El retorno del M. Night Shyamalan al cine de terror era bastante esperado tras varios fracasos que hicieron olvidar la gran factura de películas pasadas. La Visita prometía ser la vuelta por antiguos fueros, la mirada atrás a aquellos tiempos de sensaciones inquietantes y perturbadoras bajo un calado estético opresor y hasta cierto punto refinado. M. Night Shyamalan parte en La Visita de una idea suya y para procesarla se ha unido a Jason Blum, cuya Blumhouse Productions domina gran parte de la producción de terror de bajo presupuesto con ampulosos resultados en taquilla. La premisa, parece simple desde un inicio: una madre envía a sus dos hijos a la granja de sus abuelos en una remota granja de Pensilvania; cuando los infantes descubran algunos inquietantes sucesos que acontecen en la casa, comenzarán a sospechar que su agradable visita no comienza tan bien como esperaban…
Shyamalan acepta el reto de abandonar los holgados presupuestos para entrar en el juego de Jason Blum, es decir, el uso del found footage como herramienta narrativa y así justificar los precarios medios que envuelven a sus producciones, con un hindú pletórico en la sobreexposición de los clichés y efectismos del formato bajo un preciosismo nada habitual en el también llamado mockumentary, embutido de un marcado cinismo con el que progresivamente va desenmascarando un conglomerado de géneros: del terror infantil al horror sobrenatural pasando por el drama familiar, todos ellos se unen en la trama bajo una hilaridad que no siempre acaba de funcionar, y que ciertamente resta equilibrio a una película que tan buenas maneras apunta en su inicio. Sobre su formato, podría salir a colación un interesante debate sobre si nos encontramos ante una película más digna de su director o de la personalidad que su productor Jason Blum ha ido cediendo en sus productos; parece evidente que Shyamalan quiera desmarcarse del resto de películas de la Blumhouse, mucho más sumidas al éxito súbito de taquilla que de lo meramente artístico. Para ello, en su primer acto, el director mantiene una narración astuta y efectiva a pesar de contar con la evidente limitación formal que supone para su estilo la cámara en mano; aún así, es capaz de dotar a la simpleza de una historia más propia del telefilm con ciertas dotes de ironía y humor con esfuerzo en aparentar cierta mordacidad, a pesar de que los momentos donde el film apuesta más claramente por el terror sean los que verdaderamente acarrean el mayor interés. Shyamalan se sirve de la localización (tanto de los propios interiores de la casa como los más interesantes sótanos) para aumentar la opresión, ejecutando su facilidad por alargar hasta la extenuación la tensión en la secuencia o por hacer que sencillos planos acaben guardando mucho más sentido del aparente.
La película no prescinde totalmente de su interés a pesar del vaivén de entonaciones formales, y la manera en la que la historia se dispersa en el metraje está bien dominada a pesar de echar en falta al Shyamalan con trasfondo de ambientaciones decadentes y sombría sensiblería. La Visita es una película en la que el director hindú cumple en su propósito de crear evocaciones perturbadoras con una historia que paulatinamente se embulle de un halo de confusión, aunque patine en aquellos puntos donde la película prometía ser grande: su giro de guión, siempre de altas expectativas en las historias de terror del hindú, aquí se presenta de manera impasible y bajo cierta indiferencia, tan solo como contrapunto a la historia donde ya desenvolverse en su tramo final con un poso de horror que lejos de hacernos recordar al Shyamalan inquietante y enloquecedor viene a significar un acto final proto-típico de la factoría Blum bajo una elegancia estética menos habitual en el cine de la productora. Otro handicap viene dado por lo forzado del found footage en su parte final, con su consecuente sumisión en el susto barato y el efectismo de chichinabo que tira por la borda cualquier tipo de personalidad que la película pudiera estar obteniendo en su primer acto.
La Visita es un combinado que no acaba de funcionar, aunque injusto sería no mencionar algunos momentos memorables en varias de sus facetas, como determinadas extrañas situaciones que dibujan el halo de misterio del personaje de la abuela (con un sello de horror que puede llegar a impresionar) o la surrealista partida a los juegos de mesa, uno de los momentos más locos del film. Ilícito sería también olvidarse que, a pesar de sus vicisitudes, el film de Shyamalan se desmarca, en cierto grado, en asumir una entidad que lo aleje de la convencionalismo del terror mainstream, con una heterogeneidad digna, al menos, de no caer en el olvido.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
En mi opinión, la película funciona perfectamente. Hacía tiempo que no me divertía tanto en el cine.
Es un film disfrutable, a pesar de las carencias que bajo mi óptica le he visto. Pero creo que las valías narrativas de Shyamalan aquí hubiesen dado para mucho más.
Muchas gracias por tu comentario, camarada.