Rostros de Culto: Margit Evelyn Newton

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Es innegable que el cinemabis italiano de los 70 se copó de innumerables y memorables intérpretes que hoy en día trascienden los límites del culto. En el caso de nuestra protagonista en esta entrega de Rostros de Culto, Margit Evelyn Newton (aunque probablemente le suene al lector de otras acreditaciones como Margie Newton, Margie Moreau o Margie Eveline Newton), no llegaría a un status de idolatría comparable al de otras compañeras de generación, pero sí que se la recuerda como una importante presencia femenina dentro del ocaso del cine de géneros transalpino. Una de esas estampas que por su peculiar y cándida belleza, o incluso por la familiaridad lograda en esa parte complicada del fantástico italiano (donde el trash ya campaba a sus anchas) consiguió, siguiendo la tónica del star system del culto, fraguarse una carrera interpretativa abarcando todo tipo de géneros. 

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Aunque Margit participaría en la comedia, el post-apocalíptico, el erótico o  hasta lograría colarse en algún tardío poliziesco, su estampa quedará inmortalizada en la zombisploitation italiana gracias a su papel cuasi protagonista de Apocalipsis Cannibal (Virus Bruno Mattei, 1980), la cual ya hemos repasado por estos lares hasta el punto de conocer un poco más a su otra relevante presencia como Franco Garofalo. Pero, estableciendo un comienzo, cabe realizar en primera instancia un leve repaso biográfico: Margit (o Margie, como ella prefiere que la llamen) parece ser que nace como Margit Gansbacher en Bolzano, Italia, en 1961. Su belleza pronto le profirió unos inicios interpretativos en películas foto6tan dispares como La viuda del tonto (La vedova del trullo, 1979); aunque los derroteros primerizos de Margit no iban encaminados por la interpretación, se inmiscuyó en este film de Franco Bottari únicamente con la intención de añadir líneas a su currículum. Le cogería tanto gusto a actuar que pronto se trasladó a Roma para iniciar una carrera en el cine llegándole pronto un buen puñado de películas de diferentes subgéneros como el drama bélico El último cazador (L’ultimo cacciatore, Antonio Margueriti, 1980), la ya mentada película de Mattei, el thriller criminal La mano de hierro de la mafia (Mafia, una legge che non perdona, Roberto Girometti 1980), la comedia erótica La amante bajo la cama (Cornetti alla crema, 1981) de Sergio Martino, repitiendo en este género con Il viaggio con papà (1982) de Alberto Sordi.

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Es en estos años cuando se convierte en un mito erótico en Italia (más por sus apariciones en revistas destinadas al público masculino que por sus películas), aunque en este periodo tienen lugar algunas de sus más relevantes aportaciones al cinemabis italiano, con películas que en posteriores líneas vamos a desgranar con algo más de profundidad. Es innegable que su prototípico físico pronto llamaría la atencfoto3ión de las audiencias masculinas, convirténdose en un reclamo importante para algunos de los productores que en aquellos años, dentro de la índole del exploit, pretendían insuflar de energía un fantástico italiano en plena caída libre. Margit no tuvo una larga ni prolífica carrera cinematográfica, si la comparamos con algunas otras estrellas del cine B transalpino de décadas anteriores, reconociendo que en aquellos locos 80 era tremendamente difícil el confeccionar un star system femenino estable. El fin de su filmografía llegaría paralelo al declive que sufrió el fantástico de su país, dilapidado en aquellos finales de los 80 donde irrumpieron con fuerza las cadenas de televisión privadas. En esta parte de su carrera destacaría uno de sus pocos papeles protagonistas como el de La Puritana (íd, Nini Grassi, 1989), de la que en breves líneas hablaremos, o su cameo en Días tranquilos en Clichy (Jours tranquilles à Clichy, 1990) de Claude Chabrol así como alguna que otra intervención televisiva. Con la llegada de los 90 abandona la interpretación para dedicarse plenamente a la vida familiar, aunque tendría un comeback testimonial con una película de 2002 llamada Il piacere di piacere (íd) de Luca Verdone. Se comenta que a mediados de los 8Foto20 estuvo a punto de interpretar  el papel de Marilyn Monroe en Niagara (íd, Henry Hathaway, 1953) en un remake que por problemas de producción jamás se pudo realizar. Hoy Margit se dedica a ser instructora de yoga sin olvidar su faceta artística, aunque en breve sabremos más de ella gracias a la entrevista que un servidor ha podido realizarle y que acompañará a este artículo de Rostros de Culto. Analicemos pues algunas de las películas más destacables de Margit (o, al menos, a las que he podido acceder), para rendirle a su carrera el tributo que desde luego se merece.

Apocalipsis Caníbal (Virus, Bruno Mattei, 1980)

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Como ya se ha dicho, esta estelar película venida de la más productiva dupla del trash italiano, Bruno Mattei y  Claudio Fragasso, y que supone una de las más remarcables e inolvidables explotaciones que Italia ha hecho jamás del cine zombie, es una de las cintas más conocidas de Margit Newton regalándonos probablemente su más recordado papel. Ella es la reportera Lia Rousseau, quien se inmiscuye en un paraje selvático de Nueva Guinea donde, junto a un comando de élite policial, se topará con toda una horda de zombies caníbales fruto de una epidemia mundial que parece elevar el planeta a la hecatombe. Sin más dilación, les traslado al artículo que este rincón virtual ya le dedicó a la cinta en el Rostros de Culto destinado a Franco Garofalo, pinchando aquí.  Del papel de Margit, quien sale bellísima, mencionar que protagoniza una escena inolvidable del film como es la de su incursión en plena selva, siguiendo algún tipo de ritual imposible de comprender para el espectador, donde recorre la selva con los pechos al aire y con extrañas pinturas en su cuerpo;  también nos regalará una de las más inolvidables y salvajes secuencias de la lista de las Video Nasties (su inclusión en la ya polémica lista es todo un honor), justo en el salvaje desenlace de la narración, cuencas de ojos mediante.

 

L’ultimo guerriero (íd, Romolo Guerrieri, 1984)

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El experto asistente de dirección que pasó a la realización en solitario especializándose en Spaghetti Westerns (Johnny Yuma [1966], Como lobos sedientos [1967]…), Romolo Guerrieri, se sumó a mitad de los 80 a la moda de los post-apocalípticos italianos surgidos a raíz del éxito del devastador futuro dramatizado en el Mad Max (1979) de George Miller. Este L’ultimo guerriero, también conocido internacionalmente como The Final Executioner (así la distribuyó la Cannon por territorios norteamericanos) retrata el típico futuro distópico y desesperanzador ambientado en descampados y fábricas abandonadas, con la historia de una civilización sumergida en el caos post-nuclear, y mediante civilización decadente con escasos supervivientes. Entre estos, destaca un grupo de guerrilleros dedicados a aniquilar a aquellos que sienten como parias. Así asistiremos en un mundo asolado por la destrucción, con la humanidad sumergida en instintos primitivos, y donde la caza al hombre es parte del día a día entre los escasos humanos que han sobrevivido a la hecatombe. Exacto, todas y cada una de las vicisitudes del cine post-apocalíptico italiano se darán cita aquí.

A destacar, por supuesto, el grupo de cazadores esquizoides liderados por el hombre que a la postre guarda para sí mucha de la carga iconográfica del film (casi todos los pósters conocidos del film llevan su figura impresa), un cazador llamado Erasmus interpretado por Harrison Muller (visto también en 2020 Los Rangers de Texas [1982], She [1984], o la Raza Violenta [1984] de Fernando Di Leo), acompañado por la hechizante presencia femenina de Marina Costa y nuestra querida Margit Newton, quien aquí tiene reservado un papel que vuelve a incidir en su fisonomía con un rol totalmente secundario, pero para el que se guardará una secuencia en el tercio final de cierta carga estética (soga y ventana mediante). La historia de la película se centrará rápidamente en un protagonista llamado Alan Tanner (William Mang, actor austriaco visto años después en La Pianista [2001] de Michael Haneke), quien tanto él como su acompañamente femenina sufrirán las iras y vejaciones del grupo de asesinos nihilistas liderado por Erasmus. Tanner será rescatado, cuidado y adoctrinado por un veterano expolicía llamado Sam (Woody Strode, historia viva del western americano con un muy interesante periplo en Italia en la decadencia de su carrera); destacable es la escena central del entrenamiento que Sam oficiará sobre Tanner, dentro de las habituales situaciones de este tipo de relaciones, donde nuestro protagonista se convertirá en una máquina de matar tras un duro y letal adiestramiento por los descampados que sirven de localización. El resto de la historia se lo podrá imaginar el lector, un tour de force final donde el post-apocalíptico se mezcla con el rape and revenge y con frenéticas escenas de acción de caza al hombre. No faltarán las siempre recurridas luchas de pandillas por polígonos industriales abandonados.

L’ultimo guerriero es una película que cumple con creces en eso de llevar a lo visceral este subgénero tan propio de la vena más trash del cinemabis italiano, que no oculta en ningún momento su condición (es especialmente embaucador la manera en la que la película no oculta, a través de sus ya mentadas localizaciones, su escasísimos medios de producción), haciendo hincapié en el salvajismo y crueldad de la sociedad apocalíptica, con quizá cierta lectura social, y bajo el añorado sentido de la violencia pulp del actioner de los 80 con sus entonaciones hacia la barbarie. No faltarán tampoco las dosis de sexo (mediante una escena de violación, muy poco explícita, y en las cargas eróticas nuestra Margit Newton) y la música con tintes dramáticos totalmente disonantes, además de un prólogo con imágenes tipo documental de un holocausto, todo ello parte obligada en este tipo de producciones. Muy disfrutable, en gran medida por ser fiel al énfasis desenfrenado de la acción de la época, y con el siempre fascinante sentido de la diversión de la artesanía italiana. Cabe añadir además la estoica presencia de Woody Strode con cara de querer cobrar rápido el cheque pero con la suficiente entidad como para enriquecer la película. El guión correría a cargo de Roberto Leoni (con cierto currículum a sus espaldas, como el giallo Sumario sangriento de la pequeña Estefanía [1972] o el Santa Sangre [1989] de Alejandro Jodorowsky), estrenándose el 10 de Marzo de 1984 en Italia; en el resto del mundo tendría los títulos del ya citado The Final Executioner a nivel internacional, aunque en Francia se conocería bajo el curioso La chasse aux morts vivants o en Perú como El Supremo Verdugo. No he podido encontrar datos sobre su supuesto estreno en España, pero dado el éxito internacional de la cinta en el mercado del videoclub, no cabe duda que con amplia posibilidad esto llegase a unas estanterías donde la ciencia ficción post-apocalíptica era tremendamente demandada.

Il giustiziere del Bronx (íd, Vanio Amici, 1989)

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Aunque cronológicamente no corresponda respecto a las películas aquí analizadas, es de obligada la inclusión de esta película justo detrás de L’ultimo guerriero. Y es que este proyecto, dentro de aquel 1989 donde el cinemabis italiano se encontraba ya en un estado tan catatónico como caótico, nutre más de la mitad de su metraje con escenas de la película de Romolo Guerrieri. Usurpando parte de la trama de aquella (mejor dicho escenas, principalmente las concernientes al personaje de Woody Strode) aquí sigue una línea argumental similar ambientándose primeramente en Nueva York: planos exteriores de la ciudad se ven al principio para localizar, al más puro estilo italiano, aunque inexplicablemente, tratándose de un sci-fi distópico, se nos muestra una Manhattan luminosa y habitada. Así de un plumazo se nos deja caer una ambientación en el Bronx (y así colar la película como una falsa secuela de 1990: Los Guerreros del Bronx [1982] de Enzo G. Castellari), desarrollando luego una trama de unos cyborgs policiales que, dentro de un futuro post-apocalíptico donde el mundo tal y como lo conocíamos ha pasado a la historia, parecen funcionar erróneamente y aniquilan a todo lo que se encuentra a su paso. Para investigar esto se envía allí a un hombre, nuestro protagonista (Gabriele Gori, visto en La monaca del peccato [1986] de Joe D’Amato o Eroi dell’inferno [1987] de Stelvio Massi), que descubrirá que en este Bronx crepuscular y desértico (ustedes ya saben, fábricas abandonadas y descampados) parece haber una cruel guerra de bandas (en realidad, robots dementes) desencadenándose el caos en un mundo ya muy jodido por la hecatombe nuclear.

Pero nuestro hombre, antes de descubrir los aspectos más escabrosos de la historia, conocerá a un tipo negro que es en realidad un ex policía, quien le adoctrinará y enseñará sus más crueles artimañas de combate para cumplir su objetivo. En efecto, este es el principal nexo de unión de esta película y L’ultimo guerriero, de la que usurpa no solo esta subtrama (se cambian tan solo los planos de la presencia protagonista, repitiendo los mismos tiros de cámara pero con el nuevo actor) así como gran parte de las escenas de acción o lo que el director (Vanio Amici, acreditado como Bob Collins, uno de los más incombustibles montadores del fantástico italiano de los 80) viese oportuno. Está claro que las labores de Amici al montaje fueron las que propiciaron principalmente su única película como director, ya que su trabajo (escasas nuevas escenas a parte) fue la de insertar a su gusto todo aquello que le resultase interesante de la película anterior. De hecho, la escena de la violación de la película de Romolo Guerrieri fue también aprovechada aquí, aunque con bastante menos justificación que en aquella.

A grandes rasgos, este Il giustiziere del Bronx, más conocida como suele ocurrir por su título internacional Bronx Executioner (distribuida también por la Cannon, con similar título a la de Guerrieri y que en VHS se lanzaría en una línea llamada «Michael Dudikoff presents»), respeta todas las disonancias visuales del post-apocalíptico italiano  (mérito de la otra película, claro está) con un argumento inconexo y caótico fruto de esta práctica habitual de distribuidores avispados  de comprar (o en algunos otros casos, usurpar sin permiso) metraje de otras películas para así confeccionar en la sala de montaje las historias que ellos pretendieran contar, con mayor o menor fortuna. En esta película ocurre que a pesar la experiencia de Amici en la edición la cinta no logra conectar con cierta solvencia sus dos tramas diferenciadas (quizá tampoco lo pretendiese), tanto la del protagonista y su mentor como la que nos presenta a un grupo de humanoides metidos en todo tipo de reyertas y traiciones, venganzas incluidas, luchando con unos malvados robots y con un personaje híper musculoso llamado Dakar (que va de un sitio a otro, sin ningún sentido, en la piel de Alex Vitale, un rostro habitual del euro-actioner italiano). Tenemos una partenaire femenina llamada Margie, interpretada por Margit Evelyn Newton; su papel, efectivamente, está casi íntegramente sacado de su intervención en el film de Romolo Guerrieri, aumentando aún más el demente desarrollo de la trama. Respecto a Margit, ella fue la única del casting de la película de Guerrieri que sí rodaría alguna que otra escena nueva, donde se vuelve a aprovecharse de su feminidad con inclusiones de cierto calado erótico; eso sí, los cambios en el físico de la actriz (por no hablar ya de peinados) son tan notables que se aprecia con facilidad cuales son las escenas que se rodaron exclusivamente para esta película.

Producto totalmente loco, sin sentido, testigo absoluto de la locura contextual que vivía en aquellos momentos el cinemabis italiano, que disfrutarán aquellos que se vanaglorien de las vicisitidues más intransigentes del trash europeo de aquella loca década de los 80. A pesar de su incoherencia total, a su favor hay que mencionarle su respeto hacia esos cánones tan de la época del cine de acción, con su intensa ingenuidad, una de las pocas cosas por las que merezca visionado. Pero es que en Il giustiziere del Bronx todo funciona como un pastiche: las escenas sacadas de la otra película, las imágenes aparentemente de archivo, un paupérrimo doblaje nutrido en la post-producción… Toda una experiencia, y una rareza, ya que nos encontramos con una película realmente desconocida salvo para quienes escaven en los recovecos más ocultos de la última (y más esquizoide) etapa del cine trash europeo.  Aún así, en Estados Unidos tuvo cierta repercusión en el mercado del videoclub (al cual llegó ese mismo año 1989); lo curioso es que IMDb da por hecho una distribución en cines a través también de la Cannon, lo cual responde a la división comercial de la compañía de estrenar multitud de cintas de acción de todo calado.  En Japón lograría también cierto culto, con un título más esclarecedor seguramente fruto de intento de anexión al entonces emergente cyberpunk: Replica Cop: Future Directive.

La Furia del Coloso (Le avventure dell’incredibile Ercole, Luigi Cozzi, 1985)

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Con el título de Le avventure dell’incredible Ercole, Luigi Cozzi (aquí acreditado con su pseudónimo internacional Lewis Coates) dirigía para la Cannon la segunda entrega de su El Desafío de Hércules (Hercules, 1983), dentro del periplo italiano de la compañía de Menahem Golam y Yoram Globus, justo en la meca de liquidez de la productora. Y sucumbiendo a las particularidades propias de la pareja de productores, esta película también tendría un punto de partida curioso en su concepción: según cuenta el propio Cozzi, el film no estaba planeado en un inicio como una secuela de su primer Hércules, si no que al director se le pidió rodar alguna escena adicional de Los siete gladiadores (I sette magnifici gladiatori, 1983), otra producción de la Cannon en Italia, rodada al mismo tiempo y con el equipo de producción del film de Cozzi  pero dirigida en esta ocasión por la dupla formada por Bruno Mattei y Claudio Fragasso; parece ser que los israelíes no estaban demasiado contentos con el resultado obtenido, y  cuando estos vieron lo filmado por Cozzi, le vieron tanto provecho que le pidieron al director que rodase más escenas en torno al personaje de Lou Ferrigno sin decirle que en realidad lo que pretendían era hacer otra película de Hércules. Así nació La Furia del Coloso.

La historia de esta segunda parte se apoya más en la carga mitológica, obviando las más que claras connotaciones peplum que tenía su predecesora, aquí con varios dioses que le roban a Zeus sus cuatro rayos con fines catastróficos teniendo que encargar a Hércules que vuelva a la tierra e intentar poner paz en el Universo. La película sigue los patrones estéticos tan propios de la Cannon cuando intentaba hacer cine de entretenimiento inspirado en el mainstream de entonces (tipografías y bandas sonoras a parte) donde Hércules dará rienda suelta a su potencial no solo encontrándose a varias bellas damiselas por el camino, sino luchando contra todo tipo de enemigos y criaturas. Es en esto donde se verá lo aprovechado de un conjunto de efectos especiales, muy en la línea de la compañía, que parecen sacar lo mejor del bajo presupuesto, ya que aunque a día de hoy pudieran parecer desfasados e incluso anacrónicos, formaban casi una seña de identidad en sí mismos con ciertas dosis de épica en sus aproximaciones a las monster movies; este subgénero apasiona a Cozzi (sin ir más lejos fue el impulsor creativo del remontaje del Godzilla de Ishirô Honda en 1977) y da buena muestras de ello con luchas al más puro estilo Kaijo-eiga así como de las típicas secuencias «interplantearias», aquí más justificadas que en otras de sus películas. 

Por lo demás, un artesanal diseño de producción que dota de bastante encanto a la propuesta, con la tosca presencia de Lou Ferrigno (de la primera película repite también William Berger, como el Rey Minos) aportando mucha más testosterona que diálogo, y donde cabe señalar el variopinto grupo de féminas, en su mayoría mitos eróticos del cinemabis del país transalpino, que pueblan la narración: Milly Carlucci , Sonia Viviani (Lucifer. El Ángel Maldito [1975], La invasión de los zombies atómicos [1980]..), Maria Rosaria Omaggio (Roma a mano armada [1976]), Laura Lenzi (Manhattan Baby [1982]), Serena Grandi (Gomia. Terror en el Mar Egeo [1980]), Cindy Leadbette (Año 225, después del Holocausto [1984]), Eva Robins (Ténebre [1982]), Alessandra Canale (Jaimito el Supermacho [1981]) o Margit Evelyn Newton, quien aquí interpreta a Afrodita. Según relata IMDb, Margit confiesa no haber visto nunca la película, debido a los malos recuerdos que le trae la producción por la presunta anorexia que padecía en aquel tiempo.

La Puritana (íd, Nini Grassia, 1989)

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Como una de sus últimas películas antes del abandono de su carrera interpretativa, Margit rodaría este thriller erótico (muy erótico) dentro del ya catatónico estado del cine de género italiano (la irrupción de la televisión privada ya se estaba produciendo) y con una clara influencia del cine de suspense picante que venía pegando fuerte en Estados Unidos. Dirigida por Nini Grassia (experto en este tipo de films) bajo su productora P.A.G. Film International, supone la explotación clara del lucimiento físico de Evelyn Newton, en una historia en la que interpreta a una abogada que proclamará venganza en el lecho de muerte de su hermano drogadicto. Cuando este, le suministre cierta información que mostrará los perjuicios sufridos por él y su madre, la letrada Annabella Allori abrirá un bufete de abogados en la ciudad para inmiscuirse en una trama en la que desvelar algunos misterios.

Como es de esperar teniendo presente el tono de la película, nuestra protagonista utilizará su físico para llegar a las cotas más lejanas de esta trama de corrupción, una especie de intento de thriller político con multitud de secuencias sexuales de toda índole y que servirán para ir desentrañando una historia que dejará no pocos cadáveres a su alrededor. Cabe decir que la película guarda cierto encanto escénico gracias a la ingenuidad abrupta tan propia de estos cineastas del sexploit transalpino, donde el suspense se sigue con cierta  naturalidad a pesar de que, como ocurre en estos casos, las escenas eróticas parezcan incluidas sin ningún tipo de filtro, comprometiéndose eso sí a las claras intenciones artísticas de la película. Margie está estupendísima en la película, tanto en lo físico como lo meramente artístico, quizá tomándose demasiado en serio su papel en los momentos más dramáticos;  Grassia aprovecha su potencial erótico para añadir más valía a su propuesta, con un acompañamiento musical (del propio director junto a Aldo Tamborelli) bastante interesante.

Quizá lastrada por su condición meramente sexploit, La Puritana se queda a medias en la búsqueda de crear una atmósfera propia y más ligada a su trama, que aún con cierto oficio desde el libreto queda demasiado deslucida por su premeditado talante erótico. Supone prácticamente el único papel enteramente protagonista de Margit Evelyn Newton, quien cumple con creces su cometido, y nos regala además un puñado de escenas eróticas rodadas con cierto oficio. Por la película aparecen también Dario Casalini (recordado por su pequeño papel en Demons 2 [1986]), Gabriele Tinti (un habitual del cinemabis italiano y visto en varias entregadas de la saga de la «Emanuelle negra»), o todo un icono como Helmut Berger, aquí ya en la decadencia de su carrera pero a punto de aparecer en El Padrino III (1990).  La película, que aunque entró en el circuito de las salas comerciales europeas seguramente haya tenido más recorrido por los videoclubs (el cine erótico era muy recurrido en el consumo doméstico), sería conocida internacionalmente como Act Of Revenge o Scorpion’s Kiss.

Margit Evelyn Newton – Filmografía

Saludos desde el Gabinete, camaradas.

 

2 comentarios en “Rostros de Culto: Margit Evelyn Newton

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