Conocido principalmente por el slasher Pánico antes del amanecer, un Jeff Lieberman totalmente sumido en la irregularidad paría en el 2004 otra pieza de dicho subgénero con cierta repercusión en el mercado del directo a vídeo, El aprendiz de Satanás. Douglas Whooley (Alexander Brickel) es un niño obsesionado con un videojuego llamado Satan’s Little Helper, en el que como su propio nombre indica, se debe de ejercer de ayudante del mismísimo Diablo aniquilando a todo aquel que se ponga por delante. El inocente infante ve su diversión hecha realidad cuando casualmente conoce a un extraño personaje ataviado con una capa negra y una demoníaca máscara, en plenos días víspera de Halloween. Como es de esperar, las muertes no tardarán en acontecer a medida que la amistad entre ellos aumente, aunque el pequeño Douglas ignora los peligros de la camaradería con su nuevo amigo, que llegará incluso a poner en peligro a su propia familia.
El aprendiz de Satanás es una película muy irregular; aunque se reconozcan grandes atisbos de parodia respecto al propio Slasher, aumentados con su visión »cartoonesca» y dicharachera de la noche de Halloween, así como la retorcida manera en la que se dan lugar algunas de las diatribas del subgénero, supondrá una película algo insustancial ya que su sugerente punto de partida acabará formando un producto narrativamente estirado, denso y desigual, sobre el que pesan los escasos momentos de interés, la irritabilidad y poco gancho que destila su infantil protagonista, y una autoconsciente visión cínica del género, que funcionará únicamente en algunos momentos. A pesar de todo se podría destacar de ella la fisonomía maquiavélica del diabólico antagonista (más cerca del componente picaresco de Halloween que la del estoico villano) en su intento de la querencia por promover un nuevo icono para el Slasher, y los toques de una mirada políticamente incorrectísima en algunas de las muertes, algo para nada esperado en una película de estas características.
Con relativa sorpresa en la identidad del villano, sí es de agradecer que Lieberman tire de los efluvios de la comedia para ejercer un film de terror que pudiera recordar a tiempos pasados, pero quizá origine que su película esté contextualmente fuera de tiempo; además, los límites presupuestarios acaban pasando factura técnicamente (fotografía plana y planteamiento escénico televisivo, que acaban estropeando el invento) y que hacen de El aprendiz de Satanás un montón de pretensiones con irregulares propósitos. Promocionada en su día como la vuelta al género de uno de esos nombres con cierto prestigio en el mismo como Lieberman (además del anteriomente citado slasher también dirigió las siempre recordadas Squirm. Gusanos asesinos [1976] o Blue Sunshine [1977]), la película alcanzaría una enorme repercusión en el mercado del alquiler, aunque quedaría muy lejos de convertirse en un clásico moderno del horror. En su reparto cabría destacar el voluptuoso vestido de Halloween de Katheryn Winnick y la presencia de un rostro habitual del indie como Amanda Plummer. Curiosamente, y a pesar de ser un film de estreno muy limitado, llegó a ser proyectada en el prestigioso festival de Tribecca de 2004.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.