Aunque su historia se inicia en una iconográfica noche de Halloween de los Estados Unidos de los 60, no deberíamos considerar a El misterio de la dama blanca, estrictamente, como una película de terror. En su trasfondo se vislumbran esas aventuras grupales infantiles en búsqueda de lo desconocido, en la piel de un niño llamado Frankie que es encerrado por sus compañeros en el armario del instituto en plena festividad de la víspera del día de los muertos. Tras el susto inicial comenzará su aventura al ver a una niña que había sido asesinada unos años antes, lo que hará que el infante entre de lleno en una trama con un asesinato sin resolver, apariciones fantasmales y un innegable toque de oscuridad que acompañará constantemente a esta singular y a la vez olvidada pieza de los 80. La manera en la que el director Frank LaLoggia inspira este cuento de hoguera y campamento se basa en un recorrido por muchos de los clichés del cine de entretenimiento de aquella época, lo que logrará que su película goce de una singular variable de ideas así como de un extraño poso de heterogénea película de misterio.
La intención clara del film es la de ofrecer un relato de intriga y retazos de terror dentro de una tradición mucho más familiar, donde la ubicación infantil de sus protagonistas parece heredada de las premisas de Stephen King (a la postre, el niño protagonista ve su historia contada en flashback, ya que en la actualidad es un exitoso escritor de terror), que se embriaga de un componente fantástico sumido al drama sin desmerecer tampoco a su validez como retrato sociopolítico de la América de los años 60, con su trasfondo sobre el racismo en la investigación sobre el crimen, a la postre epicentro de la trama. Con todo, El misterio de la dama blanca se disfruta como un cuento de suspense donde se citan valores tan propios de la época como la niñez embriagándose en la persecución de un enigma (en aquellos años toda una corriente para el mainstream de género), con un tono de pesadumbre atmosférica y guardando para sí un puñado de escenas bastante significativas como las apariciones espectrales; así, en este contexto, el film propone una re-lectura en clave adolescente de la mitología de los fantasmas, la manera en la que su poso (contra)cultural parece afectar a la existencia humana y todo ello bajo una factura quizá demasiado tradicional y edulcorada, lo que aleja a la cinta de lograr cotas más altas de compromiso con el fantástico.
Como si pretendiese ser un extraño mix entre el terror, la intriga policíaca y la fantasía más tebeística, El misterio de la dama de blanca acaba por recordarse como una singular propuesta que encontró su ubicación en un recóndito lugar debajo de otras piezas similares más icónicas en la ahora tan reivindicada producción de los años 80, pero que a pesar de ello cuenta con cierto poderío visual en sus momentos más comprometidos con el fantastique; aunque su mezcolanza genérica no acabe de funcionar del todo, se disfruta como un proyecto arriesgado y con ciertos valores escénicos en la idealización de su concepto (especialmente logrados están, insistiendo, las imágenes con claro poderío fantástico) que acabarán sucumbiendo ante una narración algo irregular en su tercio final, probado en su duración excesiva. Protagonizada por el peculiar Lukas Haas, eterno adolescente del cine norteamericano, además de por históricos rostros como los de Alex Rocco o Katherine Helmond, la película prevalece hoy en un olvido amparado en su confesa separación de la rama más estricta del cine de terror.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.