Se podría decir que Purgatorio es una película que mantiene intrínseco el entusiasta espíritu anexo al cortometraje como formato, pero que no esconde en ningún momento sus limitados medios de expresión. Por eso, en lo que supone el debut al largometraje de Pau Teixidor, hay que alabar en primera instancia el mérito de no caer en la ambivalencia de pretensiones, ponderando el intentar exprimir todo lo que se tiene a mano. Y es que nos encontramos ante un género muy peliaguado como el thriller psicológico, campo de acción donde el punch de la narración cae casi exclusivamente en las habilidades del director para crear opresión y angustia hacia el espectador. Cabe señalar también que Purgatorio tiene un foco de ambientación realmente fascinante, como es una ciudad dormitorio aún en ciernes: urbanizaciones residenciales todavía sin habitar que suponen, a pesar de su escasa explotación en la ficción cinematográfica, un medio de expresión hacia el suspense gracias a un espacio ampuloso y de un vacío humano inquietante, que aquí ejerce de amplio escenario de ubicación de la principal localización de la película. Este es aquí el recién estrenado piso de la pareja formada por Marta y Luis; ella se quedará sola en la vivienda una noche al cuidado del hijo de una de sus vecinas, con lo que se iniciará un curioso juego de misterio y engaños, donde se enfrentarán dos caracteres entre la opresión del espacio cerrado.
Purgatorio es ante todo un ejercicio de estilo, donde se equilibran a la perfección las dos claves bajo los que navega el guión: la ambigüedad y confusión respecto a lo sobrenatural, cargado del drama de una joven madre que ha sufrido la pérdida imprevista de su hijo, y la coyuntura de enfrentar dos temperamentos, tan dañados como necesitados, en la incertidumbre que ofrece ese clima emocional que parece nacer a raíz de la inquietud de la oscuridad. Teixidor ejecuta el terror ambiguo bajo los efluvios del drama, lo que le permite investigar el trasfondo de los personajes mucho más allá del prototipo, generando imágenes de cierta impresión, que alcanzarán gran nivel en esos instantes en los que se juega con la confusión escénica. No escondiendo su alma de producción modesta, la película no se permite el error de caer en el cliché (salvo un par de momentos aislados, parcialmente injustificados, que no llegarán a ser anti-climáticos) a pesar de revertir a su manera muchos de los esquemas estilísticos del género, pero hace recaer el interés edificando un envoltorio visual que se aprovecha de la arquitectura del interior, con una angustia ambiental que se nutre de lo cerrado de sus espacios de acción.
La película puede parecer un cortometraje alargado, y aunque en esencia sí pueda ser esa su naturaleza, la dosificación de la intensidad dramática está encarrilada con cierto brío. Destaquemos especialmente la aportación a la ficción que hace la protagonista Oona Chaplin, en un papel que, inmerso en ese incipiente tópico del terror español de enfrentar a mujeres con tragedia interior hacia lo oscuro y sobrenatural, aprueba con nota dando entereza y vigor a la propuesta, más aún cuando Teixidor apoya sobre ella el sufrimiento del espectador ante ese dibujo de lo desconocido que se proyecta en pantalla. Y respecto a este último, el director encamina la narración en un claro ímpetu artístico centrado en la creación de atmósferas, que incluso llegará a mostrar ciertos momentos de una fogosidad climática excelsa, como la mostrada en una escena con espejo incluido. Purgatorio es una película modesta, porque esa es su naturaleza y no se desprende ella para equipararse a ningún cliché o ambición hacia el terror. Es en su fragilidad de medios lo que la convierte en una pequeña gran película, que aprovecha su escasez logística para revestir su alma de film de género. Y es al obviar cualquier tipo de limitación genérica donde el film de Teixidor se hace grande, confabulando una modesta historia de fantasmas y almas dañadas que pretende ir mucho más allá del dibujo del horror para crear el desasosiego de quien vive, quizá en el momento menos adecuado, el temor a lo desconocido en un espacio tan cotidiano como el nuevo hogar. El nuevo domicilio que encarrilla una nueva vida con la que la protagonista pretende suturar las heridas del pasado, pero que no evita esos fantasmas de la cotidianidad que se niegan a abandonar a su presa.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.
Le tenía ganas a esta película, y al final no he tenido ocasión de verla. A ver si se diera el caso de que se rescatase para el Fancine de este año. Que tenga a Oona Chaplin en el reparto siempre es un incentivo.
Desde luego Oona es uno de sus principales atributos. Su interpretación destila la solvencia que la película necesita.
Saludos, Rope!