Las historias de fantasmas suponen una de las coyunturas más clásicas a la hora de abordar un relato de terror. Para su debut en el largo, el cortometrajista Lluís Quílez trata de contar un clásico relato de tragedias pasadas con maldiciones perennes, donde se recurre a un tótem que casualmente parece encandilar al fantástico español de los últimos tiempos: los niños fantasmales, la siempre cándida imagen del infante revertida en la monstruosidad del espectro que se presenta en búsqueda de justicia. Y sobre este eje central circula una trama que presenta a un matrimonio, Sarah (Julia Stiles) y Paul (Scott Speedman), que se traslada con su hija un pequeño pueblo colombiano llamado Santa Clara; Sarah está destinada a ocupar un alto cargo de la empresa de su padre (Stephen Rea), motivo principal del traslado de esta familia modelo. Su cotidianidad se verá mermada cuando la casa que ocupan (que ya se nos muestra bajo el hálito de una maldición desde un acometedor prólogo) vierta su malignidad sobre la figura de la niña, en un símbolo del mal dramatizado por las grotescas presencias de unos niños fantasmales que se convierten, dentro de la propia simbología de la película, en el principal foco de atención de la misma.
Out Of The Dark es, para lo bueno y lo malo, una historia de fantasmas tópica, que se atreverá a gestar una atmósfera peculiar, en cierto modo meticulosa, gracias a un paraje poco habitual como es su ambientación tropical; esta ofrece un campo de juego bastante diferente y en ciertos momentos embriagador para una historia que pudiera parecer ya vista en muchísimas ocasiones, aunque en localizaciones más barrocas a modo de tradicionales castillos o grandilocuentes mansiones góticas. Aquí la ghost story se empaña de un paisaje colombiano fruto de la co-producción entre aquel país y España, que innegablemente añade cierto exotismo al propio género de la película. Esta tiene la ligereza narrativa de la que es capaz una historia tan prototípica como la que se trata, en la que se mezclan una antigua leyenda (con subterfugios en los antiguos colonos), una vieja tropelía cuyas víctimas no permitirán que el suceso quede impune, un enclave supuestamamente maldito y un grupo de personajes ordinarios que en una aparente existencia idílica será sobre los que se cierne el misterio y el terror. A su favor se puede decir también que el guión (obra de Javier Gullón y los hermanos Álex y David Pastor) tiene perfectamente asimilado las variables sobre las que circular, construyendo un relato del que no será difícil entrar para el espectador medio, con un tono que transita en iguales proporciones entre el misterio y el drama que no desatenderá las principales pretensiones del film.
Puede que sea en su ejecución donde la película parezca querer imperarse mucho más de lo que el relato da de sí, con un primer tramo que acierta en la concepción de un suspense que incluso por momentos pueda llegar a impresionar (el tono escogido para la escena prólogo es realmente idóneo, quizá el que la película hubiese necesitado a continuación) aunque es a medida que el misterio acabe por mostrar su claves cuando el espectador se llegue a adelantar a algunas de las sorpresas que la película pudiera tener guardada. Quizá muy deudora con otras películas donde una maldición ocupa el epicentro de la historia, Out Of The Dark muestra alguna deficiencia a la hora de ponderar su peso como película de género, donde no llegará a sorprender en ningún momento, ni además parezca que la personalidad fílmica de la obra pretenda trascender más del drama familiar enmascarado en una vieja historia de fantasmas. Al mismo tiempo podemos encontrar, quizá de manera un tanto premeditada, la propuesta de retrato de denuncia de abuso social de ciertas industrias sobre terrenos menos desarrollados, aunque ese discurso no alcance ningún valor sobre el producto final.
Respecto a la dirección de Lluís Quílez, cabe concluir con que al joven director se le vislumbran una narración cuidada y con una querencias de llevar lo tradicional de su historia por derroteros algo más profundos como la angustia dramática o la tensión ante lo desconocido, aunque las interpretaciones protagonistas no acaben ayudando para ello. Estética cultivada, que busca de manera muy capacitada un toque creepy que únicamente se logrará en los momentos donde las figuras fantasmagóricas hacen aparición. Esto avala en buena medida el trabajo del director, que al menos da de sí una formalidad narrativa que quizá hubiese necesitado un ímpetu más comprometedor con el cine de género y su necesidad de constante evolución.
Saludos desde el Gabinete, camaradas.