Inauguramos el repaso a las películas que conforman la lista de las «Video Nasties» con uno de los directores que aportaría más de un título al ya famoso listado de cintas perseguidas. Concretamente, Lucio Fulci, el llamado «padrino del gore» y que tendrá también su Dossier en el Gabinete, aporta al famoso listado británico de vídeos poscritos Nueva York bajo el terror de los zombies (1979), El más allá ,(1981) además de esta Aquella casa al lado del cementerio. No es de extrañar, ya que una de las características que más famoso han hecho a Fulci como realizador de terror (algo que le llegaría en su última etapa, ya que abordó varios géneros, desde el western hasta la comedia, en la explosión del cine popular italiano de los 60 y 70) han sido siempre sus escenas grotescas donde todo podía estar presente, desde hemoglobina en cantidades industriales, gusanos viscosos o arañas carnívoras. La película que hoy nos ocupa es la tercera parte de la trilogía pirata denominada «Las puertas del infierno«, sobrenombre ideado desde el propio fandom con el que se agrupan tres de sus películas más populares: Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980), El más allá y Aquella casa al lado del cementerio; las tres parecen compartir universo con una atmósfera raruna y perturbadora, centrando su argumento en un terror sobrenatural donde nuestro mundo acaba conectándose, tras una serie de funestos hechos, con otra dimensión oculta, cuasi luciferina y de aspecto altamente malvado. Estos films comparten, además del protagonismo de Catriona MacColl, un elemento sobrenatural e inquietante que acaba invadiendo la narración en la ejecución de un dibujo del mal que paulatina y etéreamente engloba la ambientación de la película, con ciertos aires «lovecraftianos» (mucho menos pronunciados en el film objeto de esta reseña) y una apuesta clara por el impacto de la escena del horror. Es curioso ver como ciudadanos, en sus cotidianas costumbres, acaban siendo enfrentados contra el mismísimo retrato del mal, el mismo que parece querer salir a la corteza terrestre desde las más oscuras dimensiones terrenales; en espíritu, la idea general sobre la que se cimenta el terror de H.P. Lovecraft. Cronológicamente situada en tercer lugar, Aquella casa al lado del cementerio parece ser la menos valorada de las tres, quizá por ser la más contenida parte de la trilogía. Aunque también hereda (en menor medida, eso sí) el concepto de la citada triada de films, su esquema narrativo acaba derivando por terrenos mucho más convencionales, colocándose más cercana al exploit (¿El Resplandor [1980] de Kubrick?) y por ende restándole la frecura y personalidad de sus películas hermanas. Aún así, continúa siendo uno de los Fulci más encomiables de su última etapa, casi enteramente dedicada al terror, donde el italiano vuelve a manejar con gran acierto una de sus mayores cualidades: la aplicación y desarrollo de la atmósfera, elemento envolvente que potencia un entramado aparentemente sencillo, pero repleto de matices.
La película parte de un clásico norteamericano, la casa encantada: el neoyorquino Norman Boyle, ejemplar padre de familia y portentoso académico, es encargado de aclarar el misterioso suicidio del Dr. Peterson, uno de sus compañeros. Parece que un viejo caserón, situado al lado de un cementerio, fue habitado por el científico por lo que Boyle decide mudarse allí con su familia. La película se desarrollará entre las habituales esquema de la familia feliz que pronto verá su tranquilidad turbada por extraños acontecimientos, con investigación paralela y bajo una particularidad en las películas de su tipo, como es aquí la figura del monstruo, una diatriba que paulatinamente se irá definiendo a lo largo de la narración. Muchas son las cosas que se podrían destacar de la película; podríamos empezar con la importancia que Fulci da a dos factores, comunes en primera instancia pero que el italiano ejerce como pilares para construir el horror: primero, la propia figura de la casa abandonada/maldita, aquí un caserón victoriano que no de manera casual protagoniza el plano que abre el film y cuyo entorno y arquitectura será mostrado por Fulci en multitud de ocasiones (se da mucha relevancia al paraje que circunda el inmueble, un tremendo cementerio que da muchísimo vigor a la atmósfera), recurso de localización que instaurará mucho clasicismo a lo visual, mostrando sus interiores con una puesta en escena arquitectónica y feísta que servirá para disfrutar al máximo de la otra diatriba, el asesinato. Y es que en el cine de Lucio Fulci el homicidio será ingrediente fundamental (especialmente en su última etapa, reincido); la historia se muestra, sobretodo si el espectador no se preocupa en indagar más allá de la potencia de su imaginaría, un vehículo narrativo para que Fulci muestre los asesinatos en sus habituales toscas maneras. El homicidio aquí está presente en los tour de force (la película se inicia de hecho con uno) y es utilizado como mera catarsis y liberación de los momentos de tensión. Citemos la joven que vemos al inicio en la casa, acabará siendo atravesada por un cuchillo, no sin antes ver a su novio clavado contra una puerta; por supuesto, el desnudo femenino nos sugiere que ha habido sexo, la muerte después del acto sexual, ese clásico del slasher norteam
ericano de la época. Incluso la muerte del murciélago en la primera escena que tiene lugar en el sótano, visceral, se muestra con una inesperada manera explícita; el asesinato de la mujer de la inmobiliaria, con insertos en planos P.O.V, muestra como el torso y el cuello de la fémina son atravesados por una barra de hierro, para luego ser arrastrada entre un grotesco baño de sangre; la niñera también sucumbirá ante una muerte tajante, siendo degollada en el propio sótano; la última de las murder set pieces ya mostrará a Freudstein en pleno esplendor cometiendo el asesinato de Norman (supurando antes gusanos de su cuerpo ante una cuchillada), bastándose de su propia mano para reventarle el cuello.
El film responde a muchos de los recursos del llamado euro-splatter, encontrando además muchas características del cine de su director: su personalidad propia se define a golpe de tensión cimentada en la atmósfera onírica y en cierta medida alucinógena. Fulci encuentra aquí también una manera de explotar la inquietud con una pieza clave del mito de la casa «encantada», como es el sótano abandonado: este sera el epicentro de la historia, ubicación del Dr. Freudstein, personaje ya icónico dentro de la filmografía del italiano y elemento conector entre el mundo terrenal y la dimensión infernal dada. Se descubrirá que Freudstein responde a la personalidad de un popular cirujano que ejecutaba experimentos ilegales en el lugar (¿conexión con el Herbert West de H.P. Lovecraft?), que se convertiría en una carnicería repleta de cuerpos desemembrados. Se crea un vínculo entre el villano y el protagonista, Norman, que muestra esos aspectos donde la película gira entre lo real y lo irreal, creando el halo pesadillesco. También se citan los miedos infantiles, una situación donde un niño es enfrentado a lo inexplicable que, curiosamente, parece ser un concepto que inquietaba mucho a un Fulci que acostumbraba a ejercer este tipo de subtramas. Aunque muchos vean el estigma paranoico narrativo como su principal defecto, lo cierto es que esa sensación de narración enajenada establece la particular personalidad de la película (muy similar a las otras dos entregas de «La trilogía del infierno«), extrema
y desgarrada, que delinea un horror desorbitado, «grand guignolesco«, pero muy funcional. Así veía Fulci el género, un artesano que asumió el horror no como una devoción, sino como una obligación para/con el cine de géneros respondiendo a las modas del momento y que para ello ejerciendo un terror de diseño donde todo puede pasar y el límite del exceso y la repulsión no conoce término.
Aquella casa al lado del cementerio está escrita por el guionista de guionistas del cinemabis italiano, Dardano Sachetti, en colaboración con Giorgio Mariuzzo . Sachetti imbuye aquí el espíritu de Lovecraft en la recreación de una figura monstruosa y en cierta medida ancestral, un perpetuo Dr. Freudstein (así se iba a llamar el film, aunque se apostó por un título más poético), epicentro de una atmósfera trastornada y visceral, manera de perturbar la dimensión conocida. Así lo sufrirá el protagonista, Norman, interpretado por Paolo Malco, quien también trabajó con Fulci en El destripador de Nueva York (1982); sería un habitual del cinemabis italiano de la época, habiendo trabajado con Damiano Damiani en Tengo miedo (1977), Enzo G. Catellari en Fuga del Bronx (1983) o Tuareg (1984), con Fabrizio De Angelis en Thunder (1983) o Sergio Martino en la «giallesca» Asesino del cementerio etrusco (1982). Su personaje será clave en la narración, ya que los paranormales vínculos entre Norman y el Dr. Freudstein serán la base bajo la que Fulci ejecute el horror sobrenatural de la película. Catriona MacColl, musa de Fulci e imagen perenne de su trilogía sobrenatural, vuelve a engrandecer el film con su carisma e impronta, aquí como uno de los personajes que más sufrirán lo enigmático de la trama. Giovanni Frezza hace el papel de Bob, infante de característica cabellera rubia y ojos azules, que eran habituales de ver en algunas otras películas contemporáneas como Manhattan Baby (1982) (repitiendo con Fulci), Los nuevos bárbaros (1982), o su doble colaboración con Lamberto Bava en Cuchillos en la oscuridad (1983) o Demons (1985). Frezza, a pesar de sus evidentes limitaciones interpretativas (palpables en todas las películas mencionadas) hace una correcta dramatización del infante enfrentado a lo inquietante, siendo además una de las imágenes más memorables del film que nos ocupa, recibiendo constantemente mensajes de la «otra dimensión», algo que
emparentará al film de Fulci irremediablemente con la ya citada El Resplandor de Stanley Kubrick (además de, como hemos comentado, la figura del lugar abandonado y «encantado»). También encontramos, en un papel secundario, al icónico Carlo De Mejo (protagonista de Miedo en la ciudad de los muertos vivientes e hijo de la histórica Aida Valli) y el inevitable cameo del propio Lucio Fulci. En el reparto técnico llama la atención la ausencia de Fabio Frizzi en la composición de la banda sonora (labor que sí realiza en las otras dos partes de la «Trilogía del infierno«), sustituido aquí por Walter Rizzati, quien realiza un trabajo encomiable que, por cierto, sería el más destacado de su carrera. Vicenzo Tomassi y Sergio Salvati, respectivos montador y fotógrafo habituales de Fulci, también estarán presentes; destaca especialmente el trabajo del segundo, en su habitual función de ejemplar retrato de exteriores (sucios y áridos, necesarios para la trama) y el buen uso de unos interiores bastante opresores, aquí invadidos por la mansión victoriana epicentro del enigma.
Los motivos de inclusión de Aquella casa al lado del cementerio en la lista británica de películas perseguidas pasan, lógicamente, por lo grotesco y excesivo de sus escenas gore. Fulci componía su violencia bajo la construcción de unas escenas donde el impacto mezcla la hemoglobina más exacerbada y una fisicidad repugnante; ya hemos descrito anteriormente algunas de las fascinantes secuencias de extrema violencia. La película llegaría a los cines del Reino Unido en 1982, sufriendo varios cortes que alcanzarían los 34 segundos, todos ellos planos explícitos gore. Esta misma versión se editó en primer lugar por la distribuidora Vampix, hasta que poco después, en el año 1984, la película entró en la lista de las «Video Nasties» quedando perseguida y prohibida. Poco después la película sería «liberada» por la British Board Of Film Classification en una versión censurada con 4 minutos y 11 segundos menos que aquel montaje exhibido en cines, distribuido en vídeo por Elephant Video y Vipco. Hasta el año 2009 el montaje ínteg
ro de la película no pudo ser visto en el Reino Unido, momento en el que se editaría en DVD sin sufrir ningún tipo de censura, bajo la prestigiosa Arrow Video. Respecto a las ediciones en DVD, cabe mencionar que una edición norteamericana, editada por Anchor Bay, incluye una escena eliminada protagonizada por Catriona MacColl (bajo el ataque del murciélago) con fragmentos que ya aparecían en el trailer de la película.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
Impresionante, me parece de lejos la mejor reseña que he leído últimamente. Confieso que no he visto mucho de Fulci, aunque guardo un buen recuerdo de «El más allá», pero después de leerte me entran ganas de hincarle el diente. Enhorabuena.
Muchísimas gracias por tus palabras, compañero, cuanto me alegro que hayas disfrutado de la reseña. El cine de Fulci es ciertamente muy particular (si quieres iniciarte en él su etapa de terror es la más popular, pero en otros géneros también tiene cosas encomiables), no apto para todos los públicos, pero ante todo con un sello tan extravagante como personal. «El más allá» (pronto llegará al Gabinete) está considerada su obra tótem, si te gustan sus particularidades disfrutarás con «Aquella casa al lado del cementerio». Me gustaría que me transmitieses tus impresiones sobre ella cuando la veas.
Gracias de nuevo por tu entusiasmo e interés!
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