Con el Slasher herido de muerte a finales de los 80, muchas eran las piezas del subgénero que encontraban su hueco de distribución en la creciente industria del directo a vídeo. Este es el caso de Halloween Night, una película de 1988 dirigida por el desconocido realizador hindú Jag Mundhra (responsable, entre otras, de otros slashers tardíos como Open House [1987] o The Jigsaw Murders [1989]), en el que una serie de asesinatos en plena festividad de Halloween tiene un telón de fondo tan fascinante como una secta satánica que aprovecha la citada festividad para llevar a cabo sus ritos y sacrificios. Siguiendo los cánones del terror de la época, el film respeta altamente sus estructuras, ejerciendo en el contexto del Slasher una ambientación prototípicamente americana de los barrios urbanos de Los Ángeles con un grupo de adolescentes de fondo que vivirán, dentro de los efluvios de jovialidad de la celebración de Halloween, el sufrimiento de varios asesinatos en extrañas circunstancias. Una familia será el núcleo en el que el guión de la película (escrito por una mujer, Carla Robinson, algo poco habitual en aquel entonces) centre una desestructuración a medida que el misterio se cierne sobre ella de manera paulatina. Concretamente, tendremos a un entrañable abuelo (Hy Spyke, visto en Blade Runner [1982]) que pretenderá por todos los medios que uno de sus nietos se agregue a la secta satánica que lidera.
La película no destacará especialmente en sus mecanismos, dejándose llevar por los típicos clichés en sus escenas de impacto, aunque su atmósfera de película barata le añada una sordidez que encaja perfectamente con el tono pretendido. A este respecto, a sus responsables se les adivina las pretensiones de dotar al film de los ramalazos más grotescos del subgénero (muertes violentas, ciertos aires de misticismo en la iconografía del villano enmascarado, este todo un símbolo satánico de por sí que bien podría mimetizarse entre la fiesta de disfraces de Halloween…), aunque en algunos momentos se tire de la hilaridad con agradecidos festivales de tetas gratuitas, un sueño a ritmo de glam metal y unos ligeros apuntes de comedia que, lamentablemente, acabarán por romper el tono del film. Aún así, el desarrollo lineal de la historia acabará también por restarle interés, aunque en su conclusión (donde explotará todo el componente satánico) guardará alguna secuencia para el recuerdo. La sobreactuación de algunos de los intérpretes (especialmente el plantel femenino) también quitará bastantes puntos a la propuesta, pero su falta de pretensiones y el consecuente compromiso por el componente folclórico de la noche de Halloween la convertirán en una pieza bastante interesante para quienes pretendan inmiscuirse en el lado más underground de la decadencia del Slasher.
Contando además con cierta picaresca escénica en sus momentos gore, en su reparto encontramos al semi-desconocido Gregory Scott Cummins, y a una tardía scream queen de segunda fila como Katina Garner (Cannibal Hookers [1987]). El film es someramente destacable por el mero hecho de mezclar el Slasher con ínfulas satánicas, logrando una mixtura en la que consigue resultados decentes, con el encanto además de incluir a Halloween en la ecuación; el bajo presupuesto hará estragos en el producto tanto positiva como negativamente, siendo posible que el espectador eche en falta algo más de energía en una trama que la pedía desde su inicio. Con todo, curiosa de ver, y más aún de degustar para el amante del terror chusco y barato que (contra)culturamente se anexa con la festividad de Halloween, sin que nadie espere grandes más cosas más allá del mero encanto de ser un (sub)producto de un (sub)género que ya gozaba de un absoluto desgaste. También distribuida, en sus diferentes ediciones en VHS, con los títulos alternativos de Death Mask o Hack-O-Lantern.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
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