofrecer un retrato del horror) acaba desgastado hasta la extenuación cuando se aboga por estirar hasta el máximo sus formas. Ciñéndonos a V/H/S, la película es un conjunto de historias concatenadas que tiene como núcleo la trama de un grupo de cabrones que son supuestamente contratados para asaltar una casa encontrando un grupo de cintas que, sorpresa, comienzan a visionar. En ellas (sí, cada cinta reproducida es cada uno de los cortos que vemos) encontramos cada uno de los episodios, sin ninguna relación aparente entre sí. El proyecto puede caer simpático porque se muestra en pantalla mucho de lo que podríamos pedir los fans del género: situaciones macabras, sufrimiento, y una sensación de mal rollo continua. El problema, que ninguno de los directores presentes (ojo, que también andan por aquí metidos Adam Wingard, que lo petó entre muchos aficionados con el slasher You´re Next, que vanagloriado por muchos no era en realidad para tanto) sabe llevar a un nuevo límite el recurridísimo recurso de la cámara en mano y todo acaba en una monotonía bastante cansina. En concreto, el episodio de West, llamado Second Honeymoon es la más larga y aburrida de todas, aunque con algún detalle visual digno de mención. Ojo con el clímax de la última historia de este V/H/S, llamado 10/31/98 y dirigido por cuatro fulanos bajo el sobrenombre de Radio Silence, que es de lejos lo más destacable de este proyecto.
El otro proyecto episódico en el que West ha colaborado es el célebre The Abc´s of Death, una curiosa propuesta que involucra a 26 directores que realizan un cortometraje cuya temática ha de estar relacionada con la muerte y la letra asignada a cada uno de ellos. Tremendamente irregular, se agradece la forma en la que algunos directores se desenvuelven del encargo haciendo cortos mucho más cercanos a la broma que al verdadero sentido de afinidad al terror que yo al menos creía que se pretendía. El español Nacho Vigalondo inicia el proyecto con la “A” de Apocalipsis, da buena muestra de esto que mencionamos, además de no ser de los cortos más flojos que nos podemos encontrar. A Ti West le tocó la “M” y para ello dirigió Miscarriage. Quien sepa lo que significa esta palabra ya sabe lo que se va a encontrar, ni más ni menos. Una chorrada enorme de cortometraje muy impropio del talento del director. Mucha atención porque algunos de los nombres que podemos encontrar en The Abc´s Of Death son bastante interesantes: Marcel Sarmiento (Deadgirl) (cuyo Dogfight es probablemente el corto más destacado a pesar de su verborreico derroche de estilo), el polémico Srdjan Spasojevic (A Serbian Film), Xavier Gens (Frontière[s]), Jason Eisener (Hobo With A Shotgun), Jake West (Evil Aliens), Angela Bettis (la inconfundible May de Lucky Mckee en su segundo proyecto como realizadora) o nuevamente Adam Wingard, aquí acompañado por su habitual guionista Simon Barrett. Algún día hablaremos de este proyecto en profundidad, aunque quizá no merezca esa pérdida de tiempo.
La última película de Ti West hasta la fecha es The Sacrament, donde después de proyectarse por varios certámenes de prestigio (Toronto, Sitges…) parece que ha logrado un amplio consenso con la crítica especializada en el género. El director de nuevo recurre al found footage para contar la historia de dos periodistas que acompañan a un amigo a adentrarse en la selva de Centroamérica, quien busca a una hermana refugiada bajo las ordenanzas y postulados de una secta y/o comuna comandada por uno de los personajes más atrayentes de la filmografía de West, un enigmático líder interpretado por el hasta ahora desconocido Gene Jones. Hay dos cosas que destacan poderosamente de la película. Primeramente, despunta la fatalidad latente que va creciendo dentro de la atmósfera, (algo en lo que West vuelve a recurrir tras La Casa Del Diablo), a medida que se dibuja la hostilidad en el ambiente y el conocimiento por parte de los protagonistas de los andamiajes conceptuales de la secta. Por otra parte, West utiliza aquí el “falso documental” y la cámara mano más bien como un mero recurso visual a rebufo de su tratado de la historia (la fotografía, a cargo de Eric Robbins, con quien repite tras The Roost, es tan nítida y convencional que nos hace olvidar en muchas ocasiones la cámara en mano), con un realismo en la nitidez de la imagen que apoya la aridez con la que avanza la narración. Por primera vez en su carrera, el director no recurre al mockumentary como auto-impuesta identificación genérica, lo que le hace exprimir al máximo el formato y llevarlo más allá de las gastadas resoluciones visuales siempre anexas a él. The Sacrament, aunque se venda como tal, no es en realidad un film de terror, sino que se nutre de lo insano y agobiante de la atmósfera para camuflarse como tal. De ritmo cocido a fuego lento, su desenlace cae en el mismo error que La Casa Del Diablo (las semejanzas formales de ambas películas son bastante altas, aunque partan de postulados totalmente opuestos), con su irremediable previsibilidad. El film comparte un concepto de la tensión dentro de un catálogo de reflexiones morales con la previa Red State, con la que Kevin Smith insufló su carrera con aires nuevos. De similar temática e intenciones, entrar en una comparación profunda entre ambas se antoja algo muy atractivo, aunque quizá en otro momento.
El anuncio por parte de West de su supuesto abandono del cine de terror quizá esconda la sabia oportunidad de llamar la atención a los medios para promocionar su siguiente proyecto, un western llamado In A Valley Of Violence que parece que contará con la presencia de John Travolta y Ethan Hawke tratando de una historia de venganza situada en el año 1890. Algunas fuentes dicen que será un western oscuro y tétrico repleto de ciertos guiños a enclaves visuales del horror, aunque lo que sí es seguro es que West manejará el mayor presupuesto de su carrera. Aún así, vuelva o no Ti West al género en el que se ha criado como espectador y cineasta (servidor apuesta que no tardará en hacerlo), ha dejado un legado mucho más interesante de lo que parece. Aunque la notoriedad de sus films no trascienda de los círculos festivaleros y los visionados de los que nos consideramos fervientes seguidores del género, en su labor se puede admirar, dejando aun lado las calidades e irregularidades, de un oficio de artesanía y devoción para/con el terror muy añorada en muchas filmografías actuales dedicadas a la vertiente.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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