15 días de Halloween #15: «31»(Rob Zombie, 2016)

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Como siempre ocurre cuando nos encontramos con un cineasta con tanto peso mediático en la situación actual del género, 31 de Rob Zombie fue anhelada como la vuelta al terror áspero y visceral que catapultaría la filmografía del autor dentro del lado más sórdido del panorama actual del terror, y más aún, cuando en un absoluto tour de force de subversión narrativa, con The Lords Of Salem (2012) el cineasta alcanzó absolutas cotas de transgresión respecto a su propio universo. Se ha suspirado, proyecto tras proyecto, una vuelta del director a los orígenes; desde ese recorrido tan sucio como espectral del lado más oscuro del American Gothic, a los personajes salvajes sumidos en un espectáculo circense de brutalidad, o el tan personal retrato de la violencia en un contexto feroz e implacable. Sí, cabe decir que 31 vuelve por los fueros de La casa de los 1000 cadáveres (2003) y Los Renegados del Diablo (2005) con su estampa de freak show, bajo una  árida y desmedida crueldad en el intento de ahondar en los más oscuros recovecos del horror más transgresor y todo ello sumiéndose en una enorme concepción de la truculencia donde Zombie bien sabe manejar sus armas; desde el insolente retrato de la incomodidad escénica, esa donde lo sanguinario se torna en un sucio romanticismo visual, hasta la manera de convertir los sucios iconos del lado más perverso de la contracultura americana en portentosos símbolos de un espeluznante espectáculo. 

En plena víspera de Halloween, un grupo de feriantes que se encuentran recorriendo las interminables carreteras secundarias de los Estados Unidos se sumergen de lleno en los oscuros recodos de la «América Profunda», cuando una parada en una gasolinera ya les hace sufrir un incómodo encuentro con uno de sus responsables; recurrido tópico, como se adivinará, de premonitoria sensación de lo que les acarreará en el futuro cercano. Dentro de un ambiente jovial y festivo, los circenses continúan su trayecto hasta que este se vea obstaculizado por unos espantapájaros colocados de manera extraña; justo en ese momento serán apresados por los miembros de una institución que cada Halloween organiza un cruento juego de supervivencia llamado «31»: las víctimas deben sobrevivir durante unas horas en una localización laberíntica subterránea al conjunto de mercenarios contratados para la ocasión. El precio para el ganador, si es que lo hay, será su simple pero agradecida supervivencia. Con esta grotesca premisa Zombie restaura el lado más árido de su narrativa confabulando un survival engendrado bajo los esquemas más viscerales y sanguinarios de dicha corriente, y en su llano desarrollo se ve ampliado con uno de los valores clave de su cine: la exposición absolutamente iconográfica de la violencia, repleto de un conjunto de personajes, de índole transgresora y provenientes de los episodios más oscuros del underground, como un conjunto de caracteres de roñosa crueldad implícita (desde un enano latino vestido de Hitler, o un conjunto de payasos que estilísticamente ofrecen un reverso repugnante de su ingenua y bufonesca estampa)  de los que Zombie se servirá para conformar el repunte visual de su película. El cineasta,  ya entrando dentro de sus filias contextuales, volverá a resplandecer sus conexiones con la (contra)cultura norteamericana, colocando a sus villanos más cerca de las efigies del psychokiller despiadado que de los meros iconos ficticios del terror, destacando en esto poderosamente la ya inmortal imagen anexa a este 31: Doom-Head, efigie espeluznante detonada a la sazón de la absolutamente desalmada dramatización del actor Richard Brake, que se convierte por méritos propios en la estrella de la película; tras protagonizar un prólogo, de acertado y lacerante blanco y negro, reaparecerá en un tercio final que Zombie converge completamente para su lucimiento, consiguiendo que el reverso más oscuro de la ferocidad criminal vuelva a fundirse en los áridos y luminosos terrenos de la América más profunda.

Como ya algo arraigado a su cine, Zombie dramatiza la acción en los 70; no sera casual ni gratuito este precepto, ya que el cineasta vuelve a tirar de aquel cliché transgresor de la época de mezclar horror con incipiente realismo, concibiendo una dureza insurgente hacia la propia imagen, o lo que es lo mismo, la creación de un impacto en cada escena de violencia marca de la casa. Sería injusto no mencionar que 31 no aporta nada a una filmografía en constante renovación y transformación, siempre afín a unas pretensiones autorales dispuestas a indagar en los recodos más jodidos del cine de terror. Después de una muestra tan absolutamente sediciosa hacia su propia iconografía como fue The Lords Of Salem, debe ser comprensible que Zombie buscase algo mucho más desahogado para su ímpetu creativo. Cabría mencionar que 31 adolece de cierto síntoma de repetición no sólo en la manera de evolucionar la historia (quizá justificado, amparándose en la muestra de ese freak show demente, personificado en un tan variopinto como obsceno desfile de villanos) como a la hora de enfocar la ubicación en terrenos subterráneos: la fotografía oscura y de saturación fangosa, quizá demasiado trillada en en los estamentos más recientes del género, chocan bastante con las habituales agrias luminosidades típicas del director cuando se empeña en recorrer la estéril estampa de la América de los 70, como es el caso.

Cierto es que 31, a nivel de personajes, triunfa en las habituales presencias del universo del cineasta: a parte de la ya mencionada sordidez del grupo de antagonistas, con unas sutiles presencias de las tres cabezas pensantes del mal llamado juego «31» (con aspecto victoriano ataviado para la ocasión, y una mordacidad perenne, Malcolm Macdowell, Judy Geeson y Jane Carr resultan demencionalmente encantadores en sus disertaciones) sino que en su conjunto de protagonistas se percibe algo perenne en otras películas de Zombie: la composición de un grupo de desagradables personajes sumidos sin ningún tipo de límite hacia los ángulos de la perversión grotesca, con la esperada heroicidad de Sheri Moon Zombie en un tercio final donde se verá sumida en un infierno de depravación junto al que ya hemos destacado como fundamental presencia de este 31. La película ha sido recibida con menos emoción de la esperada por la comunidad fan del terror; pero, más allá que como un nuevo capítulo de la filmografía de Rob Zombie, se debería asimilar a modo de nueva acumulación de una de sus más características obsesiones: ese extraño y siempre misterioso, a la vez que de enorme potencia iconográfica, freak show; un término tan arraigado a su cine que aquí el cineasta se permite dibujarlo como su «casa del terror», bajo un refinado esquema del lado más perverso del universo circense y feriante (con apunte biográfico incluido), convirtiendo la película en ese espectáculo de lo dantesco y del horror primitivo y visceral que Zombie encuadra bajo sus siempre intensos estamentos estéticos. Una oda a la enérgica fortaleza del costado más salvaje del terror,  lo cual convierte a este 31 en una maniobra de admiración propia en una constate auto-referencia creativa. Recuerden, camaradas: «In hell, everybody loves popcorn«.

Saludos desde el Gabinete, camaradas. Feliz Halloween.

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2 comentarios en “15 días de Halloween #15: «31»(Rob Zombie, 2016)

  1. Mis felicitaciones por este trabajazo de especial de temática Halloween, ya iré leyendo algunas entradas que se me han pasado a mi ritmo.

    Leyendo esta reseña se ve a leguas tu pasión por Rob Zombie, me llama la atención que la ambientación setentera no sea gratuita ya que, saliéndome del terror, tengo reciente una película española que me pareció que podría haber estado ambientada en nuestra época en lugar del post-franquismo y me molestan esas afecciones cronológicas cuando no sirven al guión.

    Me anoto para ver esta 31… ¡un enano latino vestido de Hitler! Oh, Dios… y yo que pensaba que el provocador en la escena del terror era Eli Roth. Je, je.

    Reverendo, eres muy prolífico. Tengo que tomar notas de ese ritmo de escritura. Un abrazo, camarada.

    • Muchísimas gracias, camarada! Creo que le gustará «31». Ha generado bastantes discrepancias en la crítica porque Zombie ha optado más por la «película concepto» que por un trasfondo más profundo como venía dando en algunos de sus previos trabajos. ¡Toda una oda al freak show que siempre le ha acompañado!

      Cierto es que mantener el ritmo para el especial me ha costado, pero creo que ha quedado una lista variada y con el encanto que pretendía darle. ¡Espero que la disfrute!

      Enorme abrazo.

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