Dossier Nasty: «No miréis en el sótano» (S. F. Brownrigg, 1973)

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Con esta película nos encontramos con uno de esos casos en los que su recuerdo entre el aficionado sigue aún vigente principalmente por pertenecer a la lista de las «Video Nasties«, aunque tenga ciertos valores para considerarla una película de género bastante interesante dentro de su estampa de film vesánico. No miréis en el sótano es hija directa de esos vigorosos años en los que el cine de terror de bajísimo presupuesto estadounidense se nutría de visceralidad, donde una oleada de jóvenes directores afrontaban una mirada al terror de manera mucho más enérgica y vital hacia los nuevos cánones. Si se incluye directamente esta película en esa oleada es debido principalmente a sus precarios medios, capitaneado por un ínfimo presupuesto de 100.000 dólares, pero que sin embargo parecía emular un tipo de terror trastornado bajo las precarias formas de la Serie B de la época. Si hay una película que resume a la perfección esa torbellino de frescura es La Matanza de Texasestrenada en 1974 como un clásico instantáneo, con la que No miréis en el sótano comparte ciertas pretensiones y procedimientos que las hacen jugar en una liga muy similar, aunque claro está que su aportación al terror es bastante desemejante. El film que nos ocupa ahora también se rueda en Texas (en la pequeña localidad de Tehuacana, en un enorme caserón que sirve de escenario principal), con un conjunto de actores sin experiencia y unas maneras de cine de guerrilla que hacen de ella una de las peculiares muestras del cine underground estadounidense de la época. Aunque, reincidiendo, este film dirigido por un entonces director novel llamado S. F. Brownrigg (quien en su juventud serviría en el ejército como fotógrafo de combate para luego pertenecer a esa oleada de jóvenes realizadores que promulgaron ese terror independiente de los 60 y 70) tenga unos resultados mucho más pobres que el citado film de Tobe Hooper, comparte con aquellas esas maneras de plasmar en pantalla la Texas rural de los primerizos años 70, en un rudimentario pero eficiente tono de semi-documental.

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No miréis en el sótano cuenta la historia de una joven enfermera (Rosie Holotik) que llega a una institución mental ubicada en un caserón aislado, regentado por el Dr. Stephens (Michael Harvey), popular por tratar a sus enfermos mentales con terapias poco convencionales. Pronto la joven conocerá al variopinto grupo de internos que comprende desde un hombre que cree ser un soldado en medio de un batallón, una anciana totalmente demente, una joven que ve en su muñeca a su hija, una  enérgica ninfómana con tendencias homicidas, un hombre que es feliz atormentando al resto de pacientes o Sam, un fortachón hombre de color lobotomizado, entre otros.vlcsnap-2016-06-16-14h02m18s459 Casi todos ellos nos son presentados en una primera escena, loca y alienada, donde un juez recluido está realizando una terapia en la que debe emprender varios hachazos al suelo; lamentablemente, uno de sus impactos golpeará de lleno al Dr. Stephens, quien se encontrará escuchando las quejas de la enfermera Jane, una de las responsables de la institución. Cuando llegue la joven Jennifer descubrirá a través de la Dr. Masters, quien ahora se encarga de la gerencia del lugar tras la muerte de Stephens, todos los recovecos y singularidades del lugar. La película se desarrollará a medida que la joven enfermera vaya conociendo a cada uno de los internos y se vayan produciendo extraños acontecimientos, al mismo tiempo que intente descubrir que fue lo que realmente le ocurrió al Dr. Stephens. Tanto la película como la presencia de la joven se envolverán de una atmósfera de continua perturbación, ya que gran parte del metraje consistirá en la presentación de varios de sus personajes así como situaciones incómodas para nuestra protagonista. No miréis en el sótano es un film que propone un terror delirante, envuelto de una atmósfera naíf, con el aura surrealista del Grand Guignol de otras corrientes de la época como la salida de la personalidad de directores como Herschell Gordon Lewis y su cine gore desenfrenado. Aunque en el film de Brownrigg los momentos de violencia son bastante puntuales, ya que aprovechándose involuntariamente de su modestia efectúa ambientación precaria, con un sentido amateurismo de un incómodo cáliz visual repleto de luces y sombras donde el espacio interior es sorprendemente bien utilizado.vlcsnap-2016-06-16-14h03m46s909 Señalables son también sus estrambóticas interpretaciones, que parecen añadir incluso un extraño componente de naturalidad y enajenación, que hacen de su visionado algo muy singular. Todo lo que rodea a la película, y aquí es donde se emparenta con otros clásicos del terror undegrouund de la época, goza de una enajenada espontaneidad narrativa, donde se apuesta claramente por el impacto directo en algunas de sus escenas clave; aunque sea en esos momentos donde el film apueste fuertemente por la ingenuidad, su falta de escrúpulos en esos momentos hacen de ella una pieza referencial del cine delirante e irreflexivo, en cuya narración parece pretender un un circo de los horrores, con un reverso enrarecido y surrealista del terror.

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A día de hoy, No miréis en el sótano es incluso vista a día de hoy como uno de esos films germinales del subgénero que en esos momentos estaba a punto de eclosionar, el slasher: razón de ello es la premisa de envolver a una joven de apariencia inocente en una oleada progresiva de acciones perturbadoras a su alrededor cometidas por alguien desconocido, un planteamiento no muy alejado de los clásicos de dicho subgénero que que estarían por venir. Lamentablemente, No mires en el sótano no goza de las texturas y las pretensiones de las grandes películas de género, aunque comparte ese ímpetu del cine transgresor de la época en la confabulación de un terror natural, casi involuntario, cobijado en su más que evidentes anacronismos en la puesta en escena, a pesar de la lograda turbación atmosférica que impera desde su inicio.vlcsnap-2016-06-16-14h04m10s411 En su amateurismo puede contener algunas aristas visuales que la conecten con una narrativa tan minoritaria como la del porno (debido  sus más que evidentes improcedencias en algunos de sus planteamientos), que dejará ver una descuidada narración con bastantes puntos muertos y tramos tediosos, que puede provocar que los menos permisivos con este tipo de cine se desconecten del film al momento. Por el contrario, su desenfrenado sentido de la estética originará  un conjunto de secuencias de violencia bastante cafres, sobretodo en un desenlace que promete un giro sorpresivo (su título dará ciertas pistas sobre ello) con una sangrienta venganza sobre uno de los personajes.

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 Del reparto de No miréis en el sótano se puede destacar a la protagonista a Rosie Holotik, una joven actriz que sería portada de la revista Playboy en 1972 y que a pesar de su carrera fugaz en el cine se convertiría en un rostro muy conocido del terror B norteamericano, gracias en parte a esta película; Michael Harvey, el Dr. Stephens, era un actor televisivo de cierta experiencia que en aquel año 1973 venía de trabajar con Sergio Leone en ¡Agachate, Maldito! (1971) o Hasta que llegó su hora (1968). vlcsnap-2016-06-16-14h07m11s786No miréis en el sótano cayó en manos de la compañía de distribución Hallmark Releasing, famosa por sus estrenos de terror con exquisitas provocaciones comerciales (frases publicitarias realmente llamativas, llegando incluso a facilitar a la entrada del cine bolsas de vómito…); la distribuidora fue la encargada de llevar a las pantallas otra “Video Nasty”, La última casa la izquierda (1972) con la que el film de Brownrigg sería exhibida por varios cines del país conformando una doble sesión que compartía uno de los slogans más populares de Hallmark: “Para evitar desmayos, repítase a sí mismo: tan solo es una película…”. Aunque entró primeramente en la lista de las “Video Nasties”, la película pasaría a formar parte de las películas catalogadas como «no perseguidas» en Diciembre de 1985, logrando un estreno en cine en el Reino Unido; aunque, eso sí, lo haría con algunos recortes en la escena final donde uno de los personajes es atacado con hachas y otras armas blancas. En el Reino Unido no saldría a la luz con su montaje íntegro hasta 2005. vlcsnap-2016-06-16-14h09m43s487No extraña que el film llamara la atención de los censores ya que a su trastornada personalidad hay que añadirle algunas escenas de violencia que rozan el sadismo, aunque su precariedad de medios impidiese que fuese demasiado explícita. Aún así, el personaje del Dr. Stephens es atacado con un hacha al principio de la película como ya hemos mencionado, otro de los personajes aparecerá con su cuello cortado, otro con un utensilio incrustado en su ojo además de otros momentos puntuales donde destacará especialmente la ya mencionada secuencia de conclusión. Como ya hemos dicho líneas atrás, su componente naíf de la violencia parece suavizar en parte su componente de horror descerebrado.  El film es de dominio público, por lo que cualquier empresa editora puede legalmente comercializar la película sin tener que pagar ningún tipo de derecho; por ello, es fácilmente encontrable tanto en el mercado de vídeo doméstico como de algunas de las más famosas plataformas de vídeo de Internet. También es conocida por su título alternativo, The Forgotten

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Saludos desde el Gabinete, camaradas.

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2 comentarios en “Dossier Nasty: «No miréis en el sótano» (S. F. Brownrigg, 1973)

  1. Las instituciones mentales siempre dan mucho juego y me he quedado con ganas de saber qué hay en el sótano (no duraría mucho en una peli de terror).
    Si la prota fue modelo de Playboy y hace de enfermera siempre es un plus. Como decían los dibus de mi infancia (Animaniacs): Hello, nurse!

  2. El final de «No miréis en el sótano» es aquí un gran mcguffin, aunque tiene su gracia la manera de suscitarlo. La prota es una delicia para la cámara, como no podía ser menos.

    Se la recomiendo, Mr Rope!!

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