Herschell Gordon Lewis es reconocido hoy como «el padrino del gore«, epíteto que ha compartido con el paso de los años con otros directores de tal calibre como el del italiano Lucio Fulci, con cuya Aquella casa al lado del cementerio (1981) inauguramos el repaso formado a estas películas perseguidas por terrenos británicos. En el caso del director norteamericano tendría más trascendencia el apelativo agrandándolo aún más hasta el nivel de ser considerado como el creador del cine gore. Aunque antes de Gordon Lewis ya había tendencias y corrientes que ya presumían de estilismos propios del también llamado splatter (el Grand Guignol francés se postula como principal tótem de influencia, al que imitarían cineastas como D. W. Griffith, Cecil B. DeMille o la propia Hammer), se podría considerar al director de Blood Feast o 2000 Maníacos (1964) como el principal precursor del gore como corriente, apoyándose en un carácter explícito de la violencia y una búsqueda de la incomodidad más transgresora, constituyendo su estilo a lo largo de una filmografía que acabó por catalogarse como la más salvaje ramificación del slapstick (comedia apoyada en situaciones de violencia exagerada, que en el caso de Gordon Lewis se ayudaría de una desorbitada cantidad de grotesca violencia gráfica).
Blood Feast está considerada por muchos como la primera película gore (habría mucha tela cortar en tal afirmación), y de paso una de las más icónicas de su director. Viéndola con la óptica de aquel año 1963, sus imágenes marcarían un gran impacto en muchos espectadores cuando el joven realizador norteamericano apostase sin escrúpulos por dramatizar la violencia con exposición exageradísima de mutilaciones, desmembramientos o trepanaciones. Ciertamente, y aunque la vis cómica de Gordon Lewis quedaría mucho más patente en la posterior y legendaria 2000 maníacos, hay un componente de jovialidad y extrema teatralidad en las escenas grotescas de Blood Feast que hace que sea asimilada bajo una mirada «cartoonesca», algo que catalogaría posteriormente al cine del director y sus vinculadas propensiones a conseguir el impacto. Aún así, se percibe un amateurismo siniestro en su cine que supera con creces la barrera que separa lo underground, en el que además se puede notar un intento de austera siniestralidad; todo ello bajo un fino regusto a humor pícaro y socarrón, como si el propio Gordon Lewis supiese de antemano que estaba creando toda una vertiente que escandalizaría y apasionaría a partes iguales. Blood Feast es perfecta para entender su cine, y constituye ante todo una película modélica dentro de la contracultura cinematográfica de los años 60.
Una de los parámetros que destacan en Blood Feast es el sostener un sello íntimo y personal a pesar de partir de una premisa y connotaciones narrativas básicas: la trama se resume en la sucesión de asesinatos de un vendedor de comida egipcia en la periferia de la ciudad de Miami, con el fin de resucitar el culto a una vieja diosa egipcia llamada Ishtar. Gordon Lewis se basa en esto para narrar una historia que se compone básicamente de la muestra explícita de todos los asesinatos, con escenas de unión que acaban asimilándose como mera transición entre cada una de las secuencias violentas. El desatino formal no será ni de lejos algo que en Blood Feast importe, ya que el cineasta parece mostrar la historia con el único objetivo de centrarse en lo explícito de los homicidios; no mostrará ni un ápice de límite a la hora de colocar la cámara de manera tajante y manifiesta en cada uno de los asesinatos. Quizá empañada en una ingenuidad, fruto de ese amateurismo aún sin el empaque del confeso sentido del humor que iniciaría con 2000 maníacos (que la película parezca tomarse demasiado en serio en algunos momentos acaba jugando en su contra), hay una serie de características que empañan a la película de una atmósfera y compostura inquietante: su aspecto de cine de guerrilla, el poso contracultural pronunciado y lo enigmático de una música tan estridente como efectiva (obra del propio Gordon Lewis) hacen aflorar vestigios de cierta perturbación, heredando un émulo del intimismo dramático del Alfred Hitchcock de Psicosis (salvando, lógicamente, muchas distancias) pero aquí en una clara influencia de lo que luego pasaría a llamarse cine de explotación, donde el detonante expositivo es la falta de escrúpulos a la hora de mostrar las fisonomías más gráficas de la violencia. Hay un halo de perversidad en el retrato que Gordon Lewis hace de la muerte, con un tono pérfido bajo el que se recrean las maneras tan extremedamente expositivas de mostrar la casquería; Blood Feast se centra en el detalle, obvia la delicadeza de la muestra y se obsesiona por pormenorizar el más cruento plano posible.
Como contrapunto, una narración algo torpe y lamentablemente ortopédica (estructura narrativa a la que ya hemos hecho mención y que acaba aburriendo) que se compensa con lo corto de su duración, cabiendo la mención de unas interpretaciones que parecen confesamente forzadas y que dejan el poso de sensación de inocentada grandilocuente, como si el propio equipo artístico fuese consciente del tono con el que la película se disfrutaría en el futuro.
Blood Feast es la película más antigua de las que conforman la lista de las «Video Nasties«, y sus casi 20 años de su pases cinematográficos no impidió que la British Board of Film Classification pasase por alto su salida a vídeo en el mercado doméstico británico. Lo explícito de su contenido y la facilidad con la que Gordon Lewis muestra en pantalla cada uno de los detalles de los homicidios serían suficientes para entrar en el tan polémico listado. Muchos son los momentos, a pesar de la corta duración del film, que inquietarían a los miembros censores, centrándose claramente en la muestra tan categórica de los crímenes: el primero de los asesinatos ya da muestras de lo que luego veremos, con una de las primeras víctimas asesinada en su propia bañera (quizá podamos ver aquí una evidente conexión con el Hitchcock de Psicosis, no sólo con la ubicación del más famoso asesinato de la historia del cine, sino también con ese ingenuo plano trasero del maníaco alzando en movimientos repetitivos su cuchillo); Gordon Lewis no escatima en mostrar planos bastante cercanos del cuerpo ensangrentado de la víctima, así como del asesino llevando su trofeo a modo de desmembramiento.
El siguiente asesinato tendrá como víctima a una joven pareja, aunque sea solo a ella a la que se ejecute: le es extraído su cerebro, para lo que Gordon Lewis nos tiene guardado un exquisito plano detalle de estas repartidas sobre las manos del villano además de otros de la chica con la cabeza totalmente reventada desde varios puntos de vista, para que conste en acta (curioso, y con altas dosis de mala baba, es la concatenación de planos en el que la luz de la sirena de la policía se yuxtapone sobre el tono rojo de los sesos). El siguiente crimen es aquel en el que nuestro asesino persigue a una pareja en una aparente urbanización de apartamentos: la mujer, en evidente estado de embriaguez,
acabará con su lengua perfectamente extirpada por las manos de su verdugo, algo que veremos con clara exposición. Posteriormente, en una ponencia sobre cultura egipcia nos es explicada la leyenda de la Diosa Ishtar, que centra todas las motivaciones del asesino protagonista; a modo de flashback veremos uno de los rituales propios que rodeaban la figura de la Diosa, con un egipcio arrancándole el corazón a una indefensa mujer. Las entrañas cercenadas coparán muchos planos de la película, sobretodo en esas escenas de transición donde veremos al criminal rendir culto a su diosa; en una de ellas, tendrá lugar una tortura a base de látigo, concretamente hacia una mujer que ha sido secuestrada previamente. Además, también se verá otra incómoda secuencia donde esta vez el asesino introduce varios miembros dentro de un horno.
Otra escabrosa secuencia es una inevitable: los dos agentes que representan la trama policial encuentran en la guarida del monstruo sus atrocidades: Gordon Lewis muestra para ello el cuerpo de una de las mujeres envuelto en sangre, con un travelling que se centrará en todos los detalles de su cuerpo marcado por la tragedia además de algunos de sus miembros cercenados. Ya en la traca final, posteriormente a una curiosa secuencia donde el pérfido homicida es interrumpido justo cuando estaba a punto de iniciar su crimen final (donde el personaje interpretado por Connie Mason hace de adelant
ada final girl, ese elemento que luego heredaría y expandería el slasher), las últimas muestras de violencia del film serán las de la propia muerte del villano: perseguido por la policía a través de un descampado, acabará triturado accidentalmente por el camión de la basura en el que se introduce para esconderse. Una frase final para el recuerdo, que le dice uno de los policías al trabajador del servicio municipal ante su desconcierto a lo ocurrido: «Has hecho un gran servicio a esta ciudad«.
Blood Feast cuenta con un reparto de rostros semi-desconocidos, aunque algunos de ellos aparecían y aparecerán en otras películas del director. La guapa Connie Mason (Suzette) sería una de las principales féminas de 2000 maníacos, película que elevaría a status de culto del cine grindhouse a la rubia actriz y en la que también estaría William Kerwin (detective Thronton) o el villano Mal Arnold, cuyo enigmático rostro ya se pudo ver en otra obra previa de Gordon Lewis como Scum of the Earth (1963). Los efectos especiales de sangre y vísceras correrían a cargo del propio director, algo que sería seña indiscutible de su cine. Su trabajo originó que Blood Feast entrase directamente en la lista británica de los vídeos prohibidos; con el paso de los años, la escena en la que el villano Ramsés flagela a una de sus víctimas sería una de las últimas secuencias que lograrían ganar la batalla a la censura (el paso del tiempo y lo amateur de sus efectos especiales hicieron que estos no levantasen demasiadas ampollas por su más que evidente artesanía y plasticidad) ya que para el DVD que en el año 2001 se editó en el Reino Unido por Tartan Video la flagelación se sustituyó por otros planos no violentos. Finalmente, la película podría verse completamente sin censurar en el país en la edición de DVD de la distribuidora Odeon.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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